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UNA MOSCA EN EL OÍDO

CLAUDIO SEEBACH

El hombre que monitoreó que las promesas del gobierno saliente se cumplieran se dedicó estos cuatro años a catetear a los ministros, a ser una mosca en el oído. Ex director nacional de Un Techo para Chile y fundador de Enseña Chile y Elige Educar, Claudio Seebach (40) ha estado a cargo de la División de Coordinación Interministerial de la Segpres y de la Unidad Presidencial de Gestión de Cumplimiento. A días del cambio de mando, este es su balance.
Por Stefanía Doebbel / Fotografías: Carolina Vargas.
Revista Paula, 25 de febrero de 2014

Todo partió en una montaña. Seebach acababa de salir de Ingeniería Industrial en la UC y venía llegando de unas vacaciones en el Yosemite Valley, en Estados Unidos, adonde había ido a escalar y a pensar sobre qué hacer con su futuro. A la vuelta, un amigo le pidió un favor: servir como guía de Benito Baranda, quien era director del Hogar de Cristo, para escalar el Cerro el Plomo. Seebach, que es montañista y fue miembro del directorio del Club Alemán Andino, aceptó y su vida dio un giro. Luego de un par de semanas, y de una oferta rechazada en un banco, se presentó en la oficina de Baranda y se puso a su disposición. “Benito es una persona que ha entregado su vida al trabajo por los más pobres y desde ese día hasta hoy ha sido un gran ejemplo para mí”, dice Claudio.
De ahí en adelante las oportunidades llegaron solas. A través de Baranda, conoció al padre Felipe Berríos, quien al poco tiempo le pidió hacerse cargo de Un Techo para Chile, cuando tenía 24 años. “Pero no he construido jamás una mediagua y además no soy católico le dije”. “Ni un problema; dale”, le contestó Berríos.
Cuando a George Mollery, uno de los primeros hombres en escalar el Everest, le preguntaron por qué lo hacía, respondió: “porque está ahí”. Por esa misma razón, dice Seebach, aceptó ese desafío y los que vinieron por delante, “porque los ingenieros somos así, nos gusta resolver problemas complejos”. Luego de trabajar con la Compañía de Jesús en Un Techo para Chile, Seebach se convirtió al catolicismo, trabajó para el gobierno del Presidente Lagos como asesor del Ministerio de Obras Públicas, hizo un magíster en Ciencias de la Ingeniería en la Universidad de Stanford y, a su regreso, en 2005, asumió como director del Centro de Políticas Públicas de la UC donde permaneció hasta 2010. Desde ahí creó, junto a Tomás Recart y a otras cuatro personas, la Fundación Enseña Chile, que recluta a jóvenes destacados para dar clases en colegios vulnerables, y más tarde lanzó Elige Educar, enfocada en darle valor al rol social de los profesores.
“A mí los jesuitas me marcaron la vida cuando me pusieron a cargo de Un Techo para Chile a los 24 años, porque me dieron un sentido. La posibilidad de transformar la vida a las personas luego no te permite alejarte. Se enciende una hoguera. Es lo mismo que pasa con los jóvenes de Enseña Chile o de Servicio País”, dice.
Durante estos últimos cuatro años, ha sido el jefe de la División de Coordinación Interministerial de la Secretaría General de la Presidencia y el creador de la Unidad de Gestión del Cumplimiento, un cargo nuevo que se creó en este gobierno con la finalidad de asesorar y apoyar la labor del Presidente y los ministros en la gestión estratégica del gobierno para conseguir que las metas prioritarias se cumplan. Seebach asistió a todas las reuniones del Presidente con sus ministros, a cada consejo de gabinete y reunión interministerial y desde ahí fue la mosca en el oído de cada una de las autoridades: “Recuerda que esta es la meta prioritaria”, “mejor no ir por ese camino”, “falta poner esfuerzos para cumplir ese objetivo”.
Hoy tiene 40 años, está separado, tiene dos hijos y volverá a casarse cuando deje el gobierno.
Faltan 10 días para que termine el gobierno. ¿Cómo encontraste la casa cuando te tocó asumir este cargo y cómo la dejas?
Cuando llegamos no existía información de gestión estratégica de cada ministerio. Esa fue una pega muy grande que tuvimos que hacer en 2010: levantar la información, los datos, los números. Decir: si nuestra meta es llegar a ser un país desarrollado al final de esta década, ¿qué significa eso en pobreza, en educación, en salud? Y ¿qué acciones hay que tomar para eso? Ahora que nos vamos, cada ministerio entregará una carpeta de cumplimiento con logros y desafíos futuros. Lo que más me interesa es que al próximo gobierno le vaya muy bien y que puedan avanzar en base a lo que construimos, así que la idea es hacer el mejor traspaso posible. Además, toda la información sobre nuestra gestión está en la plataforma web www.cumplimiento.gob.cl donde, para cada uno de los ejes prioritarios del gobierno (empleo, educación, salud, pobreza, etc), hay información sobre la estrategia, los objetivos, las acciones asociadas y estado de avance.
Tu labor ha sido estar pendiente de que se cumpliera el plan de navegación del gobierno, ¿cómo cateteaste a los ministros para que cumplieran sus metas?
Tal como era muy importante recordar hacia donde ir, a veces era aún más importante recordar hacia donde no ir. Porque en los ministerios pasa mucho el síndrome de Estocolmo, cuando llega un ministro, la agenda de su cartera lo captura y puede perder el foco de qué es lo relevante para el gobierno como un todo. Más de alguno se pone creativo porque algún funcionario le dice “oye no, lo más importante dentro de este ministerio es esta otra cosa”, y sale con una idea que no estaba en el plan de gobierno. No hay nada peor que un barco que va en una dirección y llega el capitán y dice “no, mejor por aquí”.
Juégatela: ¿qué ministro estuvo tentado en salirse de la ruta?
Atentaría contra nuestro principio contarte algún caso. Mi labor era ayudar a los ministros. No quiero aparecer como un soplón de La Moneda.
“El Estado no es capaz de reclutar al mejor talento directivo por una razón muy simple: pagan una remuneración un 30 por ciento menor que en el sector privado y, además, estás doblemente expuesto al ojo público, a la prensa, a la presión política. O sea, es un suicidio”.
¿Cuáles han sido los objetivos donde se consiguieron mayores logros y los que fueron más pobres en resultados?
En primer lugar destaco las grandes reformas institucionales: la creación del Ministerio de Desarrollo Social, como la institución que coordina la política social en Chile, es claramente uno de los grandes logros. En materia de seguridad ciudadana, la creación del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, en donde creamos una división dedicada exclusivamente a la prevención del delito. Destaco también el trabajo de la reconstrucción; es una de las obras más importantes de este gobierno.
Ya. ¿Pero en qué se ha avanzado poco y nada? 
Yo diría que, a pesar de que las reformas fueron grandes, los resultados en materia educativa van a dar frutos posteriormente a este gobierno. Otra deuda pendiente es la reducción del sedentarismo y de la obesidad infantil. Ahí nos está yendo muy mal, como país estamos perdiendo una guerra brutal, es un problema que no se previno a tiempo; por eso le dimos tanta fuerza al programa Elige Vivir Sano.
Y de las metas que no pudieron cumplirse, ¿cuál es la que más te quita el sueño?
Me hubiera gustado que la Beca Vocación de Profesor hubiera sido mucho más efectiva. Tuvo gran éxito el primer año, pero las movilizaciones estudiantiles lograron instalar una idea muy negativa de la educación en Chile, que nos jugó en contra con la tarea de reclutar estudiantes talentosos. Es una pena que esto no se haya podido mejorar más, que no hayamos podido cambiarlo radicalmente, porque es la clave para mejorar la calidad de la educación.

“Lo más difícil de este cargo es tener la sensación de que todos los cambios y trasformaciones podrían no durar en el tiempo. También tiene un costo en salud importante. Tengo una artritis hace muchos años y este es el peor lugar para estar si tienes una enfermedad que se gatilla con el estrés”.
Pero el problema del Registro Civil parece el ejemplo contrario. ¿Cómo explica la crisis?
Claramente el problema con el Registro Civil representa el antiejemplo del Estado que buscamos. La crisis es el resultado de una serie de problemas que se vienen arrastrando: decisiones de tecnología, de licitaciones, directores condenados por fraude, peleas internas. Es una sucesión del drama típico del sector público y la arista del conflicto es infinita. Entonces tienes una tormenta perfecta. Lamentablemente al que le afecta esto es al ciudadano.
¿Cuál es la mayor traba que detectaste para que en Chile tengamos un Estado moderno?
Uno de los mayores problemas es que el Estado no es capaz de reclutar el mejor talento directivo, por una razón muy simple: si yo soy director del Registro Civil me pagan una remuneración un 30 por ciento menor a la que me pagarían en el sector privado, pero estoy el doblemente expuesto al ojo público, a la prensa, a la presión política, a la presión de los ciudadanos en la calle. O sea, es un suicidio. La vocación del servicio público tiene un límite. Tú puedes llegar con una trayectoria impecable y que te destruyan por estar en el momento equivocado… Entonces tenemos que pagar mejor, dar mejores incentivos y dar las herramientas para que las personas talentosas hagan bien la pega.
Ahora que estás a punto de terminar, ¿qué fue lo mejor y peor de estar en este cargo?
Lejos, lo mejor ha sido el equipo humano con el que he trabajado; un equipo muy afiatado, con mucha confianza, muy distinto al que me tocó en el gobierno de Lagos, donde hubo muchos conflictos internos. Lo más difícil es tener la sensación de que todos los cambios y transformaciones podrían no durar en el tiempo. También tiene un costo en salud importante. Tengo una artritis hace muchos años y este es el peor lugar para estar si tienes una enfermedad que se gatilla con el estrés. Por suerte no han sido costos familiares porque me he preocupado de mantener el tiempo con mis dos hijos intacto: los llevo al colegio todas las mañanas, y a la hora en que hay que ir a acostarlos tengo una promesa con el Presidente: sagradamente suelto el lápiz en la reunión y me voy a la casa. He intentado ser fiel a eso.
Trabajaste para el gobierno de Lagos. Ahora, ¿trabajarías para el Gobierno de la Nueva Mayoría?
Lo que más me importa a mí es trabajar para que el Estado funcione mejor y trabajar con muy buenos equipos. Lo que soñaría yo para Chile es que, tal como lo tienen los países desarrollados, la Presidencia de la República fuera una institucionalidad al servicio del Presidente mucho más permanente y profesional, y no que con cada gobierno la renueve completamente. Si la Presidenta Bachelet necesitara ayuda en su gobierno, obviamente uno siempre está disponible. Pero no está dentro de mis planes.
¿Y qué quieres hacer después?
Por distintas razones, especialmente porque me caso en marzo y porque el ritmo de trabajo acá es muy intenso, mi plan es hacer un paréntesis en mi vida. Luego volveré a retomar mi ayuda a Tomás Recart porque el tema educativo me interesa muchísimo, pero por ahora mi plan de vuelo es casarme y tomarme unas vacaciones.

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