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Reinvindicación del «Telefunken»‏



Reivindicación del teléfono
por Pedro Gandolfo
 
Diario El Mercurio, Sábado 07 de Julio de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/07/07/reivindicacion-del-telefono.asp

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Hoy es una actividad tan trivial que llega hasta el fastidio. Pero antes que Antonio Meucci, un empobrecido inmigrante florentino, fabricara el primer artefacto para hablar entre el sótano de su casa, donde estaba su oficina, y el dormitorio del piso superior, donde yacía una esposa reumática, en 1860 (16 años antes que el señor A. G. Bell, quien de gran inventor está siendo degradado a un intrigante plagiador), escuchar la voz de alguien cuyo cuerpo está ausente sólo se reservaba a experiencias mágicas, sobrenaturales. Es difícil hoy recuperar ese asombro y cuesta siquiera imaginarlo.
Si usted, mi estimado lector, quiere representarse de algún modo lo que sería hablar por teléfono por primera vez en un mundo en que ese artefacto era todavía una rareza, puede leer la magnífica descripción que le dedica Marcel Proust en "A la sombra de las muchachas en flor". Es impresionante cómo el gran autor francés logra "desfamiliarizarnos" respecto del efecto "hablar a distancia" al cual ya estamos tan habituados como si fuese natural como lo es respirar o toser.
Pero durante los más de 100 mil años de progreso del homo sapiens , la voz y el oído humano y sus respectivas dotaciones, alcances y limitaciones fisiológicas marcaron una frontera para la comunicación humana. Si usted lo piensa bien, la escritura alfabética, el texto escrito, fue la tecnología (un poco más antigua que el teléfono, cerca del año 1000 a.C.) que vino por siglos a suplir esa carencia, y así no es extraño que algunos conciban hasta hoy al libro (a su vez, una tecnología del siglo XIV) como una "conversación a distancia".
El teléfono es uno de los más bellos y útiles frutos del ingenio humano, porque sirve de paliativo a la separación física que es tan propia de la dispersión geográfica del hombre moderno. Escuchar la voz del otro -que es tan singular como su huella dactilar- es tener una porción de su cuerpo al lado. El teléfono móvil, que se extendió en Chile hace poco más de una década, democratizó y masificó la comunicación de la voz humana. A la escasez del teléfono fijo sucedió en pocos años la afluencia del teléfono móvil y, hoy, éste tiende a desaparecer, oculto tras cientos de utilidades y aplicaciones que se superponen en una cosa innominada que, de tantas funciones y monadas, parece más bien un juguete vistoso, recargado y, a veces, rabioso. El don tecnológico de hablar a distancia se extravía y dificulta en una nube de otros artefactos que se allegaron al teléfono, como si tuviesen la misma dignidad.
No. Reivindico en este caso, pues -así como en tantos otros-, un útil monofuncional portátil, que sirva simplemente para hacer y recibir llamadas y, cuando se pueda, ver también la imagen de la persona con quien hablamos. Tan sólo.

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