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Distintos, muy distintos


Jul. 07 , 2012

POR HÉCTOR SOTO
Publicado en Reportajes de La Tercera, sábado 7 de julio del 2012.
No es que el partido que encabeza Carlos Larraín esté por pasarse a la oposición. Pero más de un cortocircuito está generando. El senador presiona y el gobierno se niega rotundamente a hacer política. 

Al lado de la mujer barbuda y la gallina de tres patas, la relación entre la directiva de Renovación Nacional y el gobierno también debería ser incluida en el museo nacional de las rarezas genéticas. Eso es lo que es: un fenómeno. Probablemente habría que remontarse a los días de la Unidad Popular, cuando todo estaba muy distorsionado, para volver a encontrar un caso parecido de desencuentro entre el Presidente de la República Salvador Allende y su propio partido, el socialista en el caso suyo. Por entonces, el mandatario llegó a reconocer que las rebeldías y deslealtades de sus propios correligionarios le dolían el doble que las de los opositores, de quienes no lograba mucho, pero tampoco esperaba nada. Con los suyos -decía- era distinto, porque le desgarraba el alma no sacar con ellos nada luego de partir esperándolo todo.

No hubo nada semejante a eso tras el retorno a la democracia, en los cuatro gobiernos concertacionistas. Al contrario, los partidos del presidente actuaron como su primera escolta. Las cúpulas de la DC durante Aylwin y Frei, del PS y el PPD durante Lagos, y del PS de Escalona con Michelle Bachelet, con frecuencia llegaron a los límites de la autoinmolación: primero el Presidente de la República, después ellos. Puede que haya habido circunstancialmente algunas desinteligencias, pero nunca se manifestaron en los forcejeos o gallitos que sólo se permitieron con el tiempo los díscolos. 

Ahora es distinto. Hace rato que el partido donde militaba el presidente dejó de ser el más confiable para La Moneda. Y hace también mucho rato que el gobierno encuentra en la UDI una plataforma política mucho más articulada y coherente que la que tiene en Renovación Nacional.

LO PRIMERO ES LO PRIMERO
Dan ganas de disipar la nube gaseosa de contradicciones y malentendidos para situar el tema allí donde corresponde y allí donde -si las cosas tuvieran lógica- siempre se debió haber mantenido. Lo primero es lo primero y, por supuesto, vaya que cuesta entender que Sebastián Piñera haya ganado la Presidencia de la República pero no su partido. Curioso. Nunca pudo colocar un dirigente o un político de la confianza suya a la cabeza del partido.

¿Incapacidad de Piñera o especial deslealtad de su partido? Aunque en esto los márgenes de subjetividad puedan ser grandes, y sea perfectamente lícito poner el acento en estos u otros factores, la verdad no va por ese lado. Va, más bien, por el ninguneo o desprecio que a Piñera le inspira la política en su sentido más tradicional del término, conexión profunda, lealtad a toda prueba, sueño compartido, asamblea vibrante, difícil, prolongada y dada vuelta a la hora nona. Es en esas jornadas donde se templa el espíritu de los partidos. Gracias, compañero, el futuro es nuestro, el partido es nuestra casa, la historia nos pertenece. Política de tiempo completo. Hasta que las velas no ardan, con comidas regadas, negociaciones difíciles y cabildeos secretos de amanecida.

Piñera, no. Como ejecutivo que fue y que es, que no da puntada sin hilo, el Presidente cree poco en eso. Y la política, muchas veces, es puntada sin hilo. La política es estar por estar, es pastorear, es acompañar en las duras y compartir en las maduras. 

Probablemente ahí estuvo la primera brecha. Ya se sabe lo que vino después. Nada más distinto en cabeza y en carácter Piñera que Carlos Larraín. Centrista, medio DC y de matriz empresarial uno; más bien pelucón y de matriz agraria el otro. Gerencial uno y patronal el otro; medio liberal del siglo XX Piñera y conservador y medio del XIX el presidente de RN. Dos planetas distintos que terminan haciendo lo que parecía imposible: que la UDI -Andrés Chadwick mediante- haya pasado a ocupar el rol que le correspondía haber ejercido a RN como el gran partido de gobierno. No lo fue y se chingó. La UDI ocupó su lugar.

TIRA Y AFLOJA
La acuática de la semana en torno al salario mínimo dice mucho de las rigideces y de los orgullos en juego. El episodio tiene mucho de berrinche por parte del senador Carlos Larraín. Diciendo 200 mil en vez de los 193 mil pesos propuestos por el gobierno, lo que está diciendo en realidad es tómenme en cuenta, llévenme de apunte. En política, los factores emocionales también cuentan. Es revelador que RN, al menos el partido que preside Carlos Larraín, sea la única colectividad oficialista sin representación en el gabinete. Siendo así, qué tiene de raro que se sienta poco identificada con esta administración. Por eso estira la cuerda. Por eso juega a ser díscola. Ciertamente no está ahí el problema. Está en que nadie se dé por aludido, que el conflicto persista y que no haya negociadores trabajando en serio para apretar tuercas y alcanzar acuerdos. No le pidan a Chadwick que arregle los problemas con RN. De nuevo, falta política.

Está claro que las dos partes quieren ganar en esta pasada. Lo que no saben es que mientras se mantenga el conflicto, las dos pierden.R

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