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Es para llorar que la vida es tan corta, es para llorar que la vida es tan larga (Huidobro)‏



OpiniónFelicidad (o algo parecido a eso)
por Josefina LicitraDiario El Mercurio, Martes 17 de Julio de 2012



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El recuerdo es así: estoy de pie junto mi abuelo. El dorso de su mano -cruzado por un ramo de venas blandas y azules- apenas roza mi cabeza.
-La vida es corta, gordita -dice él.
-¡No Nonno!! -respondo yo. Luego lo reto, me agoto, le explico con fastidio: -¡La vida es muuuuuy larga!
En el recuerdo yo tengo unos cinco años, y mi abuelo cincuenta y seis más que yo. Y podría ser un episodio del montón, de no ser por el sabor extraño que se instaló en esa escena. Supe, mientras hablábamos de la vida corta y larga, que entre mi abuelo y yo había una grieta, un malentendido, una hondura que a él se lo tragaba y que para mí era, en aquel instante, nada. O a lo sumo un moderado presagio del espanto.
Tenía -lo dicho- cinco años. Y no me acosaba la duda que, pasadas más de tres décadas, sí me sobreviene ahora, en el momento en el que escribo: ¿Cuándo -me pregunto- la vida se vuelve corta?
El 17 de junio cumplí 37 años, sepan entender: estoy en uno de esos meses. Con toda la inquietud a cuestas le mando un mail a una amiga: "¿La vida es corta?", pongo en el asunto. Son las nueve de la mañana de un lunes: le estoy arruinando el día.
"La primera vez que recuerdo haber tenido registro del paso del tiempo fue cuando leí cómo se desploma la cantidad de óvulos entre los 35 y los 40 años. Otra vez fue la semana pasada, cuando me enteré de que después de los 45 (en mi caso: dentro de unos meses) quedo automáticamente fuera de un crédito a 20 años. La vida comienza a ser breve, creo, cuando los demás empiezan a verte como no apta para ser madre, comprarte una casa, esa clase de cosas. Cuando te das cuenta de que con la 'actitud' no llegás a ningún lado y empezás a sentirte vieja para casi todo: el viaje a la India, los cinco hijos... Soy lo que los franceses llaman una 'vieille fille'. Un bajón. "Los somníferos de esta noche me los pagás vos".
Eso respondió mi amiga Fernanda, y luego de leer la quise más que nunca y pensé entonces en aquellos tramos incumplidos que de a poco van quedando atrás: sé -o quiero creer- que iré a la India y que no deseo tener más hijos; pero también sé que ya no hay chances de ser una gran tenista -ni siquiera veterana-, que nunca aprenderé a tocar bien la guitarra, que ya no volveré a ser mochilera y que usar faldas muy cortas -al menos en mi caso- ya no es un indicador de audacia sino de tragedia urbana.
Ay, los años. El cuerpo y los años.
Días atrás, durant

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