La Ascensión del Señor/Marcos 16,15-20El Señor Jesús fue llevado al cielo
por Mons. Andrés Arteaga Manieu
Obispo Auxiliar de Santiago
La misión terrena de Cristo
no termina con su muerte en la cruz,
ni tampoco el día de su resurrección.
Por cuarenta días se aparece a los suyos,
hasta que 'fue llevado al cielo',
como narran los Evangelios.
El mismo Jesús
se encarga personalmente
en esos encuentros
de introducir
a los desconcertados discípulos
en el misterio
de su triunfo definitivo
sobre la muerte.
Así sucede
con María Magdalena,
Pedro, Juan, Tomás
y los discípulos de Emaús.
El Señor se manifiesta
con las marcas de la pasión,
pero está vivo.
Y come con ellos,
pues no es un fantasma.
Es 'Él mismo' pero es 'nuevo'.
No viene
desde el mundo de los muertos,
sino donde está la fuente de la Vida,
de la comunión con su Padre.
Los discípulos reciben como don
el comienzo del cumplimiento definitivo
de las antiguas promesas.
En especial,
el perdón de los pecados
y el don del Espíritu Santo
para anunciar el Evangelio
por todo el mundo
a la creación entera.
Pero estos regalos son también tareas.
El Señor se va visiblemente
y los discípulos
no se sienten abandonados.
Llenos de alegría
van aprendiendo a experimentar
nuevas formas de presencia de Jesús.
Lo reconocen cuando desaparece.
Como lo enseña Benedicto XVI
en 'Jesús de Nazaret':
"La ascensión no es un marcharse
a una zona lejana del cosmos,
sino la permanente cercanía
que los discípulos experimentan
con tal fuerza que les produce
una alegría duradera".
Si la alegría
y la cercanía del Maestro hoy
son una realidad experimentada,
es señal de que ha dado pleno fruto
la pedagogía de la Pascua.
Es necesario implorar,
en compañía de María,
la Madre de Jesús,
que el Espíritu Santo
realice en nosotros
nuevamente su acción
renovadora y vivificante.
Jesús está sentado junto al Padre
para continuar su misión.
Asiste a los que asocia
a su tarea evangelizadora
y confirma la palabra
de quienes anuncian
y testimonian
el encuentro con Él.
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