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Institucionalidad, ciencia y sustentabilidad


Por Alex Godoy

Alex Godoy




He seguido en silencio hace meses en las redes sociales el tema del estado de la ciencia en Chile. A mi juicio, hablar de si una institucionalidad nueva es lo que se requiere como palanca de desarrollo, es tan absurdo como pensar si ésta debe estar en economía o seguir en educación, cuando las preguntas fundamentales aun no han sido resultas.
 
Hemos avanzado velozmente hacia alcanzar una meta que nos permita ingresar al selecto grupo de los denominamos “desarrollados”, sin darnos cuenta de que, en el camino, producto de su resultado, los impactos socio-ambientales de la ciencia se han vuelto cada vez más evidentes y necesarios.
 
Para aquellos que abogan por una nueva institucionalidad como solución global a todos los problemas con alcances transversales, deben pensar que la sola existencia de la misma no es condición para que la solución se alcance. Ejemplo de ello ha sido el difícil avance en materia de institucionalidad del Ministerio de Medioambiente, cuyo rango de acción es limitado frente a otros Ministerios como Energía, Minería o Hacienda. ¿Por qué habría de pensar que con una institucionalidad todo sería resuelto?
 
Hemos dejado de hacernos preguntas relevantes, siendo una de ellas “¿Ciencia para qué?”, aunque más de alguno caiga en el cliché de frases comunes como que “la ciencia es clave para el desarrollo”; sin hacer la reflexión que esta requiere mucho más que acciones o planes: necesita estar en la misión y visión de toda nación que quiera llamarse desarrollada.
 
En mis cortos años de transitar por la ciencia sólo puedo hacer un breve recorrido histórico de lo vivido. Hace no más de 15 años, la Biotecnología llegaba a Chile de forma incipiente de la mano de Pablo Valenzuela, quien abogó porque se integrara lo que supuestamente sería nuestra segunda fase exportadora; y que nunca llegó. Muchos de la “comunidad científica” criticaron a los que miraron esta área de desarrollo como subyugados al mercado, donde años después con el fomento de la CORFO migraron sus investigaciones a áreas definitivamente aplicadas. Absurdamente nos dividimos entre aquellos que “hacían ciencia” y lo que hacían “ciencia aplicada”, cuando en el fondo ambas han sido parte del conocimiento. Es más, muchos de mis compañeros abandonaron sus sueños por arrimarse a líneas de investigación establecidas, sólo porque colaborar aseguraba el acceso a un proyecto y a fondos… ya que los espacios para hacer ciencia e investigación no abundan y la industria tampoco los absorbe. Los otros que quisieron continuar su sueño se fueron y aun no han vuelto.
 
¿Aumentar presupuesto? Si, pero no es la solución final si no respondemos la misma pregunta. De forma inorgánica se procedió a aumentar becas al extranjero sin resolver qué hacer con los que regresan. A pesar de los esfuerzos, siempre se nos dijo que “pasar” por el extranjero era bueno como prueba de que uno podía hacer ciencia… muchos no regresaron. El mito del extranjero fue tan arraigado que casi es parte del inconsciente colectivo de los estudiantes de ciencia; la prueba de la blancura como validación entre programas nacionales e internacionales en el cual la “denominación de origen” se hace relevante, en vez de mirar la carrera construida perpetuando nuestra mirada hacia los países del norte.
 
Colateralmente, los temas de seguridad social -Isapre, AFP- se han ido resolviendo, pero no los de estabilidad laboral, donde ya es un alto costo seguir postgrados en investigación, más aún si se es mujer o se tienen hijos. Ni hablar si uno de tus hijos tuviese un problema,  cuando como “independientes” el costo social se hace inmenso… basta conversar con tantos estudiantes que no viven, sino que “sobreviven”.
 
Por otra parte, hemos caído en la homogenización del concepto de “ciencia” con ciencias asociadas a la biología, química, física, ingeniería versus el desarrollo de las Ciencias en Humanidades, las que tampoco han sido desarrolladas y que son el reservorio cultural de las civilizaciones.
 
A nivel de gobierno, la ciencia no ha sido vista como motor. No es lo mismo llamar a una licitación haciendo un “outsourcing de la ciencia” ni respondiendo como consultores científicos desde los centros de estudio. En muchos países hay estamentos de investigación poderosos, encargados de apoyar al desarrollo de normativas. Un ejemplo de esto han sido las actuales necesidades de investigación en energía, medioambiente, riego, aguas y contaminantes, o incluso en temas de pesca o biodiversidad, recurriendo a estudios encargados o de política comparada. Para qué decir la decisión sobre qué área desarrollar o ser neutros que no está clara o definida y en donde la pregunta es seguir apuntando a temas del cobre o desarrollar otras donde muchos están triunfando. Y ojo, este no es un tema de la actual administración, es un tema que se arrastra por años. Aun así estamos más atrás. Aun no entendemos que la ciencia no se importa invitando al mejor investigador del hemisferio norte o mandando gente a estudiar con ellos, sino creando lo espacios para que todos –sin importar su origen- se desarrollen… aun no entendemos que la ciencia no se transfiere ni se adapta, sino que se genera en quien la hace.
 
Alcanzar el desarrollo como promedio de ingreso per cápita es alentador pero no suficiente si la educación tampoco se alinea. El tema educacional se liga de base con las ciencias. La promoción de esta no es sólo vía planes con fondos en específico, sino una reforma integral donde las ciencias, ingenierías, tecnología, emprendimiento y matemáticas por un lado, sean motivadas en los niños en conjunto con la capacidad reflexiva a nivel de las ciencias humanas. El verdadero capital de Chile no se encuentra en el cobre ni en el litio, sino en el conocimiento de su gente…  
 
Hemos desaprovechado el uso de espacios públicos como catalizadores de enseñanza. Me ha tocado visitar parques, reservas naturales, museos de diversa índole (geología, arqueología, tecnología, humanidades, entre otros) realizando investigación al más alto nivel y que se articulan con las escuelas en la transmisión del conocimiento, más allá de ser una góndola de muestra. Esos espacios debieran ser los inspiradores de nuevas generaciones. Para qué hablar de la divulgación, en que muchos fueron tachados de “farándula” olvidando a quienes fueron inspiradores de generaciones: Carl Edward Sagan, Jacques-Yves Cousteau, Sergio Nuño o Hernán Olguín.
 
La ciencia es más que un ministerio o un cambio entre ministerios, es la base de nuestra civilización y debe ser mirada de forma integral e interrelacionada. Si no respondemos la pregunta acerca de “¿Ciencia para qué?” difícilmente los programas y recursos asignados tendrán frutos. Ciencia no es un número en un presupuesto, no son becas, no son programas… es más que eso y su fomento no se ha integrado a nivel nacional. Estamos en deuda, quizá debiéramos cambiar la visión de “instrumentos de fomento” a “instrumentos de desarrollo” porque, aunque no lo crean, en Chile se hace ciencia al más alto nivel, sólo falta que esta sea más diversa, amplia y al servicio de la sociedad.
 
Fui uno de los niños que soñó ser científico mirando “Mundo 83” y “La tierra en qué vivimos”, con padre abnegado que, en la medida de los posible, llegaba con una “Muy interesante” bajo el brazo; eventos que me hicieron soñar con investigar en ciencias del mar o trabajar en los más grandes acuarios del mundo… quizá la ingeniería haya sido mi camino, pero la sensibilidad en materia ambiental y de sustentabilidad nació allí, a los nueve años.
 
Hoy, mi hijo de esa misma edad desea ser arqueólogo y geólogo, inspirado por viejas películas como Indiana Jones, Jurassic Park y programas de la National Geographic, sumado a visitas de todos los museos a los que podemos acceder en nuestros viajes. Mientras veo en mi país sólo discusiones ideológicas entre bandos sobre quien lo ha hecho mejor, me pregunto quien estará mirando al futuro para dar cabida a tantos niños que, como mi hijo, sueñan con algo lindo, pero que la final de una larga jornada de 12 años vuelven a transformarse en más de lo mismo, porque no ver futuro. La sustentabilidad de un país es un panel fotovoltaico ni reciclaje de basura, sino una sociedad que comprende el largo camino de la ciencia.
 
 
 
Foto Net_efekt Flickr © creative commons

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