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Una mesa que pone nerviosa a la Josefa por Joaquín García Huidobro


Diario El Mercurio, Domingo 04 de Noviembre de 2012


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Uno de los primeros anuncios de Josefa Errázuriz se refiere a un mueble: hay que sacar de la municipalidad la mesa y sillas del comedor que usó el ex Presidente Pinochet durante su reclusión londinense. El alcalde Labbé las había comprado hace algunos años.
¿Se trata de una pataleta, como la del niño que se pega con una mesa y reacciona diciéndole "mesa tonta, mesa mala"? Es más que eso: es una contradicción con el propio proyecto que la alcaldesa electa ha planteado para su comuna.
La Sra. Errázuriz es más que una desconocida que desafió a uno de los alcaldes emblemáticos del país. Su candidatura planteó un modo distinto de hacer política: nace desde la base y rebasa los límites de los partidos. Ella no es una anarquista, no pretende saltarse los mecanismos representativos ni darle protagonismo a la calle y el tumulto: "Sin partidos no hay democracia", ha dicho claramente. Pero piensa que los partidos deben oír a los ciudadanos.
Durante los últimos meses, Josefa Errázuriz se pronunció una y otra vez contra autoritarismos y exclusiones. Hizo ver la necesidad de no dejarse apresar por lógicas que privilegian la confrontación. Ahora, negándose a sí misma, arremete contra una mesa.
Es verdad que la dichosa mesa constituye un objeto de culto para algunos habitantes de su comuna, mientras que para otros es una cosa abominable. ¿Qué hacer? Ella puede abanderizarse con una de esas visiones excluyentes y comenzar su gobierno asumiendo la lógica de "pequeño feudo" que ella tanto reprocha.
Pero también existe otro modo de plantear las cosas. En efecto, las mesas no son ni de izquierda ni de derecha. La mesa de Stalin no era comunista, ni la de Martin Luther King pacifista. Una mesa puede ser bonita o fea, grande o pequeña, pero nada más. Una mesa es una mesa. El drama político chileno consistió, por años, en que todo estaba teñido por el conflicto. Las mesas, las barbas, las guitarras o el arte no eran lo que son, sino parte de complejos procesos históricos donde se jugaba el destino de la humanidad. Es una lógica absurda que ella bien podría superar.
Recuerdo que en 1970 le regalaron a mi hermana pequeña una alcancía de plástico, un chanchito, para guardar sus pequeños ahorros. La alcancía era roja y la niña de seis años de edad se puso a llorar amargamente: "Yo no soy comunista", decía. En vano mi madre intentaba hacerle ver que una alcancía era una alcancía y nada más. ¿Serán nuestros políticos capaces de captar esas diferencias?, ¿o seguiremos para siempre afectados por esa lógica enfermiza que impedía que una niña fuese capaz de gozar con un simple regalo?
El desempeño de la Sra. Errázuriz dependerá, en buena medida, de su capacidad de estar por encima de sus humores. Tendrá que almorzar no sólo con sus amigos, y aprender a comer en platos y en mesas que no le agradan. El 6 de diciembre habrá dejado de ser una dirigente vecinal: habrá ingresado en el mundo de la política. Esto no es hipocresía, sino tolerancia: una virtud.
En suma, para ser un buen político hay que pasar el test de la mesa. La anécdota de la mesa es ilustrativa, porque una parte de la buena política consiste en saber tratar bien a los vencidos. Allí está la enorme diferencia que existe entre Lula y Cristina Fernández, entre Nelson Mandela y Rodríguez Zapatero. ¿Se le ocurrirá a algún asesor recomendarle "Invictus", la película sobre Mandela? Difícil que los asesores tengan tiempo para pensar en cosas como ésa, pero no sería mala idea que la viera con ojos de alcaldesa de una comuna que, como todo Chile, aún padece de odios y divisiones.
Las próximas semanas serán importantes para Josefa Errázuriz. No sólo tendrá que ir definiendo con más detalle su proyecto de "pensar en otra ciudad", donde el protagonismo lo tengan las personas y no los automóviles, y los barrios sean lugares de encuentro y no meros dormitorios. Tendrá que definir qué tipo de alcaldesa querrá ser y cómo se enfrentará con el pasado.
Eso no se lo resolverá ningún asesor. Eso tendrá que decidirlo ella.

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