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La hermosura de esas pisadas por Pedro Gandolfo


Diario El Mercurio, Domingo 17 de Junio de 2012


El armónico entrechocar de una materia ardiente con la esmerada contención de las formas... deja flotando resonancias alternativas...

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La poesía de Oscar Hahn es aparentemente extemporánea. El atributo de aparente alude a que lo "contemporáneo", lo poéticamente más al día, también posee sus propias convenciones, sus clichés, sus formas (o formatos) en la sombra, latentes pero no menos actuantes, sus tópicos en cuanto a tono, estilo, asuntos, sus exclusiones. La obra poética de Hahn desborda esos límites calladamente y se emplaza en lo actual, sin duda, pero desde una perspectiva permanente arraigada en las lecciones esenciales de la tradición literaria, visión que se plasma en una cadencia serena, en un lenguaje refinado y una musicalidad murmurante, en un pulimento de los bordes y asperezas del decir, en un esmero por los equilibrios y simetrías, bastante inusual en el panorama poético de nuestros días, pero que, en sus momentos más altos, alcanza esa cualidad casi inefable de lo clásico.
En No hay amor como esta herida -una antología que reúne los poemas eróticos de Óscar Hahn dispersos en distintos libros y que vienen de este modo a completar, oportunamente, esta vertiente que Hahn ya despliega deslumbrantemente en Mal de amor y Flor de enamorados - se advierte el armónico entrechocar de una materia ardiente con la esmerada contención de las formas. Hahn abomina los excesos de la retórica lírica y se deja llevar por la sabiduría que proviene de la modesta sonoridad y semántica de las palabras, palabras que va engastando en los versos como piedras de un complejo mosaico.
En efecto, al leer la poesía de Hahn se viene a la mente de inmediato una palabra: oficio. Por ejemplo, considérese el siguiente soneto titulado "Movimiento perpetuo": "Al son de un suave y blando movimiento/ arroyos vas pisando de dulzura./ Tus pasos pisan, pasan por la oscura/ región de mi memoria. Ya no siento// ni el ruido de la puerta ni el lamento/ ni el lecho al irte. Pasa tu hermosura,/ se pierde en el umbral. Tu mano pura/ cerró el vestido.// Créenme dormido/ tus pasos. Pisan, pasan por mi mente/ igual que ayer/ mi pobre sentimiento// qué solo está, qué solo estoy tendido/ mirándote partir perpetuamente/ al son de un suave y blando movimiento".
En este poema Hahn poetiza -hasta desligarla sutilmente de su referente- la soledad del amante que se queda en el lecho, a medio dormir, mientras su compañera, apenas descrita como si el poeta debiera también cuidarse de meter ruido con las palabras, evanescente, se levanta sigilosa, y parte. Las afirmaciones indirectas injertadas en los versos finales "qué solo está, qué solo estoy tendido/ mirándote partir perpetuamente", marcan la dirección final del poema. El hablante mañanero escucha el ruido de los pasos de su amante al alejarse del lecho en el cual aparentemente duerme: un doble sentir lo embarga: la hermosura de esas pisadas que se mueven con ese son suave y blando ("arroyos de dulzura") y el lamento, el lecho vacío, la puerta que se cierra y la partida. Las rimas externas e internas son atinadas y sin rugosidades, el encabalgamiento rompe las unidades de sentido y deja flotando resonancias alternativas, las aliteraciones crean un flujo que sobrepasa la reglas de la sintaxis ("tus pasos. Pisan, pasan por mi mente"), flujo verbal que imita el agitarse sinuoso del caminar.
En la poesía erótica de Óscar Hahn se percibe esa estilización del sentimiento amoroso, de la pasión sexual, que ya se encuentra en los poetas líricos griegos y latinos y en la gran poesía erótica provenzal, con la que los versos del autor chileno conserva no pocas afinidades. En esta antología - contenido bajo la estructura de esa cuidadosa estilización- el erotismo da lugar a poemas de sorprendente versatilidad y arrojo: "El amor rompe leyes,/ nada contracorriente y sus ojos escuchan./ De rebeliones y quebrantos está hecho el amor.// Hacia lo alto van los frutos maduros,/ hacia la tierra el vuelo de los pájaros,/ pero su condición no muere.// De nosotros dos está hecho el amor".
A la fuerza de la pulsión sexual y del vigor posesivo del sentimiento amoroso, Hahn opone un poetizar en que un límpido, desasido y transparente verbo, sin opacidades, atiborramientos o recovecos, los expone a la luz de la razón, pero de esa razón que, al decir de Pascal, "solo el corazón conoce". La poesía erótica que alza la voz, que repleta de anécdotas el poema, que hace explícita las escenas y los sentimientos, que grita y gime, que se solaza en la desdicha se halla en el polo opuesto de esta poesía.
La contención poética de Óscar Hahn se aproxima, como contrapartida, a una visión en que la mujer amada es la gran dama, esa figura que acompaña y conduce al autoconocimiento, que posee junto el amor mismo una dimensión metafísica, casi mística, cuyo mirar "apaga las tinieblas de la nada".

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