WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Nostalgias de ferrocarril por Sebastián Gray



Diario El Mercurio, Sábado 14 de Julio de 2012

sebastian-gray.jpg
Hace algún tiempo acepté una invitación para dictar un curso en una prestigiosa universidad de Valparaíso, una vez por semana. Además del placer de enseñar, me sedujo la idea de cambiar de panorama, de aire, casi diría de actitud e idioma, puesto que cada ciudad -y especialmente el viejo Puerto- tiene su propia manera de ser, y cualquier distracción de la resignada pesadez de Santiago vale la pena. Decidiendo no manejar, me embarqué cada viernes a media mañana en el paradero de buses interurbanos que Metro sumó a su estación Pajaritos, una buena idea y bien ejecutada, puesto que se aborda el bus en el límite de la ciudad.
El viaje es una experiencia particular: hay máquinas nuevas y viejas, asépticas unas, malolientes las más. Van hombres y mujeres de negocios, muchos estudiantes, el ocasional turista extranjero y otros curiosos personajes a los que resulta difícil adivinarles el propósito. Suenan los celulares durante todo el trayecto y es posible escuchar las conversaciones más banales, sin más objeto que matar el tiempo. En varios viajes tuve que soportar alguna intragable película de acción, proyectada no sabemos exactamente con qué licencia, como no sea salvar al pasajero de su propio tedio. Nadie lee, pocos conversan.
Son varias las empresas que ofrecen el servicio, con salidas muy frecuentes, y ya en la carretera se observan numerosos buses viajando en el mismo sentido. Un simple cálculo arroja unos 150 viajes diarios de ida y vuelta entre Santiago y el litoral. El menor accidente en la carretera implica una demora de horas, como me ocurrió alguna vez; el fantasma de los accidentes ronda toda carretera chilena, y mucho más cuando se trata de buses. Con tales cifras, es imposible no preguntarse por qué no podríamos tener un excelente ferrocarril entre la capital y el puerto, el sueño incumplido del tren expreso que acercaría el querido puerto a la capital y viceversa, y que además haría del viaje una experiencia civilizada, moderna, segura y placentera. Un tren al puerto supone un trazado nuevo, más corto, muy distinto del legendario desvío por La Calera, donde nace la trocha del ferrocarril al norte. Un nuevo trazado demandaría importantes expropiaciones y enormes obras de infraestructura, costos aparentemente impensables para un Estado que se ufana de subsidiario, de manera que todo dependería del interés de algún inversionista. Pero el solo transporte de pasajeros jamás podría financiar tal concesión, y el transporte de carga sigue siendo mucho más eficiente con la fórmula de contenedores sobre camiones diesel.
Ésta es una de esas ecuaciones donde, si bien los números no calzan en una primera mirada reducida a las utilidades inmediatas, en una segunda sí: los beneficios a mediano plazo son la descentralización de Santiago y un urgente impulso económico para Valparaíso, joya de Chile. Sólo un Estado visionario podría decidir materializar beneficios tan evidentes. ¿Podrá?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS