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La gradación de la luz, en lo íntimo, lo público y hacia lo permanente...‏



Reportajes y Entrevistas

Una arquitectura, la chilena, 

con tanta identidad y fuerza 

como cualquier otra

Revista Capital

por Camila Miranda

Número 274 (23 de abril a 7 de mayo de 2010)

Sin tejas y sin adobe, una casa puede ser tan chilena como las que probablemente muchos tenemos en la retina. Si, porque, como afirma el team de arquitectos Raul Irarrázabal, padre e hijo, más que en materiales, su esencia está en el espacio. 

Aprender de la creación divina y de la creación humana. Con este mandato personal, Raúl Irarrázabal comenzó a recorrer Chile desde que estaba en la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, en los años 60. Cientos de dibujos del campo de la zona central dan testimonio de las innumerables excursiones que emprendió entonces. Una costumbre que interrumpió con la llegada de sus primeros trabajos, el matrimonio y cinco niños, pero que retomó cuando los hijos ya tuvieron edad para viajar. 

Desde Tierra del Fuego hasta el lago Chungará recorrió en auto el país junto a su familia. “La motivación era aprender de lo que se ha hecho nuestra identidad, conocer el espacio de la creación divina y el espacio de la creación humana. La primera tiene millones de años y la segunda, pocos años, pero las dos son importantes. Fue una experiencia muy bonita, y yo creo que ellos (sus hijos) le tienen más cariño al país gracias a estos viajes”. 
Uno de sus cinco hijos heredó el nombre y la profesión, y desde hace diez años lo acompaña en la oficina que su padre creó hace 40 años: Raúl Irarrázabal, Arquitectos y Consultores. Claro que esto de su participación de una década en la oficina es una formalidad, ya que ambos concuerdan en que desde que Raúl hijo era niño han sido aliados y cómplices en el plano de la arquitectura. 

Además de reunir anécdotas, en esos viajes familiares fueron tomando forma los principios que, según ambos, están en el corazón de la arquitectura de la casa chilena de la zona central, la misma donde el terremoto hizo de las suyas: “la esencia no está tanto en los materiales, en que tenga tejas, que sea de adobe o tenga una fachada continua. Su esencia está en el espacio”, precisa Raúl Irarrázabal Covarrubias. 

Por esto, agrega su hijo Raúl Irarrázabal Sánchez, “el terremoto es la oportunidad para no ser tan tradicionalistas y decirle a la gente a la que se le cayó su casa que a la hora de reconstruir lo importante es seguir ciertos principios. En nuestra opinión, esos principios son que la casa esté enfocada en la vida familiar; que exista una gradación del espacio y de la luz; que esté adaptada a la geografía (de norte a sur) y que haya una lógica de estructura y de materiales adecuados a nuestra realidad”. 

I) Enfoque hacia la vida familiar 


La casa chilena tiene un atributo que la distingue: permite que la familia se desarrolle, cobijando tanto a hijos como a nietos. En la zona central, esto se logra con elementos como que el estar-comedor dé hacia un patio protegido, y no a la calle, lo que permite, independientemente del tamaño, crear un espacio interior para que se desarrolle la vida familiar. 

A juicio de los arquitectos, el patio es un espacio muy económico, ya que basta tener un parrón que dé una sombra o unos maceteros con flores, que no cuestan mucho, para lograr un espacio acogedor. 

Y en esto, Raúl Irarrázabal padre es taxativo: “cuando algunos inmobiliarios nos han pedido que estudiemos casas con el estar-comedor hacia la calle, yo les respondo de inmediato que eso hace que la vida familiar se debilite y no tengan privacidad”. 

II) Gradación del espacio y de la luz 

Otro rasgo distintivo de la casa chilena es que en ella normalmente existe continuidad entre el espacio público y el privado, cuestión muy evidente en la casa de campo de la zona central, pero que también se da en pueblos y hasta en ciudades. ¿En qué se traduce esto?

En que, a medida que se ingresa a la propiedad, se va dando una progresiva disminución de espacios y de luz. Esta graduación se expresa especialmente en espacios intermedios, que pueden ser galerías, pórticos, pérgolas, patios o plazas, los cuales otorgan a la arquitectura un carácter marcadamente hospitalario. Es cosa de imaginárselo: “a uno lo recibe un pórtico o patio de acceso –donde baja la luz–; luego viene el zaguán, que es más oscuro (y que en verano es más fresco), y después se llega a las habitaciones, con la luminosidad del fondo”. 

III) Adaptación a la geografía 


La adaptación de la casa chilena al entorno es un reto que ha quedado abierto tras el terremoto. Se trata de una cuestión que debe ser recogida por las ordenanzas vigentes a lo largo del país, incorporando las distintas realidades en materia de cantidad y tipo de precipitaciones, además de la luminosidad. Hoy, “desgraciadamente” las ordenanzas son casi iguales de norte a sur y no se hacen cargo de esta situación, señala Raúl hijo. 

Este reto alcanza a los espacios públicos, de modo que, por ejemplo, “una plaza en el norte contemple un techo permanente de vegetación de hoja perenne, porque se necesita que sea fresca y sombreada. En el caso de las plazas del centro, deben ser una mezcla de hoja perenne y hoja caduca, y en el sur, deberían ser más abiertas y sólo con árboles de hoja caduca para permitir que llegue el sol y se vaya la humedad”, dice Raúl padre. 

IV) Estructura y materiales 

“El adobe resiste un temblor pero no con seguridad plena, sino que con un 80%, aproximadamente. Para tener un 100% de seguridad hay que ir a una estructura como el concreto armado, o la madera. No quiero decir que el adobe sea malo. No, el adobe es bueno, pero siempre que se respeten sus leyes; es decir, que sea regular, que tenga los vanos en la mitad, que no se humedezca (lo que ocurre en los baños), etc. Si no se procede así, hay que atenerse a las consecuencias”, señala Raúl Irarrázabal padre. 

De ahí que su hijo añada a renglón seguido que tan importante como respetar las leyes de los materiales es adaptar las nuevas tecnologías a la realidad chilena, “tiene que haber normas sobre los materiales. No puede ser que si se pide un permiso para construir una casa de adobe, como la normativa no existe, se la clasifique como de madera. El otro tema es que hay que hacer estudios de mecánica de suelos. En Chile piden tres o cuatro metros, pero quizás haya que ir más allá”, sostiene Irarrázabal hijo. 

Su padre concluye: “creemos que este terremoto, siendo una desgracia, abre una oportunidad para definir en forma clara cuáles debieran ser los lineamientos generales de nuestra arquitectura y urbanismo para las tareas de reconstrucción y definición de nuevas legislaciones”.

Las lecciones del 27/2
El terremoto abrió todo un debate sobre cómo se debe construir en Chile; si vale la pena o no reconstruir en adobe; si se puede o no construir en altura… En fin, pareciera que varios supuestos están hoy en entredicho, y que los blancos y los negros dominan la escena. Un panorama que Raúl Irarrázabal Covarrubias matiza con la sabiduría que le dan 40 años como arquitecto, y que Raúl hijo aterriza con medidas concretas. 

Raúl padre: 
“el terremoto ha sido un drama. Pero hay que ver el lado positivo de los temblores, que son los que han templado a los chilenos. Jaime Eyzaguirre, el historiador, decía por la fidelidad a la esperanza, pero mi hijo Ricardo lo cambió a por el dolor a la esperanza. Y eso es justo a lo que corresponde en este momento”. 

Raúl hijo: 
“desgraciadamente somos muy propensos a las modas. Hay muchas cosas buenas afuera, uno no lo puede negar, pero no por eso vamos a copiar o a creer que lo que hay afuera es mejor que lo que podemos hacer nosotros. Ahora que hay que reconstruir. Es la oportunidad de decir que la arquitectura chilena tiene tanta identidad y fuerza como cualquier otra”.

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