Editorial Diario El Mercurio, Viernes 13 de Julio de 2012
Datos recientes del Consejo Nacional de Educación muestran que entre 2005 y 2012 la matrícula de las carreras técnicas creció en 130 por ciento -un incremento sustancialmente mayor que la cifra de quienes optaron por carreras profesionales o licenciaturas, cuyo crecimiento fue de 50 por ciento-. Pese a ese mayor ritmo de aumento, los estudiantes de carreras técnicas siguen representando menos de la mitad del total de quienes ingresaron a la educación superior este año. Esto se debe básicamente a que hasta ahora los recursos fiscales se han destinado a la educación universitaria, en detrimento de quienes cursan estudios en institutos profesionales y centros de formación técnica. No obstante, los propios estudiantes o sus familias han solventado el costo de las matrículas, ya que los bajos aranceles, los estudios más breves y la alta empleabilidad hacen de la formación técnica una opción profesional atractiva.
Datos recientes del Consejo Nacional de Educación muestran que entre 2005 y 2012 la matrícula de las carreras técnicas creció en 130 por ciento -un incremento sustancialmente mayor que la cifra de quienes optaron por carreras profesionales o licenciaturas, cuyo crecimiento fue de 50 por ciento-. Pese a ese mayor ritmo de aumento, los estudiantes de carreras técnicas siguen representando menos de la mitad del total de quienes ingresaron a la educación superior este año. Esto se debe básicamente a que hasta ahora los recursos fiscales se han destinado a la educación universitaria, en detrimento de quienes cursan estudios en institutos profesionales y centros de formación técnica. No obstante, los propios estudiantes o sus familias han solventado el costo de las matrículas, ya que los bajos aranceles, los estudios más breves y la alta empleabilidad hacen de la formación técnica una opción profesional atractiva.
La experiencia internacional muestra que esta forma de educación tiene un inmenso potencial para mejorar la realidad de los grupos más modestos de la población, y en cierto grado eso se ha observado también en nuestro país. Sin embargo, además de la falta de apoyo estatal, la educación técnica ha debido luchar contra el menor prestigio social frente a las carreras universitarias. Esta situación es muy otra, por ejemplo, en países europeos como Alemania, donde las diferencias en valoración y salarios entre la educación técnica y la universitaria son sustancialmente menores que entre nosotros.
En Chile, numerosas carreras técnicas tienen un alto nivel de empleabilidad, incluso mayor que algunas universitarias. Muchos de sus alumnos pertenecen a la primera generación de sus familias que logra cursar estudios superiores. La educación técnica es una gran fuente de emprendimiento, progreso y movilidad social, por lo que debería estar mucho más al centro de la preocupación gubernamental que cuanto ha sido habitual. De allí que sea muy positivo el cambio anunciado por el Gobierno en materia de financiamiento de la educación superior, por el que ahora sí se incluiría a la educación técnica.
A eso debiera agregarse una reforma estructural a los actuales liceos técnicos, cuyos resultados son pobres. Vincular la educación secundaria a la adquisición de competencias técnicas es fundamental, pero éstas deben impartirse con estándares mucho más altos que los actuales. Si el apoyo que se brindará al financiamiento de la educación técnica superior y la mayor fiscalización a los planteles por la nueva superintendencia se complementan con una reforma a la educación técnica secundaria, Chile estaría en condiciones de enfrentar mejor la escasez de profesionales que hoy se evidencia en muchas áreas de la actividad productiva.
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