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De hace medio siglo‏ por SD



Tenía 9 años.  Llegamos atrasados al Estadio Nacional aquel jueves 30 de mayo de 1962.  Había sol pero estaba más bien fresco. Subimos corriendo las escaleras hacia el sector de galerías ubicado entre la Tribuna Andes y el Marcador. Emergimos con mis hermanos por una de los boquerones de luz desde donde se escuchaba el rumor ensordecedor y profundo de cerca de setenta mil almas que colmaban las aposentarías del estadio. En letras amarillas con fondo negro se indicaba la naturaleza de la celebración. Campeonato Mundial de Fútbol Copa Jules Rimet 1962  Chile 0 Suiza 0. Todo listo, todo dispuesto ya.
No me acuerdo del discurso de don Jorge Alessandri Rodríguez, 'el Paleta', Presidente de Chile en aquel entonces, y sin cuyo apoyo decidido el Mundial no se habría realizado, especialmente tomando en cuenta el terremoto y maremoto que asoló zonas costeras del sur de Chile, sufriendo las peores consecuencias las localidades ubicadas entre Concepción y Valdivia, toda esta tragedia ocurrida apenas 24 meses antes de la magna justa deportiva.
Respecto del desempeño de nuestra selección en el Mundial, había una enorme expectativa, aunque no se sabía hasta dónde seríamos capaces de llegar. De partida, en el grupo de Chile estaban dos equipos, ganadores nada menos de Copas del Mundo: Italia y Alemania. Y en este primer partido,  con Suiza era complicado, sobre todo por que había que plantear una estrategia efectiva para desarticular su famoso cerrojo.
Un gol tempranero del equipo helvético nos puso a todos muy nerviosos. Por eso el gol de Leonel Sánchez al final del primer tiempo fue muy importante.  Nos tranquilizó y comenzando el segundo tiempo, antes de los diez minutos, vinieron dos goles chilenos más: otro de Leonel y el último de Jaime Ramírez que nos dieron la pausa para amarrar el partido. Recuerdo unos coloridos cojines de plástico, rellenos con aserrín con propaganda de Cinzano entre otras marcas, que salían despedidos por los aires, cada vez que se producía un gol chileno.
El equipo  titular del seleccionado chileno:
Misael Escuti, Luis 'Fifo' Eyzaguirre,  Raúl Sánchez,  Sergio Navarro, Humberto 'Chita' Cruz,  Eladio Rojas, Jaime Ramírez, Jorge Toro, Honorino 'Nino' Landa,  Alberto 'Tito' Fouilloux y  Leonel Sánchez. 
Otros jugadores que conformaban el plantel comandado por don Fernando Riera y que se concentraron en una casa que quedaba en la esquina sur oriente de Colón con Hernando de Magallanes en Las Condes: Adán Godoy, Manuel Astorga (arqueros);  Braulio Musso,  Manuel Rodríguez,  Sergio Valdés, Mario Ortiz, Carlos 'Pluto' Contreras, Sergio 'Chepo' Sepúlveda (defensas y medio campistas);  Mario Moreno,  Armando Tobar y Carlos Campos (delanteros).
Los que no conocíamos los entretelones (problemas de disciplina) no podíamos entender que no estuviese Enrique 'Cua-Cuá' Hormazábal, un crack, que  podía casi el solo resolver un partido con un tiro libre, un pase 'al callo' o su inteligencia para distribuir y organizar el juego.
Hace poco más de un año divisé a Braulio Musso, en la explanada que se encuentra entre las torres de Carlos Antúnez con Providencia, los famosos 'escalímetros'.  Me acerqué a saludarlo. Fue muy amable. Le conté brevemente que para los niños de aquella época, ellos fueron unos verdaderos héroes con lo que lograron.
Volviendo al Mundial del 62, recuerdo que días después del partido Chile-Suiza, me tocó presenciar el duelo entre Italia y la Alemania de Uwe Seeler y Schnelinger, que ganaron estos últimos en un día nublado y un partido no muy brillante de mucho cálculo entre dos escuadras temibles.
Ahora recién me doy cuenta de lo privilegiado que fui desde muy chico, al presenciar un Mundial en casa en el  que el seleccionado nacional se ubicara entre los tres primeros.  Ver un partido entre ex campeones mundiales (Para no mencionar el haber sido testigo de magníficos y disputados cuadrangulares, hexagonales u octogonales, con jugadores de la talla de Pelé y Garrincha, la selección de Checoeslovaquia, una potencia en aquel entonces, o el Dínamo de Moscú.  Si agregamos a lo anterior, los clásicos universitarios con barras…que eran tan emocionantes como los interescolares que el Saint George's ganaba en aquella época, año tras año…es comprensible todo esa devoción deportiva que con la que nos contagiaron los curas del colegio y, también, por lo anterior, resulta natural que nos pasáramos tantas horas tras una pelota, en pichangas eternas disputadas en los peladeros de Pedro de Valdivia, donde se estableció el colegio desde su fundación, hasta mediados del año 70, en que nos cambiamos a la Pirámide, cuando nos quedaban pocos meses para graduarnos, alcanzando a experimentar una breve estadía en los otros nuevos peladeros de aquel entonces, hoy convertidos en un vergel.

Dejémoslo los recuerdos hasta aquí (continuará...supongo)

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