Vivían en Chile, eran miembros de la colonia siria, y querían hacer el viaje a sus raíces que sus padres no habían alcanzado a realizar. Iban a ir a Homs, la ciudad de donde habían venido los primeros inmigrantes. Y antes de Homs recorrerían las principales capitales de Europa. Eran los años de la Unidad Popular. Tiempos revueltos, convulsos. Muchos de ellos eran comerciantes y muy sensibles a los vaivenes de una economía disparada donde el precio del dólar no se estaba nunca quieto y el mercado negro era pan de cada día. Finalmente treinta y ocho miembros de la colectividad siria radicada en Chile contrataron el tour y se subieron a un avión el 24 de septiembre de 1972. A última hora se decidió agregar Moscú en el itinerario. La ruta finalmente establecida fue: Santiago-Madrid-Londres-París-Leningrado-Moscú-El Cairo-Damasco-Homs-Beirut-Roma-Santiago. Un largo recorrido que los tendría fuera por más de un mes. Entre ellos viajaban José Awad y su esposa, María Dolores Covián. Pepe y Lola para sus cercanos. El 5 de octubre de 1972, Pepe y Lola escribieron una postal a las dos de la tarde desde París y la despacharon por correo a Santiago: "Llegamos ayer a París como a la una de la tarde y hasta este momento no hemos descansado un minuto, pues estuvimos de pie casi toda la noche yendo de una boite a otra. Durante el día nos llevaron a recorrer la ciudad, que es tan grande que cuando salimos solos nos perdemos a pesar de que andamos con un mapa de París. Hace unos días leímos en un diario que hubo un terremoto en Chile, estamos muy preocupados porque no hemos sabido nada de ustedes ni de Santiago tampoco. Escriban para saber cómo están todos. Hasta muy pronto. Lola y Pepe".
La postal viajó a Chile, pero Lola y Pepe y los otros treinta y seis miembros de la colonia siria que soñaban con llegar a Homs no tuvieron la misma suerte: el mismo día en que un avión con rugbistas uruguayos se estrellaba en la Cordillera de Los Andes, el viernes 13 de octubre de 1972, un avión arrendado por Aeroflot con casi ciento ochenta pasajeros sufría un accidente mortal a pocos kilómetros de Moscú. En este avión viajaban Lola, Pepe y los demás.
Carolina Awad, hija de Lola y Pepe, tenía entonces seis años y al cabo de un tiempo recibió junto a sus hermanos la noticia de boca de su abuela y unos tíos: "Los papás murieron". Conserva pocas imágenes de esos días. Recuerdos tenues: una hermana que llora y sale al jardín. Recuerdos más vivos: la casa familiar de calle Eleodoro Yáñez.
Carolina Awad me invita a conversar. Necesita hablar del accidente, completar el duelo. Ella era una niña y no tuvo la oportunidad de cerrar esa herida abierta. El viernes 20 de octubre de 1972, en el Salón de Honor del Estadio Sirio, fueron velados los supuestos restos de las víctimas, y después llevados a la Recoleta Dominica, donde un grupo de sacerdotes concelebró una misa fúnebre. Todos los adultos que estuvieron ese día en el Estadio Sirio y en la iglesia sabían que esas pequeñas cajas no enterrarían restos, sino solo recuerdos.
Han pasado cuarenta años de este accidente y es muy poco lo que se ha hablado de él. La colectividad siria radicada en Chile contrató en su momento a un par de abogados para que viajaran a Moscú a investigar qué había ocurrido. No lograron nada. Nunca hubo información oficial sobre lo sucedido. Se tejieron varias hipótesis: desde que pudo ser un atentado, una bomba que estalló en el aire, hasta que el avión cayó en medio de una fuerte tormenta después de sufrir un cortocircuito en el ala derecha. Rumores que jamás podrán convertirse en información.
Carolina Awad se emociona recordando. Sabe que el accidente del otro avión con los rugbistas uruguayos en la Cordillera de los Andes y el modo increíble en que varios de ellos sobrevivieron desplazó al completo olvido la historia de Lola, Pepe y los demás. Pero ella no quiere olvidar. Aun cuando muchas de las imágenes que conserva de sus padres caben en una postal enviada desde París, sabe que traerlos a la memoria es un paso necesario para entender su propia historia. Yo la escucho atentamente, y la abrazo con estas palabras.
Gracias por recordarnos esta historia Francisco, pese a la tristeza del relato. Yo no tenía conocimiento de este otro accidente que causó tanto dolor a las familias sirias en Chile. Mis respetos a las 4 hermanas Awad hijas de Lola y Pepe.
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