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Los inevitables conflictos hay que enfrentarlos por Gonzalo Rojas



Diario El Mercurio, Miércoles 05 de Septiembre de 2012 


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A todos nos gustaría vivir sin conflictos. Tremenda novedad. Pero desde que hay libertad humana, desde que hay seres humanos, nos dividimos y nos enfrentamos. La persona humana no está dispuesta a renunciar a la búsqueda de la verdad, y en cada intento surgen diversas visiones que rivalizan entre sí.
En Chile, hoy, esos conflictos tienen lugar primariamente en las conciencias, en esos santuarios últimos de la vida moral. Obviamente, esas disputas tan íntimas se expresan después en los ámbitos familiares, porque es en esta dimensión donde las conciencias fluyen con mayor sinceridad. Y desde la familia, los conflictos se trasladan a la multiplicidad de situaciones que conforman la vida social: la empresa y el sindicato, la federación de estudiantes y el colegio profesional, la junta de vecinos y el club deportivo.
Hay conflictos graves en los cuerpos intermedios. Segunda tremenda novedad.
¿Qué tiene de extraño, entonces, que en el Congreso Nacional disputen los parlamentarios? Si el ciudadano común y corriente lograse mirar con sinceridad el conjunto de sus comportamientos personales, tendría que reconocer que no tiene derecho a reprocharles a los diputados y senadores que se enfrenten entre sí como rivales, que confronten posiciones y que disputen sobre la verdad.
El conflicto está instalado en Chile, y sólo los que no quieran reconocerlo como tal han decretado su definitiva derrota. Serán arrasados.
En estos días, la disputa se ha manifestado en la CUT. Ahí ha puesto una vez más el Partido Comunista todos sus empeños.
Los que son incapaces de comprender la naturaleza de los conflictos repetirán, como siempre: "Dele con los comunistas: déjelos tranquilos, que no importan nada". Al revés, los que somos conscientes de la gravedad de los conflictos, diremos una vez más: "Atención a los comunistas, que con casi nada hacen mucho, mucho mal".
Pocos días después de su victoria en la CUT, entré a una sede de la principal universidad del Estado, para dirigir una sesión de formación con alumnos gremialistas. En uno de los patios, mediante un gran lienzo, las Juventudes Comunistas felicitaban a la candidatura de su partido por haber obtenido el triunfo en la Central Unitaria.
¿Universidad estatal y de todos los chilenos, como se suele afirmar desde las izquierdas? No, universidad centro de las disputas entre grupos ideologizados. Precisamente por eso, su casa central, una vez más tomada, se parece tanto a una sede de la CUT y tan poco a un centro de pensamiento.
Efectivamente, será la nueva CUT una instancia más para comprobar que de nada sirve la fuerza de las mayorías si éstas son apáticas, porque la nueva dirigencia comunista se las arreglará, a pesar de su escasa representatividad, para hablar en nombre de todos los trabajadores.
Atrás quedaron esos días gloriosos en que dirigentes gremialistas del comercio y de la industria, de las universidades, de los profesionales y del transporte, de la minería y de los secundarios, le dijeron a Allende que no, que su intento totalitario iba a enfrentarse frontalmente con las fuerzas del trabajo y del estudio.
Había una doctrina -el gremialismo-; había unas personas -Jaime Guzmán, León Vilarín, Jorge Fontaine, Guillermo Medina, Rafael Cumsille, Javier Leturia y otros-, y había unas acciones concretas que enfrentaron el conflicto en toda su radical gravedad.
Hoy, para vergüenza de algunos que han claudicado, y para molestia de tantos que le quitan importancia, la doctrina gremialista sigue vigente. Y son muchos los jóvenes que esperan una conducción decidida, desde el gremialismo, para librar a los cuerpos intermedios de tan continua manipulación.
Esperan.

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