Navegando por aguas intelectualmente inseguras
-una travesía solitaria que pocos acometen- de pronto
bajo el paraguas de un resplandor se hace explícita una extrañeza
que en este contexto se caracteriza por su excepcionalidad
en un grado que provoca vértigo, asombro y sorpresa.
Se trata de una bruma que espesa la sintaxis al tratar de describirla.
La percepción y el pensamiento no alcanzan para definir
un tipo de contornos que nunca quedan del todo claros.
Nada es literal y más bien se produce el escape inevitable
hacia mundos alternativos de apariencia irrefutable,
aunque pareciera que son fruto de una especie de efervescencia:
la imaginación como fermentación de la memoria
traducida a una forma particular de ebriedad de la razón.
[En este texto hay alusiones y préstamos
a Woodworth, Faulkner, Chandrasekhar,
Lobo Antunes, Bombal, entre los que me acuerdo…]
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