por B. B. Cooper
Diario El Mercurio, Lunes 11 de Junio de 2012
De un tiempo a esta parte me he dedicado a leer y releer novelas de Wilkie Collins, el afamado escritor inglés, contemporáneo y amigo de Dickens, con quien coescribió novelas y cuentos. Y me parece un caso singular de disparidad literaria (aunque, ¿podría esperarse otra cosa de quien compuso 27 novelas y varias decenas de cuentos, aparte de memorias y diarios?). Así, por ejemplo, está ese verdadero bochorno artístico titulado “La reina del mal” (1886). Sin embargo, más de dos décadas antes de ese fracaso (al menos así me lo parece) se eleva majestuosa “Sin nombre”, de 1862, un enjundioso thriller sucesorio (de herencias y testamentos, quiero decir), sin duda la más dickensiana de sus novelas, por la fabulosa factura de sus personajes y la sutil aunque robusta mixtura de comedia y tragedia, de risa, misterio y llanto.
De un tiempo a esta parte me he dedicado a leer y releer novelas de Wilkie Collins, el afamado escritor inglés, contemporáneo y amigo de Dickens, con quien coescribió novelas y cuentos. Y me parece un caso singular de disparidad literaria (aunque, ¿podría esperarse otra cosa de quien compuso 27 novelas y varias decenas de cuentos, aparte de memorias y diarios?). Así, por ejemplo, está ese verdadero bochorno artístico titulado “La reina del mal” (1886). Sin embargo, más de dos décadas antes de ese fracaso (al menos así me lo parece) se eleva majestuosa “Sin nombre”, de 1862, un enjundioso thriller sucesorio (de herencias y testamentos, quiero decir), sin duda la más dickensiana de sus novelas, por la fabulosa factura de sus personajes y la sutil aunque robusta mixtura de comedia y tragedia, de risa, misterio y llanto.
Comento, de paso, que su título original, “No name”, debió traducirse como “Sin apellido”, para hacerle honor y justicia a la trama de la novela.
“La dama de blanco” (1860) es, sin duda, una de sus mejores obras; pero le sobran, a ojo de buen cubero, unas 300 páginas. El problema no son sus 800 originales, sino constatar que muchas veces el escritor está sencillamente dilatando, rellenando.
En fin, en 1868 Collins produjo su obra maestra, “La piedra lunar”. Con unas 100 páginas menos que “La dama de blanco” es pura acción, y de la buena; pura literatura, y de la buena; pura emoción, y de la buena. Eliot dijo de ella algo así como que era la mejor novela policial inglesa jamás escrita. Y, sin duda, el sargento Cuff dejó casi por los suelos a otros sabuesos insignes como Holmes, Dupin y Poirot.
B. B. COOPER
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