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Arenas: luego de leerlo, algo queda temblando...‏



Alucinado lírico

por Mario Valdovinos
Diario El Mercurio, Lunes 14 de mayo de 2012

Arenas navega por las asociaciones libres, se mueve a través de la descripción de los paisajes interiores.  

 
Mandragórico y crecido bajo la influencia de Breton y de Huidobro, junto a Gómez Correa, Jorge Cáceres, Teófilo Cid y Gonzalo Rojas, Arenas estuvo arrinconado un tiempo imprudente, más por desidia que por extravíos hímnicos que lo llevaron a glorificar al gobierno militar. Esta antología preparada por Germán Marín intenta ordenar las cosas. En La casa fantasma y otros poemas , Arenas se revela como el alucinado lírico que fue. La casa y su sombra contienen el espacio mítico, el del arraigo, el de la morada del ser, semejante al lenguaje que la funda, pero la residencia no está exenta de temores, de abismos y de trampas que acosan a su centinela.
Otros de sus motivos recurrentes son la luz y la silueta que proyecta en el espejo, la amada cósmica y la real, las bellas hechiceras y las jovencitas con corpiño, que deambulan agazapadas llevando en sus pasos l´amour fou de los surrealistas, a los que Arenas rindió tributo. Allí está antologada en el presente volumen la elegía a Benjamin Péret y el reconocimiento que éste y el papa del movimiento, André Breton, prodigaron al grupo chileno, abriéndole las puertas de las exposiciones y las publicaciones de la vanguardia francesa.
Con la cabeza repleta de sueños locos y algo infatuado por la embriaguez de la juventud, Arenas navega en su poesía por las asociaciones libres, se mueve a través de la descripción de los paisajes interiores, a la manera del pintor Giorgio de Chirico, por la maraña del inconsciente y su develación psicoanalítica, y también por el cultivo de la forma canónica. Por ejemplo, el soneto. En ellos, tres incluidos de perfecta factura, considera su vida como un campo yermo y el tiempo como la carcoma que consume su esterilidad. En su extenso y polifónico poema "Discurso del gran poder", el amor, que pesa tanto como el relámpago que desaloja, reitera sus alientos esenciales: el tiempo, el amor/desamor, la espera, la luz reflejada en espejos, y en "Pequeña meditación al atardecer en un cementerio junto al mar", una meditatio mortis melancólica, su encierro misterioso en un cuarto amarillo.
La poética de Arenas cuestiona apenas su instrumento expresivo, parece confiar en la palabra, es más metafórica que anecdótica y en toda la selección, emplea un lenguaje contenido para bloquear los excesos de la escritura automática y asumir la vanguardia de manera personal y selectiva.
Luego de leerlo, algo queda temblando.

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