WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

"Uno es feliz a la sombra de un árbol"

 
Su firma está asociada a hitos de Santiago, como la remodelación de la Estación Mapocho, a comienzos de los 90, luego el parque Inés de Suárez, más recientemente el parque Bicentenario, la Quinta Normal, y el futuro Parque de la Ciudadanía, en paralelo al edificio que se construye frente a La Moneda. Pero Teodoro Fernández, uno de los tres nombres que se barajaron este año para el Premio Nacional de Arquitectura, es un tipo sencillo, que sólo se reconoce como colaborador y amigo de la arquitectura y el paisaje.   

TEXTO, MIREYA DÍAZ SOTO
Diario El Mercurio, VD, sábado 10 de noviembre de 2012



 A Teodoro Fernández le han preguntado varias veces por qué quiso ser arquitecto. Y cada vez llega a la conclusión de que le gusta -siempre le ha gustado- hacer cosas, trabajar con las manos. 

-Todos los niños pasan por los legos. Algunos pasamos por los legos y nos quedamos pegados -dice entre risas.

No hay más razones. Porque en su familia no había arquitectos ni nada parecido. Teodoro, sus padres y sus dos hermanos, uno de ellos gemelo suyo, son una familia de inmigrantes españoles, que llegó tras la guerra en ese país. 

-Mi padre era un técnico mecánico, pero con muy lindas manos. Tenía una letra preciosa. Escribía muy bien y no era un señor que sólo reparaba los tapones de la luz en la casa. Hacía muebles, le gustaba hacer y nos entusiasmaba mucho con, entre otras cosas, dibujar. Él quería que fuéramos todos ingenieros -mis hermanos lo son- pero yo quería ser arquitecto. Me decía: "Somos nosotros solos nomás en Chile. Como arquitecto, ¿quién te va a encargar algo, no tienes una red social. No tienes nadie". No le hice caso, no me he arrepentido y él tampoco. Yo considero que nos ha ido muy bien, ahora estuve en la terna del premio nacional, no es nada de malo.

¿Cómo evalúas tu carrera de 40 años? 

-Yo creo que si es algo mi carrera, es la demostración de que sí es posible ser arquitecto en Chile. Nos hemos dedicado por 40 años a trabajar en los dos campos, la enseñanza y proyectos, y hemos podido hacerlo sin renunciar a esta idea del caso a caso, de preocuparse de cada encargo, de mostrar que los arquitectos podemos decir algo y tenemos las herramientas para hablar y hacer obras en el espacio común. Y en general el trabajo que hemos tenido ha sido casi siempre a partir de concursos, lo cual nos ha permitido tener una obra que si bien no es muy extensa, reúne un conjunto en el que hemos tratado de dar a cada ejemplo una respuesta adecuada al tiempo y a los recursos disponibles, proyectos capaces de materializarse. Eso es mérito de cómo éstos se piensan. 

Teodoro Fernández habla en plural, pese a que es un tipo solitario. Paulina Courard, arquitecta con quien trabaja y que bien lo conoce, dice que su personalidad está en el libro "Los dioses de cada hombre", donde la figura introvertida de Hefesto es la más cercana a él. No se ha casado, no tiene hijos, y él sonríe con pudor y se excusa: "Es de nuestra sociedad chilena, la cosa gira bastante en torno al trabajo, la arquitectura, el paisaje, de los cuales no me considero sólo colaborador sino bastante amigo", dice y reconoce que casi todos los fines de semana está solo en su oficina de Providencia, ubicada en la misma casa por unos veinte años. "Porque entre las clases en la universidad, las visitas de obra, las reuniones, las llamadas por teléfono, etc., a veces no se tiene mucho tiempo para estar cuatro horas pensando. En cambio los fines de semana son bastante buenos para eso". 

Por estos días, su oficina está ocupada, como siempre o casi siempre, en proyectos de uso público y ganados vía concurso: los parques de la Ciudadanía -que estará junto al Estadio Nacional- y el Kaukari, en el centro de Copiapó; el Liceo Alemán de Chicureo; el edificio de Fine Arts, del colegio Nido de Águilas; y quizás el más emblemático, el edificio Moneda Bicentenario -parte del proyecto Legado Bicentenario-, que ocupará el único sitio baldío que quedaba en el barrio cívico, y que albergará oficinas de cuatro ministerios, del Registro Civil y de la Contraloría General de la República.

En su estudio trabajan diez arquitectos, entre ellos su socio durante casi veinte años, Sebastián Hernández, y colaboradores como los arquitectos Danilo Martic y Tomás Mackay. Ex alumnos suyos de Arquitectura de la UC -donde ha sido profesor de taller durante treinta años- suelen ocupar alguno de sus escritorios, sobre todo porque los conoce desde su etapa de estudiantes.

Esta oficina es como un postgrado.

-Lo dices tú, pero sí. Así como hago taller, uno tiene que aprender. Ésa es una manera de mantener una cierta frescura y de no tener ideas preconcebidas respecto a las soluciones. 

Con tu experiencia de académico, ¿qué opinaste cuando Boza habló de sus estudiantes? 

-A ver. Desde mi experiencia de académico y también personal. Entiendo que Cristián no quiso decir lo que dijo y de alguna manera se rectificó al respecto. Pero se colaba entre medio una idea con la cual no estoy de acuerdo. La idea de que el ABC1 en Chile sabe, tiene cultura, conocimiento y un gusto formado. Y que eso va categorizado de arriba hacia abajo. Entonces, primero, en cuanto a la educación y la formación en el gusto, en el arte y en muchos otros temas, el ABC1 chileno deja mucho que desear. Segundo, creo que una clase más emergente u otras clases de abajo, por lo menos no tienen el prejuicio de aprender. Y las universidades sí pueden formar incluso en algo tan complejo como el gusto y el arte. Diría que podría ser mi caso personal. Yo no me podía considerar ni de una clase ABC1, ni de un gusto formado. En la escuela (UC) siempre se ha dicho que nosotros trabajamos con lo que los alumnos traen. Y en ese sentido, cuanta más inquietud y ganas por aprender, y no pensar que uno se las sabe todas, más posible es llegar a una buena formación. Uno puede ser más feliz y puede hacer una mejor vida si sabe más y si tiene incorporado el arte a la visión de la vida o del mundo. 

Santiago es criticado por su expansión desordenada, esmog, en las comunas pobres hacen falta árboles. Sin embargo, hay hitos como parque Bicentenario, los arreglos de la Quinta Normal, el futuro Parque de la Ciudadanía y tu nombre está detrás de ellos. 

-Mira, esto nació un poco por la preocupación y también por la oportunidad. Porque en Santiago no se hicieron parques o espacios públicos desde 1910 hasta casi los 90. Tal vez lo único fue lo que se hizo en el entonces parque Intercomunal, en los años 60, 70. Obviamente la ciudad invirtió en el cerro San Cristóbal. Pero cuando hicimos el parque Inés de Suárez, en 1994, no fue solamente por la inquietud personal o de si los arquitectos podíamos decir algo de los espacios públicos. Surgió también la oportunidad de hacer a través de concursos y, sobre todo, por la capacidad del Estado y de los entes municipales o centrales, de tener los recursos para realizarlos. Si no, seguiríamos en la discusión. 

¿Tú compartes la idea de que Santiago necesita algo así como un intendente arquitecto, alguien que esté pensando la ciudad?

-Los arquitectos siempre estamos pensando la ciudad. Todos. Porque la estamos observando, porque nos toca construir, nos toca hacerla, etc. Ojalá sí tuviera una mirada global más de arquitectura que normativa. Porque tiene un plan regulador que se hace centralizadamente, pero la aplicación es comunal. Esto que parece bueno se entrampa en el caso a caso. En Chile se ha evitado la discrecionalidad, entonces todas las normas tienden a ser sumamente rígidas. Hoy en día se discute de participación. Sin embargo, también es una norma que influye en muchos otros lados, que haya una opinión respecto a todo, de todo el mundo. Yo creo que vamos avanzando en la medida en que cada vez Santiago tiene más ciudadanos, es decir, gente que no sólo es habitante de la ciudad sino que se interesa por ella. Hay grandes diferencias de recursos, de inversión y de contar con profesionales. En ese sentido sí es necesaria una mirada global, aunque cada vez hay más esfuerzos. Chile ha triplicado su ingreso per cápita, por lo tanto ha triplicado los estándares de la gente. Lo que no se veía posible hace 30 años, hoy día ésta piensa que sí es posible. Y que sí tiene derecho.

¿Cómo ha sido la participación ciudadana en tus proyectos públicos?

-Uno como arquitecto también se siente un poco intérprete del habitante. La participación ciudadana consiste en involucrar a los actores que suelen ser los más cercanos. Sin embargo, muchas veces éstos se transforman en grupos de presión que defienden sus propios intereses y no los generales. Recuerdo cuando nos juntábamos con los vecinos de Vitacura por el parque Bicentenario, ellos preferían que allí se hiciera un club de golf, porque ese lugar iba a verse invadido por otra gente de otros barrios. El alcalde logró revertir la situación e insistir en que debía ser un espacio público abierto a todo el mundo, en fin. Pero hubo que sacar las canchas de fútbol, un parque de skate... Cuando hicimos el Inés de Suárez la gente decía que el parque iba a ser para puros marihuaneros, inseguro. Entonces, hay que asegurar que estos espacios públicos no se privaticen. Y eso se logra a través del diseño y fundamentalmente a través de una administración y una política que insista en que es abierto y para todos. Incluso para los animalitos. Tienes que dar lugar a todos sin que ninguno se apropie. 

El interés de Teodoro Fernández por el paisajismo viene, por una parte, de su preocupación por lo que queda entre medio de los edificios hechos por "una arquitectura discontinua". Pero también por lo que sus padres le transmitieron al tener un gran cariño por San Sebastián, su ciudad de origen, considerada una de las más lindas de España: "Reúne una geografía muy especial, no hay grandes obras de arquitectura, es una ciudad más bien pareja, pero sí el efecto urbano del total es muy notable". 

Y agrega: "Después trabajé con Mario Pérez de Arce, que fue profesor mío. Él tenía un conocimiento de la geografía y del paisaje de este país muy vivido. Fue al primero a quien le escuché lo que hoy todo el mundo dice: que en Chile lo más notable es el paisaje. Con mucha menos superficie que Argentina, tenemos terrenos más productivos y muy variados, lo que hace que este país sea habitable, agradable, fértil. Entonces, de descubrir esta magia en el paisaje viene mi interés y eso unido a este lugar, Santiago, donde es relativamente fácil vivir. Uno aquí es feliz a la sombra de un árbol. Eso pueden ser nuestros lugares públicos, si basta con tener una sombra y donde estar tranquilo, que no te atropellen, y listo". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS