o 02 de Diciembre de 2012
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/12/02/a-las-puertas-del-desarrollo.asp
El buen desempeño de la economía nacional -que las cifras de actividad sectorial y empleo parecen confirmar- nos ha infundido una saludable confianza en que llegaremos a ser un país desarrollado. Pero no nos confundamos: la anhelada meta no está aún al alcance de la mano. Como bien señaló el Presidente Piñera en su discurso de la Enade, estamos en verdad tan sólo a medio camino. Nos separa de la cumbre una pendiente muy empinada y resbaladiza.
Es fácil confundirse con las estadísticas de desarrollo comparado. La meta que se propuso el Gobierno fue cruzar el umbral del desarrollo antes del término de la presente década. Eso nos llevaría a contar con un ingreso por habitante semejante al que entonces tenían Portugal o la República Eslovaca. Hay que aclarar que esos países están recién en el primer peldaño de entre aquellos considerados desarrollados. El nivel de vida en ellos es considerablemente inferior, por ejemplo, al de España o Italia, y está a mucha distancia del que gozan los habitantes de los países más avanzados. El desarrollo, desde luego, no es sólo cuestión de más o menos ingresos, pero sólo una economía próspera permite brindar a todos oportunidades de bienestar y realización personal.
Vamos por buen camino. Es cierto que si mantenemos la actual tasa de crecimiento de los últimos tres años, podremos lograr la meta planteada tal vez el 2018. Pero para ello necesitaremos apurar el aumento de nuestra capacidad productiva, la que todavía no parece adquirir el ritmo necesario. La inversión ha subido, pero -innecesariamente entrabada por los permisos ambientales y otras regulaciones- está aún lejos del 28% del PIB requerido. La creación de empleos ha perdido dinamismo, porque no se ha flexibilizado la legislación laboral para permitir más participación femenina y juvenil. La competitividad de importantes sectores está siendo lesionada por el deterioro de las condiciones externas y el alza de los costos internos, como lo atestiguan los pobres resultados de las sociedades anónimas al tercer trimestre. La Agenda Impulso Competitivo -que se propone eliminar cortapisas varias- ha avanzado más en el papel de los respectivos proyectos de ley que en la porfiada realidad. Importantes medidas para fomentar la naciente industria de las exportaciones de servicios siguen inexplicablemente en la bandeja de los pendientes.
No es bueno el triunfalismo. En lugar de concentrar las energías del Gobierno y los parlamentarios en avanzar hacia las reformas requeridas, los lleva a pensar que la tarea está hecha y atender otras preocupaciones. En lugar de llevar a la ciudadanía a valorar los avances logrados, la hace sentirse defraudada porque no siente haber prosperado tanto. A unos y otros hay que persuadirlos de que hay todavía mucho trabajo que ejecutar antes de hacer cumbre.
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