Para los periodistas de espectáculos
los finales o las noticias tristes,
no son motivo para olvidar de ejercer su oficio
practicar alguna frase novedosa
con la cual improntar un estilo,
marcar diferencias con la competencia,
crearse un nombre y, ojalá,
dejar algo flotando en la mente
del lector que desaprensivamente
se asoma a las páginas catalogadas
con una palabra que alude
al sonido, la imagen o al brillo efímero.
Aunque este último tenga una
permanencia más allá de lo
que normalmente imaginamos.
El historiador Alfredo Jocelyn-Holt,
en una de sus columnas dijo algo
que probablemente estoy citando mal:
«Podemos perderlo todo,
la dignidad, la memoria;
hemos perdido incluso
el sentido del ridículo,
pero no el del espectáculo».
Tras la sensible muerte
de Robin Gibb de los Bee Gees
(que para mí son más recordables
por New York Mining Disaster
que por sus hits planetarios
que formaron parte
de la banda sonora
de Saturday Night Fever.
Al respecto el periodista
del diario El Mercurio
se refiere a Robin:
«Una garganta
que, junto a sus hermanos,
patentó el falsete extremo
que iluminó las discotecas
en los setenta...»
Y en otra página
otra periodista
se refiere al fin
de una afamada
serie televisiva
con estas palabras:
«Gregory House [Dr House]
soltará su último sarcasmo
esta noche en Estados Unidos...»
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