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Se acabó el año... y no pasó nada.



por Francisco José Covarrubias 

Diario El Mercurio, sábado 15 de septiembre de 2012

Ha llegado el 18 de septiembre. ¡Ya estamos en octubre! Luego vienen las municipales. ¡Bienvenido noviembre! La Teletón, la Navidad, y el año se acabó. Nada inesperado pasa en Chile después de Fiestas Patrias. O casi nada...
Los agoreros de la revolución nos advirtieron que este año sería el año decisivo. Que después de los estudiantes vendrían las regiones. Que después de la educación lo que venía era el sector salud. Que después del movimiento estudiantil de 2011 este año sería mucho más masivo y más profundo. Todo eso se dijo. Y todo eso -casi con certeza- ya no pasó. El movimiento estudiantil se desinfló, los "indignados" desaparecieron de las calles y la efervescencia del "vallejazo" de 2011, definitivamente ya pasó.
La crisis institucional no era tal. El fin del capitalismo no llegó. Y las guillotinas aceradas que algunos "intelectuales" llamaron a preparar para la revolución que se venía tendrán que ser guardadas para otra ocasión.
Un país cuyas discusiones centrales son el margen de error de la encuesta Casen, el derecho que tienen los ministros de comentar los fallos de la Corte Suprema o el límite de la reelección de los parlamentarios, no es un país que está en crisis. Basta mirar a Argentina o Venezuela para saber lo que se discute en países con problemas institucionales de verdad.
Quedan, sin embargo, dos preguntas por resolver y una oportunidad por tomar.
La primera pregunta es práctica y atañe al Gobierno. ¿Por qué en un año que terminará siendo "tranquilo" -donde el fantasma de la ingobernabilidad desapareció- el Gobierno no ha podido despegar? La respuesta está en la política. Si bien los ministros en general están bien evaluados (y en general lo están haciendo más o menos bien), es claro que persiste un déficit político importante. Con un ministro del Interior que creyó que sería el próximo presidente, y que terminó siendo irrelevante, y con un Presidente que no ha logrado encontrar la sintonía con la ciudadanía.
La segunda pregunta es más de fondo. Si no era la revolución, ¿qué era entonces?
No es fácil responderla. Pero parece ser que simplemente la gente se empoderó -en buena hora- y que no hay tolerancia con los abusos de las empresas y de la política. Pero la ciudadanía no espera que "se vayan todos" los políticos, ni el chileno quiere salir a quemar las empresas. Basta mirar, por ejemplo, la última encuesta CEP donde la mayoría dice que la principal responsabilidad por el sustento económico debe estar en las personas mismas. O la encuesta de la UDP, conocida esta semana, donde -por ejemplo- sólo una minoría plantea que los colegios subvencionados deben pasar a manos del Estado.
Los excesos del capitalismo hay que abordarlos, tal como lo pensaba el propio Adam Smith, con más competencia y con algo de regulación. El resto es música.
Detrás de las dos preguntas aparece una oportunidad dada por la coyuntura. Una Concertación que está destruida, pero convencida de que llegará al poder con Bachelet, ahora sí tiene incentivos para buscar acuerdos en materias que serán clave para el próximo gobierno. Mal que mal, si no se resuelven ahora, las deberán resolver ellos si llegan al poder. El Gobierno debe aprovechar eso para consensuar los cambios que se necesitan hacer -por ejemplo en energía y política (binominal incluido)- y empujar el carro.
Pese a que este año "ha terminado" y que 2013 "está perdido" por las elecciones, hay espacio suficiente para seguir haciendo los cambios que Chile requiere. No para evitar la revolución, sino para seguir haciendo camino al andar...

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