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La cortina de baño y el canon nacional



por Mauricio Electorat 

Diario El Mercurio, Revista de Libros
Domingo 3 de Junio de 2012


Siempre me ha llamado la atención que en Chile exista un solo modelo de cortina de baño. No me refiero a los diseños, sino al largo, que se calcula normalmente desde la barra hasta el borde de la tina, o de la ducha. Pues bien, ese largo es de 1,80 m, y si usted necesita una cortina que exceda esa medida canónica, le contestarán que debe usar un "protector" o un "forro", esto es, una segunda cortina, más larga y transparente, que es la que realmente impide que el agua salga de la bañera. Pero en el caso de que usted se obstine en no utilizar la segunda cortina, porque le parece demasiado, le quedarán dos soluciones: o bien baja la barra a una altura inferior a un metro ochenta, o bien no le quedará más remedio que comprar dos cortinas de un metro ochenta y agregarle una franja del ancho que necesite su cortina. Sólo así conseguirá tener "una" sola cortina en su bañera, del largo que usted requiere, del color y la textura que sea, pero una... Esto es curioso porque en cualquier otra ciudad de ese vasto territorio extranjero que los escritores del siglo XIX y ciertos locutores de radio de este país llaman el Mundo ("en Chile y el mundo") hay cortinas de baño para todos los gustos. Pero en Chile no. Y fíjese que no estamos hablando de un país socialista, porque un solo modelo de cortina en la Rumania de Ceaucescu o en la Unión Soviética de Brezhnev, se entiende, pero en este Chile a tan pocos centímetros del desarrollo...

Saco a colación este tema no por hacer humor, sino porque en el repertorio de objetos industriales al alcance de una sociedad podemos "leer" muchos rasgos de dicha comunidad. La falta de diversidad de cortinas de baño dice algo sobre nuestro gusto por la uniformidad, sobre la falta de diversidad en muchos otros ámbitos de nuestra vida colectiva (sería interesante dedicarle unas páginas a la moda en Chile, como una práctica que en vez de expresar singularidad, es ante todo manifestación de pertenencia social).

Pero vayamos a la literatura. Leo, con regocijo, que estamos en el año de Manuel Rojas, de quien se reeditará una serie de libros, con motivo de la conmemoración de su llegada a Chile en 1912. Lo curioso, en este caso, no es que Manuel Rojas "regrese" a nuestras librerías, que se lo celebre y que vuelva a ocupar, como se merece, un lugar preeminente en el canon de nuestra literatura. Lo que nos debe interpelar es que haya salido de dicho canon. Lo curioso, y diría, lo escandaloso, es que haya habido décadas durante las cuales un lector de Manuel Rojas, y hablo por experiencia propia, debía procurarse sus libros rebuscando en librerías de segunda mano y no siempre con fortuna.

Los estudios culturales y literarios (Even Zohar, Bourdieu, entre otros) nos dicen que en las transformaciones del canon -es decir de aquellos objetos culturales que una sociedad decide preservar y transmitir, pues los considera imprescindibles a su supervivencia cultural- se expresa la selección de una cultura dominante. A mi juicio, Manuel Rojas salió del canon chileno básicamente por dos razones: primero, porque para la cultura dominante del Chile de la dictadura, lo que Bourdieu llama el "campo literario" -las editoriales, las universidades, las revistas especializadas, la prensa- pasó a ser un ámbito poco relevante -desde entonces es más prestigioso ser economista que escritor-, cuando no "sospechoso". Peor aún, Manuel Rojas, de alguna manera, "olía a azufre": es decir a anarquismo, a "baja cultura" y a conciencia colectiva de las clases medias emergentes. Pero, además, tras el famoso apagón cultural -la supresión del "campo cultural"- surgió una literatura mucho más centrada en la propia literatura: el realismo había pasado de moda y, con él, Manuel Rojas, uno de sus mayores exponentes en nuestra cultura.

Pero entre pasar de moda y desaparecer hay una gran distancia. Es como si, en Francia, la novela experimental de los sesenta hubiese supuesto la desaparición de escritores como François Mauriac o Jean Giono, o en Argentina Borges y Cortázar hubiesen eliminado de las librerías a Leopoldo Marechal y a Mujica Lainez. Eso, en cualquier otra parte, sería inexplicable. Pero aquí, claro, tenemos una sola cortina de baño...

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