WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Al cielo por asalto



Asimilar la torre al borde del Mapocho con la Torre Eiffel peca de redundante. ¿Con que no basta con la altura conseguida y hay que subirle aún más el pelo y el cogote a la jirafa?

por Alfredo Jocelyn-Holt -Diario La Tercera 09/06/2012 - 04:00
EL INTENTO de querer asimilar la torre al borde del Mapocho, pronta a inaugurarse, con la Torre Eiffel (en este país se oyen las cosas más raras a veces) peca de redundante. ¿Con que no basta con la altura conseguida y hay que subirle aún más el pelo y cogote a la jirafa? Cuando el tamaño no sólo importa, sino deviene poco menos que todo, es porque cierto desajuste valorativo atenta (¿atonta?) contra toda mesura y sentido mínimo de la proporción. Razón tenía Guy de Maupassant de detestar la torre de su ciudad. ¡Sí, la de Eiffel! Si iba a desayunar casi a diario allí es porque era -mejor no lo podría haber dicho- “el único lugar de París desde donde no la veo”.
Su juicio es letal, tan estético como ético-político, concordante, además, con una larga tradición de pensamiento al respecto. Lo encontramos en la Biblia (la leyenda babélica contra la hybris humana), en el Corán (azora LXXXV, sólo Alá en el cielo es “dueño de las Torres”), en el largo acervo arquitectónico cristiano (el templo es para Dios, el campanario para aclamar a Dios), en la heráldica (en los escudos de armas las torres con almenas se reservan sólo a nobles, gente de un alto mérito reconocido, habiéndolo ganado caballerosamente), en la memorística barroca papal y neoclásica (los obeliscos en tanto monumentos públicos). En efecto, se trata también de un símbolo político. En varias ocasiones los gobiernos florentinos medievales mandan a destruir las torres de familia (en las pugnas entre guelfos y gibelinos 85 torres fueron derrumbadas); sólo la del Palazzo Vecchio sobreviviría como señal de única autoridad soberana, republicana civil.
Pero, ¿no será precisamente la Torre Eiffel, entonces, lo que cambia este sentido inmemorial y, por ende, el símil sería válido? Según Roland Barthes, ni tanto. La Torre Eiffel le parece un signo “vacío”, “grado cero”, neutro, al que los hombres, el día de mañana, quién sabe qué “sentido” le atribuirán. Barthes escribía en 1964. El diseño de las Torres Gemelas, el World Trade Center de Minoru Yamasaki, también data de 1964. Pero, ¿quiénes entonces podrían haber predicho lo que vino después? Una posibilidad es que hubiesen sido los arquitectos y clientes predominando los criterios estéticos. Cuestión que falló en el WTC Q.E.P.D. (ahora “Ground Zero”), por eso esas dos torres se convirtieron en símbolo plutocrático. He ahí, en cambio, la Lever House de Gordon Bunshaft, con su famosa solución torre-placa (1951-52) y, al frente, el magnífico edificio Seagram de Mies van der Rohe y Philip Johnson (1951-58) con su plaza semi-hundida, ambos edificios haciéndose eco el uno al otro.
Ada Louise Huxtable, del New York Times y Wall Street Journal, en The Tall Building Artistically Reconsidered, ya en 1982 precavía en contra de la arquitectura como mero capricho (“hoy hay iguales oportunidades para licencia poética y mala práctica arquitectónica”), y contra la adicción publicitaria de arquitecto y cliente, ambos obsesos de poder (“el rascacielos de hoy día es una obra maestra de manipulación económica, un monumento al mercado y a destrezas empresarias”). El desafío sigue siendo, pues, no la proeza técnica ni financiera detrás, sino las soluciones realistas del buen diseño. Lo otro afea o, tarde o temprano, desaparece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS