Malditas cuestiones
Jorge Peña Vial
Diario El Mercurio, Artes & Letras,
Domingo 26 de febrero de 2006
Siempre me ha parecido injusta
la crítica racional y en regla a Nietzsche.
Un pensador lleno de contradicciones vitales
y racionales como es su caso,
sólo puede comprenderse
si se lo asume de modo vital.
El que mejor lo asume y entiende,
el que ha vivido en carne propia su misma tragedia,
el que lo supera desde el interior mismo
de su misma desgarrada existencia es Dostoievski.
Los héroes de las novelas de Dostoievski
son nietzcheanos avant la letre.
El comprendió a Nietzsche y lo superó,
mostrando, sin quererlo ni pretenderlo,
que era un filósofo de gran relieve.
Suelo decir a mis alumnos
que Dostoievski es la universidad total,
porque aborda, de modo vivo y concreto,
"las malditas cuestiones eternas".
Como plantea Pareyson
(estoy empeñado en la publicación de su libro)
no es posible hablar de Dostoievski sin hablar con él.
Es la fidelidad que requiere.
No es posible hablar de él
sin tornarse de algún modo
en uno de sus personajes,
sin participar activamente
en esa polifonía de hombres
y de ideas presentes en sus obras.
El cristianismo propuesto por Dostoievski
se equipara constantemente con el ateísmo y el nihilismo,
asumiéndolo como posibilidades que le son propias
(de ahí su hermandad con Nietzsche),
y cuya consideración y superación
son necesarias para su misma afirmación.
En la profesión cristiana de Dostoievski,
el ateísmo y el nihilismo
son experimentados como una posibilidad
en al que se acepta continuamente el riesgo.
Es decir son posibilidades
desarrolladas y conducidas
hasta el fondo,
"hasta allí donde vencidos
en su misma hipertrofia
se invierten en su contrario".
Berdiaev se preguntaba:
¿Qué hacen los personajes de Dostoeivski
que nunca trabajan, pero que viven intensamente
y jamás dejan de hablar de sus experiencias?
Y se contestaba: hacen antropología cristiana,
meditan sobre la tragedia del hombre,
descifran el enigma del mundo y de Dios.
Dostoievski es un gran artista y filósofo.
Hablando de sí mismo dijo:
"soy débil en filosofía,
pero no en el amor por ella".
Aunque fue débil en filosofía
en un sentido técnico del término
fue, sin embargo, "un verdadero filósofo,
el más grande filósofo ruso".
Tal vez la filosofía le ha enseñado poco,
pero ésta tiene mucho que aprender de él.
Sus novelas son tragedias en forma de novelas.
Sus personajes son más que individuos,
son ideas: ideas en movimiento,
ideas vivientes, ideas personificadas.
Raskolnikov es una idea,
Stavrogin es una idea, Kirilov, Shatov.
Todos sus héroes se encuentran
literalmente absorbidos por la idea:
están ebrios de ella.
Todo gira en torno
a estas "malditas cuestiones eternas".
Esto no quiere decir
que haya escrito novelas como tesis:
las ideas son inmanentes a su arte,
el descubre su existencia
de un modo puramente artístico.
Las ideas no son un modelo trascendente de la realidad,
sino una fuerza viviente que produce y anima el mundo.
La capacidad difusiva de una idea es inmensa,
son contagiosas, son los grandes resortes de la historia.
En Dostoievski no hay que buscar "psicología"
-que la hay mucha y desde luego de la mejor-
sino una "pneumatología".
Es decir, un modo de exponer
la realidad espiritual del hombre,
su destino trágico y su naturaleza incierta,
su posibilidad de bien o de mal,
su potencial de destrucción y de muerte,
su capacidad de maldad y abyección,
sus posibilidades de redención y liberación.
Sus personajes son ideas personificadas;
no son temporales y transitorias como los individuos,
ni abstractas e intemporales como los conceptos,
sino figuras en las que se unen indisolublemente tiempo y eternidad.
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