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Alberto Mayol y su segundo libro, “No al lucro”: “Hoy la política chilena tiene dos actores relevantes: los movimientos sociales y la UDI”




El sociólogo es top de ventas con su primera publicación crítica sobre el modelo económico. Y en esta otra, ya en librerías, entra de lleno a la dimensión política, analizando en clave simbólica a la institucionalidad y sus personajes. Aquí hace una semblanza de la escena del poder durante los últimos 40 años y también enfrenta las críticas sobre su padre, quien fue hombre clave del dispositivo comunicacional de la dictadura.
Hace sólo dos semanas salió a la venta su anterior libro, “El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo” (Editorial LOM) y ya salió a la venta la tercera edición. Es el libro más comprado según el ranking de La Tercera.
Una especie de continuación de esa tesis es “No al lucro. De la crisis del modelo a la nueva era política”, un texto que habla de una nueva época que comienza el 4 de agosto de 2011, con la quema de La Polar. “Esta época va a durar como tres o cuatro años, dependiendo de cuánto traten de mantener la situación como está y va a significar la transformación de todo Chile”, dice Alberto Mayol, sociólogo y académico de la Universidad de Chile, mientras espera un té deslavado en una cafetería del barrio Lastarria. Hace un par de meses no toma una gota de café para cuidarse de una gastritis, producto de tanto tomarlo en 2011 en medio de la revuelta estudiantil.
Alberto Mayol es leído y seguido por un grupo de personas desde su irrupción en la ENADE, pero también hay otros que fruncen el seño cuando lo ven aparecer así, chascón, criticando el modelo y el sistema político. La urticaria no sólo es un efecto de sus ideas. A veces también es una causa del lugar de donde proviene. Su padre, Manfredo Mayol, fue cerebro comunicacional de la dictadura y su nombre aparece en la nómina de los jóvenes que portaron antorchas el 9 de julio de 1977 en el Cerro Chacarillas. El Colegio de Periodistas lo sancionó por colaborar en un montaje de la DINA.
“A mí lo que me preocupa del tema de mi papá, es que la historia personal se usa con una funcionalidad de paralización. La historia personal es importante, pero no para banalizar el contenido que esas historias involucran cuando yo digo que pienso distinto a mi padre; si la historia personal acredita desgaste u odio con él, me van a decir que todo mi contenido es un Edipo procesado. Si por el contrario lo apoyo, me van decir que mi contenido es inconsistente porque no he hecho el quiebre con mi padre. Entonces cuando se usa la historia personal para desacreditar contenidos, me preocupa porque lo único que se busca es desactivar las grandes discusiones”, afirma antes de explicar que durante su niñez no vio sólo una cara de la moneda. “Yo tengo formación política por el lado de mi abuelo materno, republicano, exiliado, del Partido Socialista en España, que estuvo en un pelotón de fusilamiento. Llegó a Chile, se cambió al Partido Radical. Cuando vino la traición de Pedro Aguirre Cerda a los comunistas, él apoyó a los comunistas, entonces yo tengo una visión combinada, que es importante. Tengo una visión de mucho realismo en la política, o sea no pecar de ingenuo, pero al mismo de mucha utopía”, cuenta. Su padre no comparte el diagnóstico sobre el fin del modelo de Alberto, aunque sí cree que la gestión de las impugnaciones no ha sido adecuada. También tiene una diferencia fundacional con su hijo: “Yo siempre he tenido un desprecio muy grande de Pinochet como figura, porque siempre sentí que era un plástico. Y mi papá es pinochetista, defiende el proyecto, el orden, etcétera”, dice, antes de centrarnos de lleno en el libro que ya se asoma en las librerías.
Llega el té a la mesa. Alberto toma su nuevo libro entre las manos. Antes del primer sorbo, dispara: “Hablamos del ‘no al lucro’ más allá de la consigna, porque trata del tiempo de la despolitización en Chile, que fue durante todo el proceso de la transición democrática, agudizado del 98 en adelante. El criterio de representatividad quedó anulado y el criterio de participación también. Y después del 2011 la participación le pasó por el costado a la representación y la representación hoy día no tiene ninguna importancia”.
-¿Cómo se conectan ambos libros?
-Las cosas van muy rápido y quienes estamos investigando esto tenemos que ser capaces de ir a la velocidad de los tiempos. Los políticos no van a la velocidad de los tiempos y esto es bastante evidente. Entonces cuando con mi equipo nos pusimos a analizar, a seguir semana a semana las movilizaciones y fuimos publicando artículos científicos, veíamos que se bifurcaba esto en dos rutas. Las movilizaciones tenían una ruta que tenía que ver con la impugnación al modelo económico y otra ruta tenía que ver con la impugnación al modelo político. Que a la larga tendían a juntarse porque Piñera había significado la unificación del modelo económico y el modelo político y ahí el punto de anudación se llama ‘no al lucro’. Los estudiantes dicen no al lucro en relación con las universidades privadas, y la ciudadanía entiende no al lucro como algo más estructural, como no más abuso de poder. Y como emblema aparece lo de La Polar. Entonces cuando se cruza esta articulación vemos que es importante hacer la separación entre el análisis del modelo económico y la impugnación al modelo político, que es más de acción.
-Pero el primero que establece que la política es mala es Pinochet
-Claro. En la declaración del 74 se establece que la política es mala per sé, y de ahí para delante se articula esto. El gran representante de eso es Pinochet primero y después lo revisita Lavín y se rearticula esta lógica de despolitización.
-Lavín es como la versión soft
-Claro, la versión no fálica –se ríe.

LAGOS Y PINOCHET

Mayol dice que los estudiantes entendieron que en la problemática del lucro se juega la época. “Su enganche inicial saben que es por el lado de las universidades, pero asumen que el tema del lucro va más allá, pero tienen que partir desde donde es pertinente hablarlo para un estudiante. El camino siempre tiene que ser con una conexión concreta y están haciendo una maniobra muy interesante”.
Bachelet es el único líder en la historia de Chile que gobierna desde el otro lado del mesón. Ella no es la dominación ni el poder; ella es el dolor del pueblo, el dolor de haber sido torturada, de tener un padre asesinado. Es el dolor del cristianismo; ella es Cristo en realidad, reivindicada porque no sólo logra ascender al cielo sino que logra ser jefa de quienes la torturaron… hasta que aparece arriba del tanque sellando la escena. Por eso, ella es inatacable desde arriba, como buen poder del cristianismo, cuando el emperador romano ataca a Cristo, pierde el emperador. El problema es si la atacan desde el pueblo; ese es el único problema que puede tener.
–¿Cómo quedan los políticos en este escenario de despolitización?
–Genéricamente hay que decir una cosa: la historia les pasó por el costado. Pinochet es el único nombre propio, desde el 1973 hasta el 2010. Todos los demás son notas al pie. Pinochet constituye la Concertación. La oposición pierde sentido cuando detienen a Pinochet en Londres y ellos tienen que defenderlo. Pierde moral política y el tema de la política se vuelve algo imposible e inentendible. Seis meses después de eso aparece la farándula. Es decir, el espacio público es tomado por la estupidez porque no había forma de hablar de política, entonces inmediatamente viene el proceso que yo llamo la putrefacción y durante toda la época está marcado por el nombre de Pinochet, por la sangre derramada, por la memoria, y los estudiantes van e intervienen diciendo ‘vamos a botar la educación de Pinochet, vamos a botar su obra, no a él’, que es lo que no hizo la Concertación. Cuando queda en evidencia que se va a destruir la obra de Pinochet, ese es el cambio epocal.
–¿Que debería haber hecho la Concertación?
–La Concertación tendría que haber hecho dos cosas fundamentales. Uno, es no haber defendido a Pinochet porque ese era el corazón de su definición y dos, haber construido un proyecto político propio y no haber gobernado, como bien dice Longueira, con las ideas de la derecha. Si ellos hubiesen tomado un tiempo de transición para poder construir un proyecto, quizás no habrían tenido la muerte que tuvieron, de un modo tan horroroso, tan triste, tan patético: todo este proceso de putrefacción que hemos vivido durante los últimos 10 años.
–Veamos otros nombres en el contexto de este libro. ¿Cómo queda Ricardo Lagos?
–Es que Lagos entendió mal y entendió que el problema era Pinochet, pero desde el punto de la vista de la figura nomás; entonces había que sacar a Pinochet de la historia y nada mejor —y eso se lo dijo su ego— que reemplazarlo por él. Él siempre quiso tener toda la energía, la potencia de Pinochet, pero desde el punto de vista de lo civil, desde el punto de vista democrático. Ser un dictador, pero “democrático”.
–Y por eso la derecha lo admira.
–Por eso lo ama, lo admira, como el hijo pródigo. Todo lo que simboliza Lagos es lo que hoy está en cuestionamiento. Ahora, hay una cuestión muy triste como país: el hecho de haber tenido en el corazón de todo a Pinochet, que Pinochet es una mentira, porque nunca tuvo proyecto político, nunca creyó en nada y era un secundón, el que tenía el proyecto era Merino, él se subió al Golpe a último minuto. Toda esa mentira revela que todo esto está basado en una construcción mítica de un personaje que nunca existió, un personaje que estuvo ahí simplemente para canalizar fuerzas fascistoides.
-¿Cómo queda Bachelet en este relato?
-Bachelet es el único líder en la historia de Chile que gobierna desde el otro lado del mesón. Ella no es la dominación ni el poder; ella es el dolor del pueblo, el dolor de haber sido torturada, de tener un padre asesinado. Es el dolor del cristianismo; ella es Cristo en realidad, reivindicada porque no sólo logra ascender al cielo sino que logra ser jefa de quienes la torturaron… hasta que aparece arriba del tanque sellando la escena. Por eso, ella es inatacable desde arriba, como buen poder del cristianismo, cuando el emperador romano ataca a Cristo, pierde el emperador. El problema es si la atacan desde el pueblo; ese es el único problema que puede tener.
–¿Es la única forma de hacer morir a Bachelet?
–Claro, su muerte podría provenir del pueblo… porque mientras los poderosos le peguen, ella se fortalece.
–¿Y los escuderos de Bachelet, como Escalona?
–Son personajes operacionales para que la historia funcione, pero la historia no está pasando por ellos. No tienen un significado adquirido. La historia en esta época ha pasado por los Lavín. Ha pasado —sin pasar— por un Allamand, que es muy interesante, porque es el primero y único en denunciar los poderes fácticos en Chile. No desde el punto de vista moral, sino que es quien denuncia a El Mercurio, a las FF.AA. y a los empresarios, porque siempre la posición que tuvo Renovación Nacional fue ambigua, incapaz de ordenar este naipe… y él, en un esfuerzo por politizar a la derecha, es un gran derrotado. Y por eso él acusa a los poderes fácticos, porque él estaba perdiendo energía a raudales.
–Entre el Allamand de la travesía por el desierto y éste ¿qué diferencia hay?
–Este Allamand no es Allamand. Este es el Allamand traicionado por sí mismo. Es el que tiene que vivir la vida pensando como si fuera otra derecha, que es la historia de los liberales en Chile. Los liberales han sido un agregado, un grupo, siempre han sido personas específicas que son muy importantes, que pertenecen a las clases altas y juegan un partido que nunca tiene ninguna importancia en la historia, pero siempre se cuentan cosas sobre ellos.
–A propósito de liberales ¿cómo ves a Andrés Velasco?
–Lo veo como un personaje interesante, aunque un personaje como Andrés Velasco no significa nada en esta elección. La pregunta es ¿por qué alguien como Andrés Velasco pasa a significar algo? Para que alguien tome significado, se necesita que otro le inyecte energía detrás. Entonces aquí hay un interés que está detrás de Andrés Velasco, que no sé cuál es, pero es. Para decirlo en simple: no tiene 500 mil votos, pero tiene 4 que importan.
Meo, la UDI y el mall
–¿Y el dolor de cabeza de la Concertación y Bachelet, que es MEO?
–A mí gustó MEO, tiene un gran mérito: leyó la muerte de la Concertación cuando estaba ocurriendo y nadie la estaba viendo y hace la jugada y se sale. O sea, jugada perfecta, pero después viene la rutina, organizarse en un entorno ácido para los partidos políticos nuevos. Hacer avanzar el carrito no es nada fácil, sin embargo, MEO —en el escenario actual— puede capitalizar fuertemente el hecho de que la distancia entre los movimientos sociales y la política es tan grande que es muy difícil que los movimientos sociales lleguen a constituirse rápidamente en un partido. Por lo tanto, él puede quedar como el semimpugnador y recibir la energía suficiente incluso como para ser Presidente. Creo que hoy tiene la posibilidad de ser Presidente en la elección subsiguiente o algo por el estilo. En una carrera parecida a la de Allende, lo más probable es que si va 4 veces, capaz que pueda ganar.
–En tu anterior libro sobre el modelo económico se refleja el poder que tiene la UDI en su defensa ¿Cómo quedan Jovino Novoa y la UDI en esta defensa del orden establecido?
–La UDI está haciendo lo que tiene que hacer. Hoy día el sistema político chileno tiene dos actores relevantes: los movimientos sociales y la UDI. Los demás se mueven en la confusión, no tienen un plan. Los movimientos sociales impugnan al poder acumulado, concentrado y por lo tanto se politizan y la UDI trata de sostener el muro de contención.
La UDI tiene dos tesis, las dos bien razonables desde el punto de vista estratégico. El problema es que una es contradictoria con la otra. La tesis uno es Pablo Longueira, que dice que hay que establecer una raya donde para arriba hay empresas malas y para abajo no. Así le muestra a la ciudadanía las cabezas degolladas, pero defendiendo el modelo. El problema de la tesis de Longueira es que no se sabe si la impugnación llega hasta esa línea fijada o después de esa línea se va a inundar todo igual. La otra tesis es la de Jovino, que dice lo mismo que piensan los conservadores: que es que no hay que perder ningún partido, no hay que entregar nada nunca, ni la cabeza de la mesa. No hay que hacer ninguna concesión porque estas terminan en un desangre. Por esos los conservadores tienen una vida tan larga, por eso es que la Iglesia —que es conservadora— dura tantos años. El problema es que es profecía autocumplida: cuando a un conservador se le empieza a morir un modelo se le destruye completo, y si la energía es tan grande quiere decir que le va a pasar por encima. Y la UDI está entre esas dos tesis. Y fue muy interesante lo que pasó entre Jovino y Longueira en esa reunión que supuestamente no ocurrió pero sí ocurrió. Jovino entiende que el problema está en el templo donde se produce la comunidad, o sea en el mall.
–… En los estacionamientos del mall.
–Todo el modelo se defendió por los estacionamientos del mall. No tiene ninguna importancia desde el punto de vista del funcionamiento del modelo, pero en la señal, en la simbólica sí. Cuando todo llega al mall es terrible. Y ahí Jovino Novoa le pide a El Mercurio, ‘no me ponga el mall de Castro en portada, esto no es menor’.
–¿Cómo ves tú esa lógica leninista de la UDI que tiene relación con que es la única que hace política en serio en la derecha y que controla el poder y la permanencia del modelo por tanto tiempo, a pesar de la Concertación?
–Es que hay un diseño en la UDI que es extravagante. O sea, el nivel de reflexión que hizo Jaime Guzmán para diseñar todo el país en torno a la UDI o la UDI en torno a ese orden es muy notable. Él pensó siempre en un partido que iba tener el piso y el techo en el mismo círculo. O sea, dijo ‘Chile es un país que tiene algo facistoide en lo moral y al cual se le puede añadir un elemento de libre mercado que no va a afectar mucho, y el vio que ese porcentaje de población transitaba entre el 16 y 20 y con eso dijo ‘aca hay un orden que se puede controlar para que se mantenga prisionero de esto, de este partido’. A él no le interesaba seguir creciendo”.
–¿Jaime Guzmán estaría en la línea de Jovino o Longueira?
–De Jovino… Longueira es el renovador de la UDI, tiene otra mirada del proyecto. Él es un extranjero dentro de la UDI, un caso extraño y a mí juicio fue ejecutado políticamente con el affaire Bofill y después de esa ejecución política no logró alinear a la UDI en lo que tenía que hacer, que era la venganza.

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