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Dirac‏




Hay una anécdota, presuntamente apócrifa,
que cuenta que cuando Dirac y Oppenheimer
coincidieron a fines de los años veinte 
en  la Universidad de Göttingen,
un día el físico inglés se acercó
a su colega americano para 
hacerle una pregunta-afirmación.

Dirac era conocido por hablar muy poco,
lo estricto, preciso y necesario.
Sorprendentemente ese día,
según este relato, 
tomó la iniciativa y dijo lo siguiente:
"Oppenheimer, me dicen que
a usted le gusta la poesía.
No entiendo cómo una persona
trabaje en las fronteras de la física
y pueda escribir poesía al mismo tiempo.
Ambas están en oposición.
En ciencia uno quiere decir algo
que nadie sabía antes, 
en palabras que todos pueden entender.
En poesía uno está constreñido a decir
algo que todo el mundo conoce
en palabras que nadie puede entender.

Después de mucho tiempo abro 
el desarmado y subrayado ejemplar
de una edición impresa en Barcelona 
del magistral texto de Dirac:
Principios de Mecánica Cuántica.

Una edición muy rústica,
con frecuentes subrayados 
con lápiz a mina,
de una inolvidable lectura 
realizada en la década del setenta
en tiempos de estudiante universitario.

En una de las páginas 
hay un recorte de diario,
insertado en años más recientes,
con una leyenda que parece
sacada del «Quebrantahuesos»
ese informal mural que inventaron
Nicanor Parra, Enrique Lihn
y otros poetas y artistas
por allá por los años cincuenta.

El texto dice lo siguiente:
«Dirac gestiona traducción de recopilaciones poéticas».

Las vueltas de la vida, pienso.
La antimateria se encuentra con la antipoesía.

Claro, no es que Dirac haya vuelto
de la tumba para dedicarse a estos afanes
de promoción de la poesía.

Se trata de la Dirección de Asuntos Culturales (Dirac)
dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores
de Chile, en una de sus variadas responsabilidades
a cargode difundir, promover y potenciar 
la presencia artístico-cultural de Chile en el mundo.

Sería bueno que la Dirac,
hiciera honor a su ilustre nombre,
y considerara a la ciencia
como parte integral de la cultura
y se percatara de que en Chile
se hace física en la mejor tradición
que nos legó el extraordinario Dirac.

Hace veinte años, John Wheeler,
discípulo de Bohr, maestro de Feynman
y una estrella de primera magnitud
como físico, formador y maestro
de generaciones de físicos 
de primerísimo nivel dijo
de Claudio Bunster
(en aquella época Teitelboim):

«No conozco a nadie
en la física teórica de hoy,
que despliegue de forma más elocuente
que Claudio, el gusto, la aptitud
y el registro de preciosos hallazgos
en teoría de campos, del tipo
por los que Dirac descolló...»

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