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La vocación de apóstol por P. Patricio Astorquiza Fabry

Comentario del Evangelio
Domingo XV
Diario El Mercurio, domingo 15 de julio de 2012

En el Evangelio de la Misa de hoy narra San Marcos que Jesús llamó a los doce Apóstoles y los envió de dos en dos delante de Él. Les dio instrucciones prácticas sobre cómo comportarse en el viaje, y ciertos poderes. "Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban".

En esta primera etapa de su apostolado, ellos se limitaban a preparar el camino a Jesús, que luego iría a predicar, sanar y expulsar demonios personalmente. Pero después de Pentecostés la orden recae directamente sobre ellos mismos. El mismo San Marcos nos resume así el mandato: "Vayan por todo el mundo, y prediquen el Evangelio a toda creatura". Y es lo que hemos venido haciendo los cristianos por dos mil años, desde entonces.

Porque la responsabilidad de convertir al mundo recae sobre toda la Iglesia. Todo cristiano, por el bautismo, es un apóstol, o sea un "enviado".

Habrá siempre, como sabemos bien, una parte sacramental reservada a los ministros sagrados y una tarea de dirección jerárquica. Pero numéricamente representan una porción muy pequeña del total. La conversión del mundo va a depender principalmente del celo apostólico y de la actividad apostólica que ejerza el cristiano corriente.
Esto es, en la época actual, quizás más válido que en el pasado. En la era de la globalización informativa, la Jerarquía de la Iglesia no tendría la capacidad de dominar la enorme y pluralista red de datos y contactos que aumenta de día en día.
Incluso los ámbitos más o menos exclusivos que proveían las actividades educacionales se ven más y más expuestos a una multitud de otras influencias culturales.

Por esto mismo, los cristianos debemos sentir que somos portadores de un gran mensaje, capaz en todos los tiempos de convertir y sanar al mundo, a cualquier mundo de cualquier época histórica. No estamos pasados de moda, ni predicamos una irrelevancia religiosa ya superada. Somos la tabla de salvación en un naufragio espiritual, y la puerta de entrada al Reino de los Cielos. Seguimos siendo la luz del mundo y la sal de la tierra.

Mañana celebramos la fiesta de nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile. La consagración pública de la Patria a la Santísima Virgen es un ejemplo de espíritu cristiano apostólico, sin miedos ni falsos complejos de inferioridad. Que nuestra Señora del Carmen nos haga sentir la urgencia de cumplir el mandato de Jesús, y conducir a nuestros compatriotas y al mundo entero hasta su Hijo querido.

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