Publicado en La Tercera, 22 de mayo del 2012
Para un gobierno que comenzó mirando en menos la obra de sus antecesores no es poca cosa pedir perdón por los errores cometidos. El solo hecho de invocarlo es un trance emocional muy fuerte, porque, para ser sincero, supone arrepentimiento. Y lo cierto es que los arrepentimientos en política suelen servir de poco. No obstante que sabemos que nada hay en los gobiernos que sea irreversible, a menudo para reversar los resultados hay que pasar por la experiencia de perder el poder.
Lo concreto es que el sistemático rigor de encuestas adversas no sólo le bajó los humos al gobierno de Piñera. También lo matriculó en la escuela del realismo, en el cual la política es, por arriba, el arte de construir grandes acuerdos y, por abajo, sólo el arte de lo posible.
La frase que más repitió el Presidente en su mensaje de ayer es que, a pesar de múltiples logros, a Chile todavía le queda mucho. Mucho, porque la pobreza extrema no ha sido derrotada, son miles las familias a las cuales todavía no les llega la prosperidad, queda no menos de una cuarta parte de la tarea de reconstrucción, las brechas de desigualdad son enormes y porque, en fin, todavía estamos lejos de alcanzar ingresos de país desarrollado.
A lo mejor estos reconocimientos no son en estricto sentido testimonios de humildad. Pero, tras las movilizaciones de 2011, dan cuenta de un cable a tierra que no siempre ha estado presente en la política chilena. Se dirá que no basta y que el problema del gobierno es haber perdido sintonía con la base ciudadana y no haber logrado mantener (menos ampliar) su base de apoyo.
Sin embargo, hay que convenir en que no todo está perdido en un país donde la administración central está llevando a cabo su agenda con denuedo pero también con modestia. No lo dijo así Piñera, pero quedó implícito que el gobierno no se puede el carro solo. Por eso llamó también a la oposición y a la sociedad civil a poner su parte en el empeño de empujar hacia adelante. El camino al desarrollo podrá estar más o menos trazado, aunque con grandes incógnitas en temas como capacitación, flexibilidad laboral, medioambiente y energía. Sin embargo, en materia de perfeccionamiento democrático, son muchas las clarificaciones que faltan y será indispensable afrontarlas una vez que nos pongamos mínimamente de acuerdo en el tipo de sociedad en que queramos vivir.
Ayer el Presidente llegó al Congreso Pleno en medio de expectativas sombrías y el riesgo de que la oposición -a raíz de los desencuentros de los últimos días- lo recibiera con un portazo en las narices era grande. Habla bien de la madurez del liderazgo opositor que no haya ocurrido. Lo que necesita Chile son acuerdos, no más conflictos. Y si eso pasa por postergar sentimientos personales heridos, lo de ayer es una buena noticia. El gobierno bajó el tono. La oposición escuchó. El rito republicano se cumplió. Por ahí se parte. Ahora hay que conversar.
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