El miércoles pasado fue calificado por la prensa como el “Súper miércoles europeo”, porque efectivamente ese día se produjeron tres hechos de la mayor relevancia para este continente. El primero de ellos fue la sentencia del Tribunal Constitucional alemán que dio luz verde -con condiciones- al Mecanismo Europeo de Estabilidad previsto para ir al rescate de los países en problemas, principalmente Italia y España. Un fallo adverso habría complicado la puesta en marcha de este sistema y agravado la crisis de la moneda única. En momentos que se debatía en el Parlamento Europeo el Estado de la Unión, -segundo hecho importante del día-, el Presidente de la Comisión Europea recibió la noticia del fallo alemán. Su cara reveló el alivio que esta decisión implicaba. En su discurso, Durao Barroso había planteado tres grandes prioridades: avance en la integración financiera y fiscal con profundización del mercado europeo (con la implementación de una supervisión bancaria única confiada al BCE); determinación del presupuesto comunitario para el período 2014-2020 al que algunos -liderados por los Británicos- quieren congelar e incluso disminuir; y revisión de la UE. En este punto, y ante el dilema existencial eterno en la integración, el Presidente del ejecutivo europeo manifestó claramente su opción por seguir avanzando para la creación de una “Federación de Estados nación” y no el establecimiento de un súper Estado europeo. Continuando en la línea de la que han sido sus últimas intervenciones, Durao Barroso criticó los desencuentros -a veces duros- entre los Estados miembros y los alentó a seguir avanzando en la unidad y solidaridad como único camino para salir de la crisis y reforzar el bloque. El tercer evento fueron las elecciones anticipadas para elegir los miembros del Parlamento holandés -y por ende, el futuro gobierno-, de uno de los países fundadores de la UE. Contrariamente a lo que habían avanzado los sondeos, los grandes ganadores de la elección fueron los dos partidos pro Europa y de centro: Partido Liberal y Partido Laborista. Mark Rutte, actual Primer Ministro y líder del partido liberal, quedó en el mejor pie para continuar gobernando su país, rompiendo con la “maldición” que ha significado para muchos líderes su no reelección o dimisión como consecuencia de la crisis. Con 10 escaños más que en 2010, tendrá sin embargo que negociar con su adversario socialdemócrata Diederik Samsom la formación de un gobierno de mayoría que le dé estabilidad al país. Cabe recordar que el actual gobierno perdió la mayoría en el Parlamento en abril de este año debido al abandono de la coalición por parte del Partido por la Libertad del eurofóbico y xenófobo Geert Wilders, justamente por diferencias en cuanto a las medidas de ajuste acordadas en la UE. Un hecho relevante y que sorprendió fue justamente el resultado de este partido de ultra derecha. No habiendo podido nuevamente hacer calar en la población su discurso anti inmigración, anti Europa y anti Islam, sufrió un golpe de proporciones bajando a 15 diputados (perdió nueve). Esto es una buena noticia en un país acostumbrado a las coaliciones de centro y a la estabilidad que le da ser un Estado de bienestar con una calidad de vida envidiable. No obstante los resultados en favor de Europa, no es menos cierto el malestar de los holandeses y que ha repercutido en un desamor por la integración, que se ha visto reforzado por los efectos de la crisis y las medidas adoptadas para salir de ella. Este alejamiento del “sueño europeo” -que tan bien había representado a los holandeses en el pasado-, se había manifestado ya el 2005 cuando rechazaron el proyecto de Constitución. Así, una mayoría se manifiesta en contra de seguir ayudando a Grecia sin que ésta haga los ajustes exigidos por la UE y asegure la devolución de las ayudas y pese a que un 39% confía en la UE y un 33 por ciento tiene una imagen positiva de ella, existe un no despreciable 54% que no confía y un 30 que tiene una imagen negativa (según los datos del último Eurobarómetro de la Comisión Europea). Ambos partidos vencedores están de acuerdo en seguir en la UE y en el Euro pero no en continuar entregando competencias a Bruselas. Rutte se planteó más cercano a la estrategia alemana de ajuste y disciplina fiscal para la superación de la crisis, mientras Samsom no escondió su afinidad con la política defendida por Hollande en Francia, de adopción de medidas estructurales para incentivar el crecimiento y el empleo. Rutte no dudó en frenar muchas decisiones en los Consejos Europeos como la ampliación del acuerdo de libre circulación de personas a Rumania y Bulgaria o la supervisión bancaria y la tasa a las transacciones financieras. Samson, siendo más europeísta, no se opone a la integración “siempre que Bruselas no se meta en las pensiones o la sanidad”. Así, Europa y el lugar de Países Bajos en ella estuvo en el centro del debate. A pesar de la falta de definición de ambos líderes en cuanto a qué Europa visualizan (federación de Estados Nación -como señaló Durao Barroso- o confederación, como defienden otros), ambos coinciden en la importancia que tiene para un pequeño país como Holanda, históricamente volcado al exterior y al comercio, pragmático y con alto nivel de vida, el ser parte del bloque. Temas que en el pasado fueron determinantes en el auge del partido ultraderechista de Pym Fortuyn y luego de Wilders, como es la inmigración, casi no se tocaron en esta oportunidad. Según el Eurobarómetro de la primavera de 2012, sólo un 3 por ciento de la población estima que la inmigración debe ser una de las preocupaciones principales a nivel europeo frente a un 75% que mencionó la situación económica. Un país con grandes dilemas y paradojas, pieza fundamental en el origen y desarrollo de la UE, con un alto nivel de vida y abierto al mundo (pero con desconfianza en el extranjero), está abandonando las tentaciones extremistas y está debatiendo su lugar en el continente, la UE y el mundo, y eso, de por sí, ya es muy bueno. Foto European University Institute Flickr © creative commons
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