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Derechos aéreos



La composición del paisaje visual de la ciudad sí importa. Esta valorización de un intangible dice relación con salvaguardar algo que nos aporta a todos.

por Julio Poblete - 09/07/2012 - 04:00
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MAS DE alguna vez hemos leído un aviso de venta de un departamento o casa que resalta en su texto “vista asegurada”. Finalmente, lo que busca el mensaje es poner la atención fuera del producto en venta y promocionar un intangible que no le pertenece, pero que claramente le aporta valor al inmueble. La misma preocupación, pero centrada en los bienes públicos, es la que comparten los senadores Lily Pérez y Carlos Cantero, quienes hace unas semanas presentaron un proyecto de ley que busca el efectivo cuidado de las vistas desde los espacios públicos y de su propio contenido, a través de introducir regulaciones de protección de las mismas  en los planes reguladores.

El texto legal propuesto considera modificar la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, señalando la necesidad de desarrollar “estudios de vistas de los espacios públicos, estableciendo aquellos en donde éste constituya un valor característico y que promueva su utilización y la valoración de la trama circundante”.

Probablemente, tan intangible como las vistas fue el diminuto tamaño de las notas de prensa que cubrieron esta noticia; sin embargo, considero que la discusión de la misma debiese ser la oportunidad propicia para reflexionar respecto de dos temas de fondo, ambos ausentes en nuestra legislación. 

El primero se refiere al hecho de explicitar el valor de aquellas “postales visuales” de nuestras ciudades y de nuestra naturaleza, que contribuyen no sólo a la venta turística de destinos nacionales, sino a la construcción y protección de nuestra identidad nacional. Son “encuadres” que permanecen en la memoria colectiva de generación en generación, constituyendo parte de la esencia inalterable de esos paisajes urbanos y geografías que nos son propios. La reciente designación de la ciudad de Río de Janeiro como Patrimonio de la Humanidad refuerza el argumento de que la composición del paisaje visual de las ciudades sí importa y es un valor a proteger. Esta valorización de lo que podríamos llamar un intangible no tiene que ver con la captura individual de un derecho para beneficio propio, sino con salvaguardar algo que nos pertenece y aporta a todos, un valor que hace a la sociedad más equitativa.

El segundo, tiene que ver con la ausencia de la definición de derechos de propiedad, en este caso relacionados con las vistas de los espacios públicos, y que genéricamente podríamos denominar como  derechos “aéreos”. Estos derechos aéreos, por ejemplo, también podrían ampliarse al ámbito de desarrollar una obra sobre el espacio aéreo de una carretera enterrada. Esta indefinición dificulta tanto la protección en zonas sensibles como el desarrollo de sectores de interés inmobiliario. Si no está establecida la existencia de un derecho, difícilmente podremos detectar cuándo algo o alguien lo vulnera.

El derecho privado cuenta con las llamadas servidumbres de vista; sin embargo, siempre de polémica aplicación, ya que se contraponen habitualmente intereses particulares y no de bien común. Avanzar en una legislación que reconozca la existencia de derechos aéreos contribuye a tener reglas claras respecto de la protección y el desarrollo de lo que hoy no es más que un disputado intangible.

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