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No hay nada coherente y articulado a lo que podamos llamar “oposición” tampoco...‏



Voto de rechazo

por Fernando Villegas

 Publciado en La Tercera, 29 de octubre del 2012

La sensibilidad política nacional, si acaso así puede calificarse el estado de ánimo prevaleciente y la clase de ideas o consignas que aquella alimenta, claramente se ha desplazado en su centro de gravedad llevando a éste hacia un punto que podríamos, provisoriamente, llamar “izquierda”. Lo hacemos a falta, por el momento, de un vocablo más exacto para describir la estación de llegada de un movimiento que, en realidad, pareciera caracterizarse por el hecho de no haber tal estación de arribo sino sólo una de partida, una de la que el país quiere alejarse pero sin tener una concepción común acerca de cuál sería la de llegada.

En otras palabras, esta elección habla mucho más de un rechazo de lo que es y/o ha sido, que de una positiva intención de darle apoyo a un ideal, modelo o alternativa societaria. Porque, en verdad, no hay tal meta común. No hay tal agenda común. No hay un programa alternativo común. Hay, en subsidio, una rabia común, una vociferación común, un afán común de herir a alguien por desgracias, pérdidas y cuentas acumuladas y sin cobrar a lo largo de décadas. Por lo mismo esos votos que desplazaron a Labbé y a tantas figuras de la Alianza y de la tradición -aun la de “izquierda”- no son partes constitutivas de un cuerpo político unitario, de uno que pudiéramos considerar como entidad singular, con nombre y apellido, siquiera con un apodo. No hay nada coherente y articulado a lo que podamos llamar “oposición”.


Cuando hablamos de ese modo simplemente tomamos un atajo para mencionar con una sola palabra a todos los que NO son del gobierno y NO son de la Alianza. Equivale, de hecho, a sumar peras con manzanas porque los votos de ayer, los antialianza y los antigobierno, son demasiado distintos. Son legión. Son votos comunistas, votos de los viejos liberales de antaño, votos de los partidarios de Marco Enríquez-Ominami, votos democratacristianos, votos de los jóvenes iracundos, votos concertacionistas con sensibilidades pro “gobernabilidad” y votos de quienes hablan de transitar hacia la izquierda. Quizás hasta haya votos anarquistas. Hacer una suma de tan heterogéneos elementos para luego decir que tal o cual porcentaje mayoritario del país “quiere” tal cosa, sea tal cosa “ir hacia la izquierda” o apoyar a la Concertación, es una falta grave de la inteligencia conceptual y/o un acto mayúsculo de oportunismo político.


Las  raíces

Tanto el elevado nivel de abstención como al desplazamiento de votos -recordemos que es un término provisorio- hacia la izquierda, emerge de un factor común, aunque poderoso: el rechazo. Fue una votación que habló menos de metas a las que ir -como la vieja ilusión de “construir el socialismo”- que de estados de cosas de los cuales huir, rechazar, patear. Sólo ese terreno común de grupos e individualidades tan distintas no sirve para construir nada, pero sirve para demoler.


¿Sus raíces? Durante 40 años -20 de dictadura más 20 de Concertación- el país, por razones paralelas y a veces hasta opuestas, acumuló un nivel de fastidio con el statu quo que simplemente alcanzó, a partir del 2010, una masa crítica. Tal cosa este cronista -perdonen la autorreferencia- ya lo había advertido en Tolerancia Cero en varias oportunidades y lo examina en detalle en su último libro, Apokalypsis. Por lo demás se trata de un hecho que ya lo sabían o sospechaban casi todos y la única diferencia es que ahora el fenómeno se puede medir con algo más de exactitud que simplemente contando cabezas en una manifestación callejera.


Y cuando esto sucede, cuando contingencias históricas  entran en sincronía y ponen en ebullición toxinas que se acumulaban hacía mucho, poco importa para la furia y el rechazo y las ganas de castigar a alguien o a muchos el hecho simultáneo del mejoramiento de las cifras de empleo, el aumento del PGB y el evidente alza del nivel de vida de más y más estratos de la sociedad. Vivimos una revolución en cámara lenta de la cual estas elecciones son un tibio, refractado anuncio, así como las marchas del año pasado lo fueron en clave de estruendo.

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