WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

La lata pa' Merino...‏



Lata irrenunciable
por Roberto Merino
Diario Las Últimas Noticias
Lunes 17 de septiembre de 2012

Una franca incomodidad 
se ha instalado en estos 
días feriados irrenunciables,
de celebraciones obligadas,
de balaceras nocturnas, 
de mataderos clandestinos,
de accidentes de tránsito,
de hilos curados.

En la televisión se hacen
demasiados llamados a la alegría,
como si ésta fuera un elemento externo
que hay que incorporar
en la agenda conmemorativa.

Y muestran mucha carne, además.

Es al menos una semana
de reportajes hambrientos:
carne, carne, carne.

Un viejo desdentado
levanta sonriendo
una piltrafa sangrienta
que se dispone a comer,
alguien recomienda
el asado de caballo,
cien mil longanizas
rotan en una máquina
de garfios colgantes.

Pollos, chanchos, vacas, corderos:
qué apocalipsis para ellos.

Casi se escuchan
-provenientes de las afueras de la ciudad-
sus últimos cantos de inocencia,
sus chillidos, sus mugidos y balidos finales
antes de enfrentar el cuchillo
del cogoteo o del desposte.

Los pobres niños de los colegios
deben pasar por el trance de bailar
"El gorro de lana" y otras atrocidades.

Yo tuve la suerte cuando estudiante
de que a nadie se le ocurrió imponer
una iniciativa artística parecida.

No veo qué hubiera aprendido 
bailando guaracha o zamacueca,
salvo la experiencia feroz de la vergüenza.

A los once años 
no me hubiera gustado nada
que me encasquetaran un sombrero 
de alas picoteadas, 
ni tampoco hacer trotes rítmicos 
con los pantalones arremangados.

Está bien: todos tratamos de ser alegres
en la vida cotidiana y de irradiar
ese temperamento 
hacia las personas que queremos.

Ahora mismo, hace poco,
subiendo en taxi por Santa María,
al mirar de lejos el sol
sobre el follaje del parque vecino
experimenté una alegría profunda
porque sí, por el hecho de ser y de estar,
por vislumbrar la ciudad como una
instancia de laberintos y reflejos.

No es, por lo tanto, 
la amargura lo que me lleva
a recusar estas fechas, sino, como decía, 
una cierta incomodidad del ajuste social.

En verdad, si para muchos
esta zalagarda anual representa
una posibilidad de renovar fuerzas
-digamos, de caer rendidos 
para volver a levantarse-,
a otros les infiere la angustia
de la suspensión de la vida:
se desordenan las rutinas,
se cierran las calles, oficinas y boliches,
es decir, cambia totalmente el escenario
de los movimientos diarios, lo que 
desafía nuestra capacidad de adaptación.

Quizás sea necesario para 
la estabilidad de los grupos humanos
incurrir periódicamente en el exceso
-carnavales, desmanes, borracheras, peleas-,
pero en lo que respecta a las fiestas patrias
da la impresión de que los estímulos giran en banda.

La alegría oficial dieciochera
es un sentimiento ajeno, forzado,
bullanguero y sobreactuado,
un zapateo más allá del límite,
una rueda de carreta 
con la que resulta difícil comulgar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS