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El apóstol del reemplazante


por Aldo Schiappacasse

Diario El Mercurio, lunes 21 de mayo de 2012


El póster de Roberto Di Matteo debería estar colgado sobre la cabecera de la cama de Andrés Romero y Luis Pérez, para que lo vieran cada mañana al levantarse. Cuando el polémico Roman Abramovich decidió darle la responsabilidad de reemplazar a Vila-Boas, el portugués que tenía al equipo en la mitad de la tabla y con escasas posibilidades de avanzar en la Champions, entendía que por noveno año consecutivo el gran sueño de levantar la orejona estaba perdido. Allí, el magnate del petróleo empezó a ver alternativas para la próxima temporada (el Real, el Barça y el Bayern estaban todavía en su camino) y los nombres de Guardiola y Bielsa sonaron con fuerza para la banca azul: nadie apostaba un peso por Robertino, ni su jefe.

Esa es la primera lección de este cuento: los caminos del fútbol son misteriosos e inescrutables. El Chelsea ganó en Europa cuando menos lo pensaba. Y con un técnico sin historia previa. La segunda es la filosofía que aplicó Di Matteo, que fue a contramano de los tiempos que corren. Cuando todo el mundo alaba extasiado el fútbol ofensivo y hace apologías de los tres puntas, aplicó la máxima del "fin justificando los medios", aunque eso le significara la repulsa de los puristas. Su equipo es el campeón más defensivo y ratonil que se recuerde desde la Grecia campeona de la Eurocopa en el 2004.

El festejo extasiado de Lampard, Terry, Mata y Drogba en el césped de Múnich no admite dudas: nadie iba a cuestionar los procedimientos del campeón a la hora del festejo, aunque con la sangre fría ya puede decirse que ese camino al triunfo requiere de una dosis de fortuna e impudicia superior a la normal. Por lo pronto, y para dejar las cosas claras, Di Matteo es suizo-italiano, jugaba de volante defensivo y el catenaccio corre por sus venas. Actuó en tres equipos suizos en sus inicios, jugó tres años en la Lazio y luego se fue a rematar su carrera al Chelsea, donde militó seis años.

Es, entonces, un "hombre de la casa" en el cuadro londinense, pese a no ser ni oriundo ni canterano. Conoce los recovecos del club, a su extravagante propietario y los métodos de trabajo empleados en los últimos años. Sabía de la urgencia de triunfos y de la necesidad de transformar la pasión de la hinchada en "sangre azul", necesaria para contrarrestar las ínfulas del Manchester United, humillado esta temporada por el City, por el Chelsea y por los vascos de Bielsa, en un pésimo año para sir Alex. Pero, lo que ha logrado Di Matteo es devolverle el orgullo al fútbol inglés en el territorio que más le gusta: una cancha de Alemania, el eterno rival.

¿Cuál es la lección para Romero y Pérez, "hombres de la casa", segundos de emergencia, protagonistas de ocasión, aspirantes al camino propio? Pues la obvia: esta es la chance, es un tiro nomás, hay que conocer el paño que se tiene y, en la hora de la hazaña, tender al pragmatismo frente a rivales inmensamente superiores en juego colectivo e individualidades.

Di Matteo es, desde el sábado, el santo patrono de los técnicos que asumen a mitad de camino, cuando la tormenta arrecia y la fe se acaba. Para ponerlo en un marco, arriba de la cama.

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