Nuestro sistema universitario acumula muchas inquietudes y el escándalo en la acreditación podría ser la oportunidad de realizar un cambio en serio.
por Andrés Benítez Diario La Tercera - 01/12/2012
DREW FAUST, presidenta de Harvard, señala que no es casualidad de que su universidad haya escogido Santiago para abrir su primera oficina fuera de Estados Unidos. “Fue gracias a la visión y generosidad de Andrónico Luksic, pero también por la seriedad de las instituciones chilenas”.
Estamos en Boston, donde un grupo de rectores y académicos viajó para participar de un seminario acerca de Chile con motivo de la celebración de los 10 años del programa de becas Luksic, para profesores universitarios. En el seminario, especialistas de Havard y chilenos discuten de diversos temas relacionados con la política, la economía, el medioambiente y la cultura.
El escenario sería perfecto si no fuera por las noticias que llegan de Chile. El escándalo de las supuestas coimas y acreditaciones falsas, que crece día a día de manera incontenible. Por supuesto, esto no es tema en Boston. Aquí nadie sabe de aquello, pero eso no es excusa como para no preocuparse. Serán casos aislados, pero el daño siempre es a todo el sistema. “Pero también puede ser una oportunidad”, me dice con una tranquilidad que asombra un decano de Harvard. Me recuerda que ellos vivieron hace poco dos crisis fundamentales: la salidad de antiguo presidente, Larry Summers, y la pérdida de una parte importante de su patrimonio durante la crisis financiera. Ambas situaciones fueron muy dramáticas. Nunca en la historia de Harvard el faculty había pedido despedir a su presidente. Nunca en su historia habían sentido tampoco lo que es tener que cortar en forma significativa los presupuestos de investigación. Eso no le sucedía a la universidad más rica del planeta. “Pero nos pasaron ambas cosas. Sigue siendo difícil superarlas, pero vamos en el camino correcto. Y, ojo, seguimos siendo la mejor universidad del mundo”, señala muy serio.
Puede ser. El sistema chileno de educación superior viene acumulando demasiadas inquietudes y esta podría ser la oportunidad de hacer un cambio en serio. Porque lo de la acreditación es quizá lo más escandaloso, pero hay otros temas que es necesario abordar, desde lo académico, como el largo de las carreras, las tasas de retención o el sistema de selección, hasta los problemas de financiamiento y de los alumnos. Da la impresión de que el sistema necesita evolucionar hacia una nueva etapa, lo que no significa borrar lo realizado, pero sí corregir bastante.
Los cambios de este tipo nunca son simples, pero en Chile son fundamentales. La educación superior no es sólo uno de los bienes más apreciados en términos individuales -es la clave en la movilidad social- sino también a nivel país, porque la evidencia nos dice que sólo las naciones que tienen buenos profesionales y técnicos alcanzan el desarrollo. Porque al final, no es que Harvard exista por el poder de EEUU, sino al revés. Esta nación es lo que es, en parte por la calidad de sus instituciones de educación. Tanto así que, como lo recordó la presidenta Drew Faust, “nunca olviden que esta universidad fue fundada antes que el país y seis ex alumnos firmaron la declaración de independencia. Un ejemplo que ilustra la importancia que juegan las universidades desde siempre y, por ello, lo clave que es avanzar en reformar el sistema chileno.
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