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Salario mínimo: seamos serios



por Sebastián Cerda - Diario La Tercera 20/07/2012 


PARECE QUE en la discusión técnica sobre el salario mínimo hemos perdido el rumbo y algunos economistas locales tienen algo de responsabilidad en aquello. 

En cualquier libro de texto básico de economía, uno de los primeros casos con el que se enseñan los perjuicios de las intervenciones estatales en un mercado competitivo es el del salario mínimo. Dado que éste genera desajustes entre oferta y demanda, la conclusión es que fijar remuneraciones mínimas implica mayor desempleo y pérdidas de bienestar para la población. 

El análisis anterior es extremadamente simplista, porque asume que el mercado del trabajo se comporta de manera competitiva, donde cada empleo es ficticiamente rematado al mejor postor. La realidad, por cierto, es más compleja y tenemos una buena idea que las relaciones laborales son de orden más bien bilaterales. En un mercado de este tipo pueden existir ganancias de establecer relaciones de largo plazo y ese valor será mayor en la medida en que los costos de juntar un trabajador con su empleo sean altos. La remuneración acordada viene de un proceso de negociación sobre la división del valor de la relación de largo plazo y, por lo tanto, el concepto de un salario único que iguala oferta con demanda puede tener menos sentido.

Algunos concluyen que lo anterior configura razones de eficiencia económica para subir el salario mínimo. De esta forma, si el valor de una relación de largo plazo entre un trabajador de baja calificación que gana el mínimo y su empleador es alto, y si este último tiene poder de mercado suficiente como para perjudicar al empleado en la negociación, entonces es plausible que la fijación de remuneraciones sea una buena idea. En mi opinión, estos son demasiados “sí” como para tomarse esta idea como algo más que un caso especial.

Nuestra labor como economistas es aportar a la discusión de las políticas públicas desde un punto de vista técnico y me parece un poco peligroso señalar que, dado que existen casos teóricamente plausibles en los cuales alzas en el salario mínimo pueden ser buenas, entonces nos apartemos de la discusión pública y se diga que no podemos opinar. 

La evidencia gruesa brinda señales claras de que las alzas de salario mínimo en Chile durante las últimas dos décadas sí han tenido efectos nocivos sobre el empleo. Desde 1998, el salario mínimo ha subido un 30% más que el salario promedio de la economía, y la gran alza en desempleo poscrisis asiática estuvo particularmente concentrada en el empleo de baja calificación, justamente al que le afectan los cambios en el salario mínimo. 

Lo más preocupante es que me parece que este debate puede dejar la impresión de que los economistas no tenemos consensos claros sobre qué hacer con el salario mínimo. La verdad no es así. La teoría es bastante clara: esta es una forma muy ineficiente de ayudar a los que ganan menos y, en general, es muy perjudicial para los pobres fuera del mercado del trabajo. Hay buenas razones por las cuales el salario mínimo sigue siendo un ejemplo típico de libro de texto. Al argüir técnicamente por un mayor salario mínimo sólo se favorece la intuición del lugar común de una persona de la calle o de un político. Eso no es de economista responsable.

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