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El otro Steve



Steve Wozniak -quien visitará Chile el próximo 5 de julio- es el orgulloso inventor del primer computador personal, el cofundador de Apple y una de las mentes más brillantes de la era de la revolución digital. Pero en su destino inevitablemente está lidiar con parte de su pasado: el mito de Steve Jobs. 
Al preguntar sobre Steve Wozniak, uno queda con la impresión de que es un genio. Especialmente si uno le pregunta al mismo Steve Wozniak. Un genio de la ingeniería, un  prodigio que pasó “de geek a ícono de culto”, según  el título de su autobiografía de 2006, iWoz, y que “inventó la computación personal, fundó Apple, y se divirtió en el camino”, según el subtítulo del mismo libro. 
La modestia, claro, no es lo suyo. Pero por qué habría de serlo con semejante historia. 
Sin embargo, Wozniak sabe que cuando habla, como cuando llama desde algún lugar de California para contestar las preguntas de Qué Pasa -anticipando su llegada a Chile en julio, para participar en la Entel Summit 2012- no sólo querrán saber de él, de su impresionante trayectoria,  de su visión sobre la revolución digital y los desafíos del mundo hiperconectado. 
También querrán saber del otro Steve, aquel elevado a la categoría de mito en vida y más después de su muerte, hace un poco más de 8 meses. 
Wozniak se ufana de nunca, nunca mentir (excepto cuando hace chistes). Donde vaya -y va a muchas partes-, la parte central de su historia pasa inevitablemente por la historia del otro. Y poco después de la muerte del cofundador de Apple, él habló de lo genial que era. Pero cuando cuenta la historia completa  clarifica algunas cosas. 
-Ha dicho que hay muchos mitos sobre Apple. ¿Cuál es el más grande que ha escuchado?
-Bueno, hablo de los primeros años. En ese entonces, yo soñaba con estas máquinas, quería construirlas, era mi pasión,  mi pasatiempo, venía haciéndolo, y lo hice todo solo, sin Steve Jobs. La gente dice “la idea de Steve Jobs”, pero no, era mi invención. Steve encontró la manera de venderlas, y pasó un buen tiempo antes de que él aprendiera y madurara como para dirigir una compañía y crear las cosas de las que sí es responsable. 
Las máquinas a las que se refiere eran los computadores que diseñó, incluido el Apple I, que dio origen a la compañía que fundó en 1976 junto a Jobs, un amigo tres años menor que había conocido en la secundaria y con quien había participado en proyectos tales como diseñar Breakout, un juego arcade para Atari -la compañía donde Jobs fue a trabajar- y por el cual, Wozniak descubriría más tarde, Jobs le pagó menos de lo que habían pactado.       
Contar la historia con precisión, dice Wozniak, fue su motivación para aceptar colaborar como asesor del guionista estrella Aaron Sorkin (ganador del Oscar por Red social), en el texto de la película sobre Steve Jobs que filmará Sony Pictures, basado en la biografía escrita por Walter Isaacson.  “Lo que me interesa es ayudar a hacer la película lo más cercana a la verdad,  porque la historia real es tan entretenida e interesante que no tienes que inventar dramas que no existieron”.
La suya y la del otro. En la dupla Jobs - Wozniak, cuenta la historia, uno era el  encantador y diplomático, el vendedor, el ambicioso, el genio del marketing, el hippie, el hombre que moriría siendo leyenda y que hoy está en el pasillo de los inmortales a la espera de que las películas y el tiempo terminen el trabajo. El otro, el genio de las matemáticas, tímido,  un nerd que temía que nunca conquistaría a una mujer, que asombró a sus profesores y colegas, que inventó el computador personal, el control remoto universal, que hace tres años concursó en Dancing with the stars pero que aún se pone nervioso, dice, antes de hablarle a un grupo grande de personas. Uno, el ganador que volvió a tomar el control de su  compañía para transformarla en la más valiosa del mundo. Otro, el ex socio que nunca volvió a Apple, y que desarrolló una carrera tan brillante como versátil después de salir, pero que terminaría aceptando que lo suyo, o parte de lo suyo, hoy, a los 61 años, pasa por viajar por el mundo y contar la historia. 

Hey vendámoslo


Antes de Apple, antes de Jobs, antes de los computadores, hubo otras cosas que definieron los circuitos de  Wozniak. Criado en una familia cuya única religión eran las matemáticas, creció admirando (inspirado por su padre) el valor de ser ingeniero como una vocación casi moral, un lugar desde donde se podía mejorar el mundo y pasarlo bien al mismo tiempo. 
Por ejemplo, Wozniak usó su talento para transformarse en radioaficionado a los 11 años y para convertirse en un sofisticado bromista. Dos cosas que combinó en 1962 frente a Richard Nixon, entonces candidato a gobernador de California. Alentado por su madre, Wozniak fue a saludarlo durante una gira manifestando  el apoyo de todos los niños radioaficionados de su escuela. El chiste era que Wozniak era el único. Pero sólo se rieron él y su mamá; el resto pensó que era verdad. Fue la primera vez que Wozniak salió en el diario. 
Ahí, dice, aprendió lo fácil que es contar historias falsas.
Luego sus bromas se volvieron más sofisticadas y, por supuesto, tecnológicas. Como cuando diseñó un aparato para intervenir la señal telefónica para hacer llamadas de larga distancia gratis, con lo que trató de engañar al Papa simulando ser Henry Kissinger al teléfono.  
Construir su aparato telefónico -llamado “blue box”- a partir de un artículo de la revista Esquire y de los manuales electrónicos que consumía con hambre había sido un desafío intelectual, como todas sus invenciones. Pero para entonces ya andaba con Steve Jobs como compañero de fechorías, y las diferencias y complementos de la dupla estaban claros: a un Wozniak satisfecho por descifrar el sistema telefónico, Jobs le dijo “hey, vendámoslo”. Los estudiantes de Berkeley ansiosos por llamar gratis a sus novias y familias en todo el país fueron así los primeros en ceder al encanto del marketing de Steve Jobs. 
Pasó también años más tarde, en 1976, cuando Jobs le dijo algo similar a Wozniak para transformar en negocio otro de sus “juguetes”, fabricado en sus ratos libres mientras trabajaba en Hewlett Packard. Dado que ese negocio se llamaba Apple Computers y el producto en cuestión -las entrañas del primer computador personal- se llamaría Apple I, podríamos  sostener que al decir “vendamos esto”, Jobs cambió el mundo. O ayudó a Wozniak a cambiar el mundo, que es más o menos lo mismo. 

Los fabulosos dos

-¿Cómo debería ser el personaje de Steve Jobs para que fuera real en la película?
-Él era una persona muy diferente. Pasó por muchas etapas, pero la gente lo admira hoy por quien era desde que volvió a Apple (en 1997) después de haberla dejado (en 1985), y piensa que siempre fue de esa manera. 
-¿Qué fue  lo que cambió con los años?
 -Básicamente su habilidad para dirigir una compañía. Eso requiere mucha madurez. Otra cosa: hay dos maneras de ver a los Macintosh: son buenos o son malos.
-¿Cómo así?
-El Macintosh era muy caro para lo que hacía. Era un mal computador. Por eso falló. Totalmente. La compañía tenía tantos ingresos gracias al Apple II,  pero el Macintosh costaba demasiado. Necesitaba demasiada memoria. El computador bueno era el Lisa (el modelo paralelo que se trabajaba con otro equipo en Apple y que fue causa de rivalidades internas, a inicios de los 80). Lo que Steve no sabía era qué tipo de sistema operativo se necesitaba. El Macintosh era más un juguete. Si Steve hubiera dicho: “Ok, nos tomaremos un año más, o dos, para hacer este trabajo mejor”, cuando finalmente lanzaran el Macintosh habría estado listo, se habría tomado el mundo. Pero al presionar demasiado a los ingenieros, éstos nunca quisieron volver a trabajar con él. Él tenía esta urgencia, este apuro por sacar las cosas rápido y no perder lugar en el mercado. Pero mira el iPod: llegó en un momento donde había muchos reproductores de música. No fue el primero, pero usó la fórmula correcta al precio correcto. Encontró ese equilibrio, y valió la pena el tiempo. Lo mismo con el iPhone. Ése es el principio que debió aplicarse en los Macintosh. Creo que Steve estaba tratando de ser un gran héroe y cambiar el mundo drásticamente lo antes posible con el Macintosh. 
En ese entonces, concede Wozniak, él tampoco estaba tan claro sobre qué debía hacerse. “Pensaba que el Macintosh era lo más grandioso”, comenta. El problema, dice, estaba en el trato. “Steve no era amable con los ingenieros, no entendía lo que hacían. Nunca escribió un pedazo de software en su vida. No entendía por lo que uno tiene que pasar para escribir un programa por primera vez. ¡Tienes que trabajar diez, cien veces más que la persona que lo hace la segunda vez! Eso es lo que estaban haciendo los desarrolladores de Macintosh, era tan nuevo, intenso, un trabajo difícil, y Steve no creo que entendiera cuán duro era ese trabajo que nadie más podía hacer.
-¿Eso causó conflictos entre ustedes dos?
-No. Para entonces me había caído en un avión. Estaba lejos. 
El accidente al que se refiere fue menor para lo que pudo ser: en febrero de 1981, piloteando su V-Tail Beechcraft, despegando del aeródromo de Scotts Valley junto a su segunda esposa, Cindi, y dos pasajeros más, se estrelló. Él no recuerda nada; su memoria se borró, como con un virus computacional, por las siguientes cinco semanas. Después de eso, Wozniak decidió poner pausa en su participación en Apple, una compañía que había salido exitosamente a la Bolsa en 1980 y que ahora estaba llena de gente que él no conocía, y volver a los estudios para graduarse del college. Volvió a la compañía después de eso, pero para entonces ya no había ni instancias para conversar con su socio. “No había fricciones con Steve porque por entonces no estaba cerca de él, nunca nos sentamos y discutimos”.
Wozniak dejaría definitivamente la compañía en 1987, conservando un porcentaje menor que aún mantiene, pero, a diferencia de Steve Jobs -cuyo retorno triunfal se transformaría en la historia favorita de las escuelas de negocios del mundo-, Wozniak jamás volvió. 
-¿Y cómo debería ser Wozniak en la película?
-Hay un par de cosas. Una: cuando miro todas las cosas que he hecho, no puedo creer lo increíblemente buen ingeniero que era, capaz de pensar y resolver cosas mejor que nadie en el mundo. Ése es el primer punto. Y lo segundo que me gustaría que se contara es que era una buena persona, que se preocupaba por los demás,  y eso se notó en cosas como The Woz Plan (lo que hizo en 1980, vendiendo a muy bajo precio parte de sus acciones a empleados de menor nivel), porque esos trabajadores eran parte importante ¿por qué dejar a unos pocos todos los beneficios? Ese aspecto de mi vida es mucho más importante para mí que la tecnología. Tenía claro a los 20 años  qué tipo de persona quería ser. Y no incluía fundar una compañía. Y si Apple nunca hubiera sucedido, aún sería tan feliz como soy hoy. 
-¿Siente que ha recibido el crédito que merece?
-Absolutamente. Veo que la gente se da cuenta, que les agrado por las razones correctas, por ser una buena persona, confiable, alguien que dice las cosas como las ve. Y la verdad siempre se impone.
-En un documental dijo que, usando la analogía Beatle, Jobs era McCartney y usted era Lennon. ¿Por qué?
  • -Lennon era quien ponía los pensamientos en orden para que tuvieran sentido. Y la manera en que yo hacía mi ingeniería era así, como un increíble artista. Trabajaba con chips como Lennon trabajaba con las palabras. Y Steve, en los primeros tiempos, sólo estaba buscando la manera de tener compañías para tener algún éxito en el mundo y ganar dinero. No era realmente el creador de excelencia, era el que la ponía en el mercado.



Un hombre, un producto

-Usted se ha declarado asombrado con el avance de la inteligencia artificial, ¿está optimista?
-Sí... Estamos luchando por construir máquinas más humanas para que trabajen mejor, y es bueno: va a aumentar nuestro producto interno bruto. Sobre las consecuencias malas de eso... nunca dejaremos de hacerlo por consideración a ellas. Los computadores pueden llegar a ser más inteligentes que los humanos. Ese día llegará. Pero no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Ahora, no me importa si un día mi mejor amigo en el mundo es un teléfono en mi bolsillo, que conoce mi corazón, mi alma, mis pensamientos, mejor que cualquier humano. No me importa.
- ¿Es ésta la revolución que esperaba ver cuando joven?
-Lo que tenemos hoy la supera por lejos. La que yo veía era que una vez que las personas tuvieran sus propias máquinas no estarían sometidos a la voluntad de quienes poseen las grandes máquinas: los militares y las grandes empresas. Es lo que me motivó a querer ser parte de esta revolución. Pero en cuanto a cómo está organizada la sociedad, eso no ha cambiado. Los de arriba están aun más en control. La revolución tuvo éxito técnicamente, pero fracasó socialmente.  
En medio de esa “desilusión social”,  Wozniak -padre de tres hijos y casado por cuarta vez- sigue siendo, de alguna manera, un solitario. Al menos al momento de crear. Aunque le gusta participar de start-ups, a los jóvenes como él, los creadores, les da un consejo: trabajen solos.  
Curioso, entonces, casi conmovedor, que a la hora de definir las ventajas de la soledad en la creación termine alabando al hombre con cuya fama y sombra debió aprender a convivir sin que ni siquiera la muerte los separe. 
“Creo que si uno es un visionario con una idea, es mejor que, si puede, esté en control de todo. Alguien como Steve Jobs hizo lo mismo. No era el creador, pero si tenía una idea en su cabeza, se aseguraba de que todo el producto se adaptara a él”, reflexiona. “Lo que hace a los productos Apple buenos es que son muy simples, enfocados. Y Steve era esa persona que estaba en control de todo”, dice. “Muy pocos líderes son capaces de eso”.
Cuando todo comenzó, el primer logo de Apple mostraba a Isaac Newton bajo un manzano, acompañado de un extracto de un poema de William Wordsworth. Hablaba de Newton, claro. Pero bien podría describir parte de la historia de Wozniak. 
Decía: “Una mente viajando para siempre a través de extraños mares de pensamiento... solo”.

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