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¿Dónde están esos niños que faltan? por Joaquín García Huidobro



Diario El Mercurio, Domingo 15 de Julio de 2012


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Debido a la merma de la población chilena, en 2020 faltarán 300 mil niños en nuestras escuelas. Tendremos que cerrar unas y fusionar otras, advierte el ministro Beyer.
En 2050, Chile tendrá sólo 20 millones de habitantes, señalan los entendidos: ¡creceremos apenas 3 millones en 40 años! Para ese entonces, Perú y Argentina habrán duplicado nuestra población y Bolivia casi nos habrá alcanzado.
El sistema de pensiones también resulta amenazado por el envejecimiento de la población, porque incluso en un régimen de AFP hay implícito un componente solidario a la hora de calcular el costo de las pensiones, que es financiado por las generaciones que trabajan.
Nuestro déficit demográfico no es sólo un problema educacional o económico. Se está transformando en un problema de seguridad y de defensa. Arica disminuye su población mientras en Tacna aumenta. Otro tanto sucede en el sur, donde Argentina lleva a cabo una política de fomento económico y poblacional de sus zonas extremas.
¿Dónde están esos niños que faltan? ¿Qué pasó, que los chilenos decidieron no tener más hijos? ¿Nunca oyeron a Hannah Arendt decir que "cada nacimiento es como una garantía de la salvación del mundo, como una promesa de redención"?
El despoblamiento nacional no es un proceso espontáneo, sino el resultado de políticas que llevan casi medio siglo en vigor. En la década de los sesenta, nuestros gobernantes creyeron que había que frenar el crecimiento demográfico de Chile, un país que apenas contaba con 8 millones de habitantes. Insólito. ¿Acaso no sabían contar?
Sí, sabían. Pero la presión norteamericana fue más fuerte. Los dólares de la Alianza para el Progreso estaban al alcance de la mano para cualquier país latinoamericano que acogiera la tesis racista de Robert McNamara en orden a que invertir en control de la natalidad en los países pobres era mucho más rentable que hacerlo en políticas de desarrollo. Y nuestros gobernantes cedieron.
No es verdad eso de que "el chileno no se rinde". Esa afirmación sólo vale para chilenos como los héroes de la Concepción. En Chile se rindió el Presidente Frei, como también se rindieron los Presidentes Allende y Pinochet. Todos ellos aplicaron una férrea política de control de la natalidad, con frecuentes lesiones de la libertad de las personas. Esa política terminó por transformar a la familia numerosa en un artículo ABC1, y nos sumió en un déficit poblacional cuyas consecuencias empezamos a pagar.
La idea aplicada fue muy simple: como los pobres son incómodos, es mejor que no se reproduzcan. Y si la clase media baja quiere surgir, que no pase de "la parejita".
Esta situación va más allá de la voluntad de las personas afectadas. ¿Cuántos niños caben en las casas del subsidio habitacional? Incluso en las zonas rurales, donde el terreno es abundante y barato, los chilenos más pobres no pueden disponer de un terreno digno. Están condenados a vivir hacinados, porque la planificación central santiaguina no ha pensado en ellos.
Por todos lados se dificulta la natalidad. La diputada Carolina Goic (DC) ha denunciado la deteriorada situación de las embarazadas en materia de seguros de salud, cuando, en realidad, el nacimiento de nuevas personas es un asunto de primera prioridad para el país. Parece que nos hubiésemos propuesto cerrar todas las salidas a nuestro déficit poblacional. El posnatal es un avance, pero queda mucho por hacer.
En cambio, los países europeos, conscientes de la gravedad de la crisis demográfica, toman medidas urgentes para revertir el envejecimiento de la población. Alemania da generosas ayudas mensuales por cada hijo nacido. Francia subsidia a las familias para que puedan contratar apoyo doméstico ante un nuevo nacimiento. Las guarderías abundan, y son buenas. Es natural que procedan así, porque, como ha señalado Ricardo Riesco, han visto que la población se está tornando un bien escaso. De hecho, en la mitad de los países del mundo está decreciendo.
Por nuestra parte, en Chile el problema poblacional parece no existir. No es relevante ni para la Alianza ni para la Concertación. Nuestro déficit demográfico, la endémica falta de niños y el acelerado envejecimiento de la población no encuentran un lugar en los discursos presidenciales del 21 de mayo, independientemente del signo político del Presidente de turno.
¿Hay algo peor que tener un problema gravísimo? Sí, ignorar que se lo tiene. ¿Y algo peor que no saberlo? Sí, tener un problema de ese calado, saber que lo tenemos y hacer como si no pasara nada.

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