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Bendito silencio




por Andrés Benítez - Diario La Tercera 26/05/2012 - 04:00

EL PERDON del Presidente durante el discurso del 21 de mayo ha sido fuente de innumerables conversaciones, porque nadie esperaba algo así del Mandatario, una persona más asociada a jugar siempre a ganador que a reconocer errores. Menos a pedir perdón. Pero así como causó sorpresa, también fue bien recibido. La idea de tener un Presidente menos exitista, que es capaz de reconocer los problemas, es siempre bienvenida. Fue, en definitiva, un momento en que Piñera logró sintonía con la gente, atributo que le ha sido bastante esquivo durante su mandato.
En política, cuando se logran situaciones de este tipo, hay que cuidarlas. Hay que saber cómo seguir, porque es evidente que una palabra o una frase, si bien pueden crear un momento, no tienen la capacidad para cambiar las cosas. Para que sea efectivo, un gesto de este tipo tiene que traducirse necesariamente en una conducta; de lo contrario, cae rápidamente en el olvido.
Bajo este esquema, el mejor escenario posperdón era el silencio. Esa es la forma de enaltecer y potenciar el gesto. Las explicaciones posteriores sólo lo achican. Es mejor dejar un aura de misterio, una que permita que cada persona haga su propio análisis de lo que significa el perdón. Lamentablemente, el Presidente siguió el camino opuesto y se dedicó a dar entrevistas a cuanto medio de comunicación existe para dar cuenta de sus palabras. Y el aterrizaje no fue bueno. El gesto del perdón se fue desdibujando, a tal punto que terminamos la semana en el mismo escenario previo al 21 de mayo; esto es, con una Concertación que dio por finalizada la tregua que se había establecido a partir del discurso.
Llegar a esto era totalmente innecesario y sólo refleja que hay gente en La Moneda que todavía no entiende que exponer al Presidente a rondas masivas con los medios de comunicación tiene más costos que beneficios. Primero, porque lo vuelve a colocar en un rol demasiado protagónico, algo que, está probado, molesta a la gente. La figura del Mandatario debe ser más reservada, menos accesible. Y eso no lo disminuye, como parecen pensar algunos, sino que lo eleva al estatus que corresponde. Pero eso no es todo. Estas son ocasiones de alto riesgo, porque uno no puede pretender pautear ni controlar los énfasis que harán los distintos medios que entrevistan al Presidente. Y si muchos de ellos destacaron las críticas hacia Bachelet, están en su derecho. El punto es que eso no fue bueno para el gobierno, ya que le dio a la Concertación la excusa perfecta que necesitaba para terminar la tregua y volver a hacer una oposición más combativa sobre la figura de Piñera y sobre la forma de negociar en el Congreso.
El día después del 21 de mayo, todo esto hubiera sido imposible. El Presidente había conseguido quedar como una figura intocable, porque nadie le pega a una persona que ha pedido perdón y que llama a la unidad. Pero sus palabras posteriores lo bajaron de ese pedestal, quedando expuesto nuevamente a todo tipo de comentarios. Esto debiera motivar una profunda reflexión al interior de La Moneda. Entender que quedarse callado no es ceder espacios, sino ganarlos, como lo demuestra el caso de Bachelet. Ella, salvo contadas ocasiones, guarda siempre un bendito silencio. Los resultados están a la vista.

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