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Anatomía de un padre en dos tiempos



por Olea 
Diario El Mercurio, Revista Sábado 9 de Junio de 2012

Cerebro

Niño: Un hombre nunca jugó con muñecas. Básicamente pateó de sol a sol una pelota, se agarró a combos o destruyó autos contra el piso. No le pidan que sepa de la noche a la mañana tomar a un recién nacido y ser suave y delicado con este ser endeble y rosado que le acaba de poner la vida patas arriba.

Adolescente:El cerebro de este padre funciona en dos frecuencias; una, buscando sus propias certezas que a pesar de algunas canas y un par de terapias, todavía son refutables e infantiles, y por otro lado, la imagen de su propio padre que lo persigue como la vara que mide su desempeño.

Bolsillos

Niño:En las guaguas no hay que escatimar en nada, porque son muy frágiles e indefensas y porque sería ganarse un problema gratis con las madres. Ellas (las madres) necesitan un equipamiento completo para por fin ejecutar su sinfonía anunciada de la maternidad. Este padre sabe, con certeza, que gastar lo que haya que gastar es el mejor negocio que puede hacer.

Adolescente: Comprarle a el (la) joven unas zapatillas de 80 mil pesos puede significar un premio, un acto de amor material, un escalón en el vínculo, una genuina satisfacción para un padre, pero, que el pajarito las pierda a las dos semanas, para él no tiene correlato con las teorías del desarrollo, y le va a hacer reflotar la idea de comprarse una motorhome y llevarlos a todos a vivir a la Patagonia.

Manos
Niño: La seguridad, la guía. Torpe para manipular una cucharada de jarabe, pero diestro a la hora de salvar al pequeño de estrellar su cabeza contra un muro.

Adolescente:Soltar, dejar ir. Atrás quedó la mano instintiva que se daba para cruzar la calle. Ahora, la mano del padre tiene que estar ahí, silenciosa y dispuesta como un bombero, esperando la campanada.

Pie

Niño: En esta etapa, los primeros pasos los dan tanto el padre como el hijo. Nadie sabe muy bien cómo lo va a hacer, pero finalmente los dos terminan caminando.

Adolescente: El padre intenta compartir actividades con su hijo (a). Algún deporte, paseos, caminatas con aspiraciones de trascendencia. Este papá siente que en el movimiento está el hilo invisible. En el homo ludensestá el vínculo inoxidable.

Oído

Niño: Es el sentido más lejano al hombre, pero el que más intenta desarrollar cuando su inutilidad queda de manifiesto. Porque es un sentido más colaborativo que de acción concreta. "¿Escuchaste?... parece que se resfrió", "está pidiendo algo, pero no sé qué es".

Adolescente:Un padre puede hacer un lindo trabajo de acercamiento a sus hijos a través de la música; de los instrumentos o de artistas transversales como los Beatles. Pero, tarde o temprano, el reggaetón arruinará todo.

Rodillas

Niño: Tener que interactuar con una personita que bordea el medio metro, pone en funcionamiento tramos corporales en relativo desuso. Las rodillas son uno de ellos.

Adolescente:Estos padres, algo mayores, afectados por la inestabilidad de su rol, botan los libros de Piaget y se entregan a la oración. Que Dios proteja al mocoso.

Corazón
Niño:Puro amor va y puro amor viene.

Adolescente:Puro amor va, algo de odio viene de vuelta, amor con rabia va, rabia con odio vuelve. Se requiere un corazón paciente.

Ojos
Niño: Profundas ojeras provocadas por un mal dormir producto de los constantes requerimientos nocturnos del pequeño. Este padre se alienta para ser proactivo, pero el niño no es tonto y sabe que el alimento lo porta la mamá. El padre igual se desvela y no aporta en nada.

Adolescente: Profundas ojeras provocadas por un mal dormir. En este caso, haciendo hora para ir a buscar a el (la) joven a una fiesta o tratando de mantener la vigilia y la prudencia en su propia casa por un evento, que desde su pieza se oye como la revolución bolchevique.

Nariz
Niño: Detector de todo tipo de desechos orgánicos de la guagua. A diferencia de las madres, que detectan enfermedades en los olores y esencias insólitas, el padre los clasifica en "malos" o "buenos". Si es muy malo, generalmente, pide ayuda.

Adolescente: La nariz funciona como el detector de actividades ocultas de sus hijos. Un padre puede reconocer la cerveza del vodka, el pisco malo del vino blanco. Porque pasó por ahí. Vivió la precariedad etílica. Este padre, muchas veces, preferiría perder el olfato.

Boca

Niño: Existen padres evolucionados, asertivos criadores que tienen la palabra precisa para alivianar el complejo rol de su pareja, pero el común de ellos sólo balbucean incertidumbres. La distancia lingüística entre el niño y el padre se acorta peligrosamente.

Adolescente: Las palabras hay que elegirlas con pinza, porque el hijo(a) adolescente tiene un decodificador de mensajes en que todo es un ataque a sus intentos de emancipación. Este padre trata de pontificar y elaborar sermones sólidos como un maestro, un guía. El hijo(a), generalmente no entiende nada y recurre a la madre.

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