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Libros con historia por Jorge Edwards




Diario La Segunda, Viernes 06 de Julio de 2012  
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/07/06/libros-con-historia.asp
Los viajes son enemigos de las bibliotecas. Los cambios de domicilio son enemigos mortales. Cuando partí a instalarme en Europa por primera vez, hace ya cincuenta años, llevé los libros que necesitaba y dejé los otros guardados en cajas, en un subterráneo del centro de Santiago. He bajado alguna vez a ese subterráneo, he rescatado algunos de los libros, entre telarañas y papeles amarillentos, pero supongo que ahora las cajas siguen ahí. Recuerdo la Antología de poesía chilena nueva , de Volodia Teitelboim y Eduardo Anguita: gran formato cuadrado, letras minúsculas a palo seco. Había poemas de Pablo de Rokha, de Vicente Huidobro, del Neruda de las Residencias , de Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva. Fue un libro leído muchas veces y, no sé por qué razones exactas, abandonado. También había, en mis cajas, libros y plaquetas, grandes formatos, pocas páginas, de autores como Teófilo Cid, Braulio Arenas, Jorge Cáceres, Enrique Gómez-Correa. En otras palabras, el grupo de La Mandrágora, el surrealismo chileno.
Recuerdo una edición norteamericana de Walt Whitman (Modern Library, New York), que todavía tengo frente a mi mesa de trabajo: Hojas de Hierba , que comprende todos los poemas escritos por Walt Whitman de acuerdo con el arreglo de la edición de1891/'2. No dice la fecha de la edición mía, pero lleva mi firma de los 17 años de edad. También tengo el Ulises de James Joyce en la misma colección, la poesía completa de John Donne, y El Idiota , de Fiodor Dostoievsky. Me acuerdo de todas las primeras páginas, de la llegada en tren del príncipe Mishkin, de su aparición en salones rusos, de su desconcertante desadaptación. Son libros que salieron de las cajas, que se salvaron. Pero tengo un interés creciente por los que se quedaron adentro: ¿ Memorias de un tolstoyano , de Fernando Santiván, Juana Lucero y Pasión y muerte del cura Deusto , de Augusto D'Halmar? Frente a mi mesa de trabajo, en el momento en que escribo estas líneas, tengo algunos tomos de La Pléiade: las dos ediciones de Montaigne, las Mil y una Noches , la Historia de la Revolución Francesa , de Jules Michelet, los cuentos completos de Anton Chejov. Si no recuerdo mal, Borges tenía en su casa menos libros que yo en mi residencia de paso, pero tenía un estudio reservado en una biblioteca de barrio y se había pasado la vida en la Biblioteca Nacional. La más segura forma de felicidad, sostenía, era vivir en una biblioteca, y razones no le faltaban.
En la estantería de al frente de mi mesa diviso los lomos de dos ediciones originales encontradas por casualidad, la primera en la calle San Diego de Santiago de Chile, la segunda en el Mercado de las Pulgas de París: el David Copperfield , de Dickens, en la edición de 1850, con las maravillosas ilustraciones de H. K. Browne, y la Promenade dans Rome , del señor de Stendhal, editado en 1829, en París, por Delaunay, "librero de S. A. R. la señora Duquesa de Orléans". También tengo el Diccionario de chilenismos , de Zorobabel Rodríguez, con dedicatoria manuscrita "a mi primo y amigo Jenaro 2º Benavides". De cuando en cuando, para tomar un respiro, para introducir un paréntesis, abro al azar el diccionario de don Zorobabel. Debajo de la palabra "boliche", escribe: "Llaman así en las provincias del Norte... lo que en España figoncillo o bodegón de mala muerte, o como suelen llamarlos también tiendas de preguntas y respuestas." Más adelante explica que en "el dialecto jermanesco" boliche significa casa de juego, garito.
Me gusta lo de tiendas de preguntas y respuestas. ¿Por qué habremos abandonado la expresión? Sería bueno, me digo, escribir un diccionario de expresiones abandonadas. Libros que tuve, que perdí, que sigo teniendo. Ahora acabo de comprar dos obras recientes: Una vida de Montaigne, en una pregunta y veinte intentos de dar una respuesta. La autora, Sarah Bakewell, aunque parece recién llegada a la pasión del "montaignismo", llega con entusiasmo, con vivacidad, con bonitas ideas. Fue curadora de libros antiguos en una biblioteca de Inglaterra y ahora se ha podido dedicar a escribir a tiempo completo. Parece que es una maestra del arte de la biografía.
El segundo que acabo de comprar es L'amour fou , de André Breton: edición de Gallimard, clásica, de tapas blancas y caracteres del título en rojo. Pienso que uno de los amores locos de Breton fue una chilena, Elisa, una mujer dulce, bonita, de aspecto frágil. La novela que acabo de comprar es anterior a ella, quiero decir, a Elisa. Ella conoció a Breton en un bistró francés de Nueva York, en los años de la Segunda Guerra Mundial. Se miraron mucho, a lo largo de un almuerzo, en compañía de otra gente, y no ocurrió nada. Elisa regresó al mismo bistró al día siguiente y él también. "Desde entonces", me contó, "nunca más nos separamos". El libro inspirado por Elisa se llama Arcane 17 , y narra los paseos y los ensueños de una pareja enamorada por islas y canales de la región de Quebec. Elisa vivió un poco más que Breton y alcancé a visitarla en su departamento de las cercanías de Montmartre y de la Place Blanche. Me contó que su marido detestaba viajar, que se sentaba en las tardes en su sillón de lectura y viajaba con la imaginación. Después caminaba hasta un café de la Place Blanche y se sentaba en la misma mesa y en la misma silla de siempre.
Cuando vaya de nuevo a Santiago, buscaré entre mis libros Pasión y muerte del cura Deusto , de Augusto D'Halmar. D'Halmar pasó por Sevilla y se metió a fondo en los mundos del flamenco. En su novela contó un amor pecaminoso provocado por uno de los seises, grupo de seis bailarines adolescentes que bailaban dos veces al año frente al altar mayor de la catedral. ¿Sería D'Halmar un precursor de George Bataille, cuya Historia del ojo termina en un confesionario de Sevilla, en escenas de alto erotismo reprimido? Lo interesante es que me hayan hablado del olvidado D'Halmar, con curioso entusiasmo, en un encuentro de escritores en Sevilla. En mi biblioteca figura la edición original de La sombra del humo en el espejo y una moderna de Juana Lucero . Si no está la novela del Cura Deusto, partiré a la calle San Diego, a la calle Merced, a la librería anticuaria de la Plaza de las Descalzas Reales, en Madrid, a buscarla. Preferiría que los libreros no se enteren y no le suban el precio.

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