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Los libros nos enseñaron a imaginar...‏



Más allá de la lectura
por Pedro Gandolfo 
Diario El Mercurio, Domingo 22 de Julio de 2012     
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La lectura corre el riesgo de convertirse en una actividad sumamente prestigiada, pero practicada por nadie. Y somos unos adelantados. A pesar de los esfuerzos por estirar las estadísticas, Chile avanza hacia transformarse en un país "libre de lectura", como lo es también del marxismo-leninismo, la fiebre aftosa y la mosca azul.
Los lectores -entre los que todavía me cuento- vienen montando una campaña del terror acerca de los riesgos y perjuicios personales y sociales de la no lectura. Los lectores poseen muchas y civilizadas razones que ofrecer, pero los no lectores hacen oídos sordos a ellas y su marea crece sin menguar. Leer libros por placer es ya, para muchos en Chile, una afición francamente esotérica, incomprensible, por no decir fastidiosa.
Los libros no son quemados por bomberos encargados por el Estado de eliminar un peligro para la sociedad, como imaginó Ray Bradbury para este futuro en la novela "Fahrenheit 451", sino, con más crueldad para ellos, olvidados simplemente por la creciente indiferencia de masas y élites.
Cada año son más numerosos los pabellones de libros usados en la feria de Franklin-Biobío. He visto bibliotecas enteras, con sus ex libris y sellos, dispersas entre esas tiendecillas. Recorriéndolas, cuando veo el nombre de un amigo muerto estampado en las primeras páginas, recuerdo con pena las horas pasadas conversando en su escritorio al abrigo de esos libros.
Los libros ocupan demasiado lugar, ¿no es cierto? Después de una ardua mudanza, y mirando mi propia biblioteca, a la que destiné -sin poder abarcarlos todos- la más amplia habitación de la casa, me pregunto si acaso no sería más justo para ellos hacer yo mismo la selección antes, e ir, así, regalándolos en vida a personas o instituciones que sabemos que los aman y que los guardarán, al menos, mientras existan.
Porque las familias chilenas -aquellas que deberían ser garantes de nuestra cultura- están deshaciéndose de prisa de estas cosas pasadas de moda. En las grandes casas que nos muestran las revistas de vivienda y decoración, ya no se diseñan espacios para guardar libros y leerlos en silencio, y siempre el diseño arquitectónico y la tendencia en decoración han sido un reflejo silencioso e infalible de la sensibilidad dominante. En el mejor de los casos, diviso uno que otro volumen ostentoso, acerca de Botero o Leonardo, por ejemplo, ubicado estratégicamente sobre una mesa de centro. Sonrío y me imagino -como los libros me han enseñado a imaginar- que hay otras mansiones que también incluyen ambientes espectaculares para estos fieles compañeros, como ya los hay -y lujosos- para ver cine en casa, jugar billar o dormir.

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