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Downtown - Sólo esperar que la vida se explique por sí sola...‏



Mi primer año con FátimaEl fin de un ciclo
por Claudia AldanaDiario El Mercurio, Martes 10 de Julio de 2012

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Escribo esto en el día de mi cumpleaños. Anoche la Fátima durmió sin despertarse en toda la noche, y ha sido uno de los mejores regalos que podría recibir. Cierto, antes de acostarla la llené de comida como ganso destinado a ser foie gras, tal como me recomendó otra mamá, y funcionó. Lules está empezando a extrañar el jardín y ya cede ante la posibilidad de volver aunque sea por un par de horas. Vamos en camino a restablecer su rutina. La vida es buena. Y yo miro el calendario y veo que hace exactamente un año les conté en estas páginas que mi segunda hija había nacido con síndrome de Down. Un año después, creo que haber compartido esta historia fue una excelente opción. Me aterró al comienzo, pero creo que le achunté. Agradezco el espacio, la recepción y el cariño entregados.
Fátima fue hace unos días al neuro-oftalmólogo. Estábamos seguros de que saldría con lentes: hace seis meses le detectaron un astigmatismo de 4,5. Y como a mi hija menor le gusta lucirse, resulta que ahora sólo tiene 0,5: se libró. Hasta un año más, en que vuelva a controlarse. El doctor me da la buena noticia y la emoción me inunda. No sé cómo explicarles en palabras, pero siento que cada día la Fátima me recuerda que los pequeños milagros existen, que hay alguien gigante que la cuida y protege, y que mi vida desde que ella está con nosotros está cargada de bellas sorpresas. Llega gente nueva, maravillosa, a acompañarnos, y sólo puedo decir gracias.
Hace un año, me planteé el desafío de hablar sobre los niños diferentes. Me costó, porque expuse en estas páginas mis miedos, mis alegrías, mis temores y mis reflexiones. A veces me leí y me puse colorada por la falta de pudor, porque aunque no lo crean, igual me da plancha. He tenido la suerte de poder conversar con ustedes a través de este medio y debo reconocer que lo voy a extrañar. Compartir con ustedes mis alegrías y mis temores, que son los mismos que los de cualquier mamá, me ha hecho más fácil el debut en la maternidad. Y por supuesto, lo agradezco.
Pero se vienen nuevos desafíos. En pocos días más saldrá a la venta mi nuevo libro, "Downtown: cómo la llegada de un niño con síndrome de Down mejora la vida". Y también tendré un sitio web donde comunicarme con ustedes. Es mi nuevo proyecto, se llama "Una Mamá Chilena" y seguiré contándoles sobre los avances de mis hijas. Porque ya soy adicta a poder reflexionar con ustedes sobre lo que la vida nos va planteando.
Sin duda que tengo muchos desafíos por delante. Aún no hemos hablado sobre educación para quienes tienen capacidades diferentes, pero es un viaje que aún no inicio y que debo reconocer que sigue asustándome. Pero si hay algo que la Fátima me trajo de regalo en su estreno en la vida, fue la capacidad de aceptar que nada está bajo mi control. No podemos planear lo que pasará, sólo esperar que la vida termine de explicarse por sí sola. Sé que se vienen malos ratos, que más de una vez me voy a frustrar, que me voy a enojar con el mundo y que me voy a lanzar un piquero en los chocolates cuando la rabia me supere. Pero estoy aprendiendo a soltar. A avanzar, y a dejar que las cosas pasen. Un poco de hippiesmo en la vida no le hace mal a nadie.
Me detengo a pensar en qué más quiero decir en esta última columna y veo en el umbral de la puerta a mi Fátima. Afirmada de la Inés, viene dando sus pasitos, aún endebles, pero orgullosos. Escucho que me dice hola y su carita se ilumina. Pienso que si esta fuera una película, sería un excelente final. Pero esto es la vida, mi vida, y sólo me queda decirles... continuará. Y ya nos leeremos de nuevo.

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