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Entre el rencor y el resentimiento, los abusos y las injusticias, la violencia y la majadería, el letargo y la conveniencia, el activismo, el ocio y la pereza mental…‏



Activismo Itinerante Sociedad Ilimitada
por Fernando Villegas,   sábado 14 de julio de 2012
“ALEGRIA” es el inadecuado apellido del belicoso caballero, quien, a título de líder transitorio de los trabajadores de un call center en huelga, instó a dos o tres de ellos a tenderse junto con él en las vías del Metro, arruinándoles así la mañana, con ese presunto martirologio, a unas 50 mil personas, a las que además pusieron en riesgo, porque no es chacota abandonar un convoy y caminar en fila india al costado de rieles electrizados. Alegría no es ni trabajador de ese call center ni es la primera vez que encabeza una “instalación” de ese tipo. Al parecer, va de huelga en huelga ofreciendo sus servicios como técnico en efectos especiales. De hecho, un ex colega, dirigente de otro sindicato, dijo que Alegría, lejos de satisfacerse si parece que se llegará a un acuerdo, presiona para llevar las cosas más lejos. Como el héroe de “Corazón Valiente”, va hacia donde el adversario a buscar mocha y evitar un arreglo. Luego lo definió como un tipo “conflictivo”. Tal vez lo sea, pero de seguro no es ni original ni tampoco el único dedicado al oficio. Según nos han informado personas que estuvieron en Freirina y en Aysén, hay un destacamento conformado por un número sustantivo de sujetos -algunos hablan de 100 a 200- que hacen las veces del  ”sturmgruppen” del progresismo, tropas de asalto que hoy en día van a la segura contando como cuentan con la simpatía y comprensión de muchos comunicadores, fiscales de garantía, políticos y público en general, amén de la patética impotencia de la policía. Los financian o fuentes que “prefieren permanecer en el anonimato” o cotizantes sindicales convencidos que acaban de toparse con 100 a 200 encarnaciones de Juan el Bautista. Unos y otros, los pagados en cómodas cuotas sindicales o financiados por amistosas ONG, estuvieron todo el 2011 y están el 2012 en exactamente la misma faena y han avivado ya varias cuecas. 


Contactos

Estos personajes no están exentos de contactos con la izquierda chilena y personeros de la oposición. Para estos últimos, como no es secreto para nadie, un ánimo de beligerancia, problemas, paros, movimientos y marchas les resulta beneficioso en vistas de las elecciones, si bien algunos prohombres de ese sector, en especial los más inteligentes, como Camilo Escalona, comienzan a vislumbrar que el sembrar vientos traerá tempestades… que se desatarían justamente durante la eventual segunda administración Bachelet.  Como sea, la misión de estos activistas itinerantes es extremar las cosas si van demasiado suaves y agitar los ánimos si se ponen mustios. Y cuando el petitorio es demasiado razonable y factible, entonces lo hacen más exigente y pendenciero. Lo vimos el 2011 con la segunda hornada de dirigentes del movimiento estudiantil, quienes, de hablar de la plausible “calidad de la educación” que todo el mundo vitoreaba, pasaron a exigir reformas constitucionales. Y por cierto, a los activistas les preocupan también las  tácticas; si estas se limitan al tradicional redoble de bombos y sonata de pitos desde una vereda, entonces proponen “medidas creativas”, como la pampirolada del Metro o subirse a un techo y amenazar con arrojarse al vacío. Pero lo esencial en la tarea de este rabioso sindicalismo itinerante no es simplemente hacer más ruidoso y eficaz el movimiento particular al que prestan sus desinteresados servicios, sino cumplir con la faena clásica recomendada por el manual de cortapalos revolucionario desde la época de Lenin. Esa faena se llama “agudizar las contradicciones”.


“Agudizar las Contradicciones”

Se trata de una táctica tan vieja como la teoría y práctica del marxismo y quizás aún más. La idea central es esta: en todo orden social hasta ahora conocido los trabajadores han sido y son víctimas de una clase dominante que atornilla su poder de clase en un sistema legal, cultural, político y militar, por lo cual, si se quiere liberarlos y con ello liberar a toda la humanidad, incluyendo a los explotadores, a quienes se liberaría de su pesado aunque remunerativo rol de tales, es preciso demoler ese sistema en su totalidad. El problema es que solo un grupo pequeño de iluminados se da cuenta de todo eso; los explotados mismos, por serlo, están entontecidos y no lo hacen, y a lo más se agitan por demandas locales. Si se permite que las satisfagan, que se les arroje esa migaja desde la mesa de los señores, retornan a la pasividad de siempre y el sistema, ahora un grado menos opresivo, se hace plausible y se perpetúa. La tarea, entonces, es usar, instigar y sobreexcitar esas demandas locales para al fin iluminar a los explotados y hacerlos conscientes de su condición. Y para ese propósito los conflictos locales deben ser agudizados; esto es, no sólo extremados, sino ojalá prolongados. De acuerdo a esta metodología, quien reclama por un mejor salario ha de terminar dándose cuenta, mediante esos métodos, que es su condición de asalariado misma y no su monto la raíz de todos los males.
 

Vocación

Como toda actividad y/o institución, esta, la del Activismo, requiere y selecciona gente ad hoc. No cualquiera puede ser activista. La persona común y corriente, especialmente en Chile, es amiga íntima de la pasividad. La energía contestataria del chileno, si es dejada a su suerte, se agota en una semana. El “clamor popular” tiende a ser, en nuestro país, un rezongo privado que se ejercita frente al televisor avivando las marchas del prójimo. Ultimamente se han sumado los cacerolazos, pero estos no son mucho más exigentes en materia de hormonas que las quejas frente a la pantalla. Se necesita gente “activa”, lo que en este caso significa gente cuyo caudal de rencor y resentimiento sea superior al normal, de modo que nunca nada los satisfaga, ningún acuerdo los deje en paz, ningún trato les sea suficiente, nunca estén tranquilos y todo entendimiento les parezca una traición. A esa raza pertenecen Alegría y el resto del elenco. 


Caldo de Cultivo

Por cierto, la acción y aun la mera existencia de estos señores no es gratuita. Alegría no podría haber creado un sindicato de subcontratados si no existieran los subcontratados. Y estos últimos no le hubieran dado bola de estar adecuadamente pagados. Las injusticias o abusos hacen posible, de hecho hacen necesarios, a los activistas. Artificiosa y hasta odiosa como pueda parecer su labor, desagradables y desaforados como son siempre los profesionales de la revuelta perpetua, estrechas de miras sus visiones de sociedad, confusas y hasta peligrosas sus construcciones utópicas, sin esta algo molesta y fastidiosa variedad del género humano, las situaciones abusivas se prolongarían hasta el día del Juicio Final a la espera de las sanciones divinas. Los activistas, independientemente de sus virtudes, méritos, defectos, distorsiones y majaderías, son necesarios cada cierto tiempo, tal como lo es fumigar cada tres o cuatro meses los rincones. Repletos de profundos rencores personales, con su acción actúan como catalíticos de los resentimientos justos e injustos de los demás. Esa mezcla desencadena un inevitable estropicio, pero es el único combustible conocido que motoriza las sociedades y les permite salir del letargo de la conveniencia, la costumbre, el ocio y la pereza mental. 

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