Cristo en los Evangelios
está continuamente
brindando un saludo de paz
e instando a confiar y a no temer.
Es por ello que no es el miedo
lo que debería religar a los creyentes.
El diálogo entre creyentes y no creyentes
sería más fructífero si ambos fuesen
más humildes para reconocer
que estamos ante un misterio,
el de la vida misma y todo lo demás,
que es más grande que nosotros mismos.
Resulta inconducente y agotador
el camino de la descalificación sistemática
en lugar de recurrir a la persuasión razonada
que ciertamente es más exigente.
Es comprensible esta actitud
porque la complejidad central
de la naturaleza humana
está en nuestras emociones,
no en nuestra inteligencia.
Las habilidades intelectuales
son un medio para llegar a su fin.
Las emociones determinan lo que el fin será.
Las emociones tienen una historia más larga
y raíces más profundas que la inteligencia.
Para que estos diálogos sean fructíferos
y todos crezcamos, es necesario,
al igual que cuando
se confrontan fe y ciencia,
el percatarse que éstas
están más en tensión que en conflicto.
No es que choquen, se tironean.
Una por su propio método de auscultar
una parte de la 'realidad'
desconfía y verifica todo lo que puede.
La otra, no es que abandone la verificación
pero al estar fundada en el amor,
funciona por otros canales y por eso confía.
El que ama no necesita verificarlo todo.
Los celos enfermizos siempre
lo están verificando todo
y nunca están tranquilos
porque desconfían como principio.
Por eso el amor tiene que ser
más que un sentimiento
para que sea fiel y permanezca.
Somos todos tan frágiles
a pesar de nuestras actitudes
soberbias y grandilocuentes.
Es al revés la cosa, conviene ser humilde
hacerse pequeño, con esa maravillosa
capacidad que tienen los niños,
de percatarse de lo esencial
sin perder su natural alegría.
Tal vez no esté tan descaminado
volver a aquel antiguo poema anglosajón
que conmemora la batalla de Maldon:
«El pensamiento será más riguroso,
el corazón más entusiasta,
el coraje mayor,
cuando nuestra fuerza flaquee…»
Dios los bendiga
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