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Inspiración para los periodistas de la era digital

Opinión
Sábado 15 de Septiembre de 2012



Paula Escobar Ch.
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 15 de septiembre de 2012
Oriana Fallacci. Lenka Franulic. Raquel Correa.
Siempre las vi en la misma liga. Tres míticas periodistas, a quienes admirar, seguir y de las cuales aprender lo mejor del oficio.
Lo que nunca pensé es que tendría la oportunidad de trabajar con una de ellas, como fue el caso de la querida y admirada Raquel, a quien conocí en sus últimos años de trabajo, en la revista "Sábado".
Puede ser difícil trabajar con las leyendas. O tratarlas en la vida diaria. Se ve la realidad, la humanidad, la naturaleza de una persona, más allá de la idealización. Y, tal como dije cuando Raquel me honró al pedirme que hablara en un homenaje reciente a ella, la admiré mucho más aún después de ver a la leyenda en acción, sin maquillajes ni pedestales.
La Raquel de estos últimos años tenía el mismo espíritu de aquella Raquel joven e inexperta que se sentó en las escaleras del departamento del Presidente Alessandri para reportear qué había contestado el Mandatario en el Censo, lo que por cierto logró. O la que espera a Allende en su casa hasta que la recibe, para tomar sus primeras declaraciones. O la que presencia un fusilamiento, una de las experiencias más fuertes de su vida. Para qué decir la Raquel entrevistadora política, aquella que con sus preguntas supo dar cuenta de lo que sucedía en Chile bajo la dictadura, sentando además las bases del canon en materia de entrevistas a poderosos en este país.
Esa misma Raquel tuve el privilegio de conocer, esa periodista extraordinaria que deja los pies en la calle, que no escatima esfuerzos, sudor y lágrimas con tal de conseguir un buen reporteo, un buen trabajo. Una mujer que dejaba el alma en cada entrevista, a pesar de su edad, y de que bien podría haberse sentado en los laureles y cosechar lo sembrado una vida entera. Pero no: ella quería seguir escribiendo.
Porque fue una periodista para quien esta profesión fue una vida y jamás una "pega".
Una periodista así es una fuente de inspiración necesaria y, si me permiten, imprescindible, en los tiempos que corren. La profesión, a mi juicio, no sólo está desafiada por la era digital y los cambios que supone, sino que por algo mucho más peligroso. Está desafiada también por la irrupción de modelos de periodistas que no son periodísticos. Sin descalificar ni los blogs ni twitter, ni las redes sociales, creo que confundir el impresionismo subjetivo de 140 caracteres o poco más con el periodismo puede ser muy pernicioso para este oficio, pues se corre el riesgo de la frivolización y pérdida de relevancia y de estándares del periodismo profesional.
Un periodista no puede estar encerrado mirando una pantalla, debe buscar afuera. Afuera de sí mismo, para empezar.
Y las bases de nuestra profesión son las de esta periodista extraordinaria: el amor al buen reporteo, la curiosidad por el mundo exterior transformada en buenas pautas, la independencia, la valentía para preguntar en tiempos de severas restricciones a la libertad de prensa y expresión, la rigurosidad, la imparcialidad, la buena pluma, la responsabilidad y, sobre todo, el trabajo duro.
Nunca se había necesitado tanto el modelo de Raquel como en esta época y pienso que, entre muchos otros, ese será su legado, tal como fue el caso de Lenka Franulic: iluminar a las futuras generaciones sobre lo que de verdad importa en este oficio, el nivel de compromiso y responsabilidad que requiere, y la idea de que puede ser una pasión que dure una vida completa, como fue su caso.
Me impresionó durante estos años -lo dije en el lanzamiento de sus memorias, Raquel Correa Off the Récord, de Rodrigo Barría- no sólo las ganas y la preocupación con que hacía cada una de sus entrevistas, ¡sino lo nerviosa que se ponía!
Era una leyenda, pero nunca iba con traje de leyenda.
Genuinamente se preocupaba muchísimo por el resultado de su trabajo, que preparaba como si fuera la primera vez que escribía, aunque hubiera entrevistado veinte veces antes a ese mismo personaje. Además, me impactó su apertura hacia nuevos temas. Sin titubear se subió a un taxi para buscar a la madre del tristemente célebre Cisarro, para convencerla de que hablara y le diera una entrevista memorable. O ir a pillar a Las Cruces a Nicanor Parra para que le diera una antientrevista sin cita previa ni seguridad alguna... Recuerdo la empanada con queso que nos comimos posteriormente en el restorán cerca de la casa del poeta, cuando después de perseguirlo quince minutos, él declinara ser entrevistado por ella. Nerviosa aún, pensaba qué más podíamos hacer para no devolvernos a Santiago sin la entrevista....
En fin, los ejemplos sobran.
Lo importante es que esa admiración hacia ella nos inspire a los periodistas de hoy y a los de mañana, y nos recuerde siempre que ésta jamás será "una pega", sino una pasión y un privilegio.
Y que vivida así, con la intensidad, el amor y la dignidad con que la vivió Raquel Correa, puede ser la mejor profesión del mundo, como dijo Gabriel García Márquez.

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