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MICRO-OBRA DE TEATRO por Joaquín García-Huidobro
Diario El Mercurio, lunes 21 de Mayo de 2012
Dos ambientes distintos sobre el escenario. A un lado, la cámara del comandante de la Esmeralda, donde se encuentra Arturo; al otro, un ambiente hogareño. Carmela cose sentada o está en la cocina preparando el almuerzo. Afuera, del lado de Carmela, se oyen voces de niños que juegan. Del lado de Arturo se oyen diversas voces marineras, que vienen de la cubierta.
Arturo: No le temo, Carmela, a la muerte que siento que viene; no le temo a la bala ni al sable ni al fuego. Es a ti a quien temo, porque temo perderte hundido en el fondo del mar, donde todo es ausencia. Temo perder esa silla en que coses la ropa de nuestros soldados, la mesa que cubres, los niños que corren. No hay nada de eso allá abajo, y lo temo.
Carmela: No te escribo, Arturo, lo más importante; no te digo las horas que velo, qué eterna se hace la noche, qué clase de penas arañan mi alma; no te cuento que vivo tu muerte en cada camino, en cada segundo, en cada rincón de la casa caído te veo, manchado con sangre, hundido por siempre en aguas oscuras. Lo presiento imbatible, a Grau, al señor de los mares, al bravo marino surcando las olas a la caza del mío.
Arturo: Nada sabes, Carmela, que esperas tranquila al marino que no volverá; duerme al menos, confiada, aún no llegan tus penas, el luto de tu juventud.
Carmela: ¿Qué opondrás a su proa? ¿Qué harás con las balas terribles? Dime dónde esperas el plomo enemigo. ¿Es tu risa más fuerte, es capaz de ahogar al cañón poderoso? Tus modales amables, ¿podrán convencer a la muerte implacable, decidirla a que espere unos años, unos días, un instante siquiera, un momento que albergue a mi adiós? Nada de eso será, son las guerras de hombres, es el mundo viril con sus muertos sin cuento, con sus luchas perpetuas, sus banderas rasgadas por vientos y aceros.
Arturo: Es la patria, Carmela, que reclama mi vida; son los hijos, la tierra, lo nuestro, eres tú por quien muero.
Carmela: Solo callo, Arturo, no te digo que siento vacío el futuro. Yo ya llevo tu pena, yo callo, yo velo. Como viuda nací y así vivo, a la patria te entrego, en el norte yo muero.
Arturo: Lejos, Carmela, esperas, tranquila.
Carmela: Yo muero.

Arturo:
 Nada imaginas.

Carmela:
 Yo muero.
[Entra un marino a la cámara del comandante, que tiene la puerta abierta; se oyen voces marineras que vienen de la cubierta]
Arturo: Teniente Uribe, ¿ha almorzado la gente?
[Se oyen voces de niños, afuera; Carmela abre una ventana y grita hacia el jardín]

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