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En memoria del Señor



Monseñor Andrés Arteaga Manieu
Diario El Mercurio, domingo 10 de junio de 2012

La Iglesia celebra permanentemente la eucaristía en el tiempo como testamento y encargo del mismo Cristo. De allí que conserve y transmita, con especial cuidado y reverencia, los relatos de su institución, con las palabras del Maestro que hoy escuchamos en el Evangelio. Celebramos "en memoria suya". Hasta que vuelva a consumar su obra de salvación al final de los tiempos. Cada eucaristía es actualización en el tiempo del único "sacrificio" del Calvario, y es también un "banquete" de comunión fraterna, una "presencia" nueva de Jesús en medio de los suyos y en el mundo. Lo que enseñó Jesús en su predicación, lo hace ahora radicalmente con la entrega de sí en el sacramento, mediante signos eficaces. De allí que la presencia eucarística sea especialmente densa y que el pueblo cristiano lo perciba básicamente y lo exprese en formas diversas y ricas, a través de las devociones populares.

Si el Jueves Santo recuerda y celebra más específicamente las dimensiones de "sacrificio" y de "cena fraterna", la Solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor, en este domingo, destaca esa dimensión de "presencia" actualizada y real de Cristo. Él había prometido que estaría presente con los suyos, hasta el fin de los tiempos. La gratitud por esta cercanía tiene muchas formas de respuesta que hoy es necesario recuperar y actualizar con creativa fidelidad. Es una presencia que interpela al creyente abriéndolo a tener actitudes eucarísticas: la gratuidad y la entrega concreta de sí. Por eso no extraña que muchas iniciativas de compromiso social hayan surgido acompañando y ligadas a experiencias de culto eucarístico. Porque no deja indiferente o inactivo a quien acoge, como María, el cumplimiento de las palabras tal vez más intensas que se han formulado en la historia de la humanidad: el Verbo de Dios se ha hecho carne y ha puesto su morada entre nosotros. (Jn 1,14).

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