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Sanhattan. Confidencias de un lagarto en los 90



Un escritor que la conoció por dentro, como exitoso ejecutivo, revela los entretelones de la revolución financiera que experimentó la banca chilena durante los últimos quince años.  

por Pedro Pablo Guerrero 

Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 16 de septiembre de 2012

Colegio británico, agronomía en la Universidad Católica, y a los 24 años ya era nombrado gerente de marketing y planificación estratégica en Banchile Inversiones, para luego irse a la gerencia comercial del Banco Penta, que ayudó a fundar. Así de rápida fue la carrera de Ricardo Wurgaft (1972), socio de la librería online Buscalibros.cl desde 2007 hasta febrero de este año, cuando vendió su parte de la empresa para dedicarse a las asesorías y cursar un magíster en innovación.
En su primera novela, Sanhattan. Confidencias de un lagarto en los 90 , el joven protagonista tiene la oportunidad de vivir los últimos años del viejo orden bancario -conservador, burocrático, oficinesco-, y al mismo tiempo participar en primera fila construyendo el nuevo: dinámico, seductor y altamente riesgoso. "No todos lo comprendían en ese momento -escribe el narrador-, pero el país se preparaba entonces para el desenfreno, para el desparpajo de sus clases dominantes, para el triunfo del capital sin culpas, del dinero, del arribismo, de una ostentación nunca antes vista, de los nuevos ricos riquísimos, de las élites y sus ghettos en suburbios, colegios y universidades precordilleranas".
Sanhattan es, hasta cierto punto, el equivalente contemporáneo de lo que fueron Casa grande (1908), de Luis Orrego Luco, y Oír su voz (1992), de Arturo Fontaine, a pesar de que su autor no ha leído ninguna de las dos. Wurgaft retrata el poder y la vorágine desatada de la ambición financiera, pero en un registro muy distinto, más introspectivo, con un narrador culto ("casi culterano"), amante de la ópera y los clásicos, que se embarca en experiencias místicas, sufre crisis nerviosas y practica una autoironía sin límites, al tiempo que satiriza el nuevo modelo económico, derrochador y especulativo, como lo hizo Jenaro Prieto en El socio .
Wurgaft no es un autor primerizo. Comenzó a escribir en el colegio, donde incluso ganó un concurso interescolar de poesía. Integró en su adolescencia el taller literario de Zona de Contacto, publicó algunas columnas en "El Mercurio" y un relato suyo fue incluido en la antología Cuentos con Walkman , editada por Alberto Fuguet y Sergio Gómez. Participó, además, en talleres con Diamela Eltit (ella le dijo que botara a la basura su segunda novela), Pía Barros, Mauricio Redolés y Mauricio Electorat. A este último le pidió escribir un texto de contraportada para Sanhattan . "Leyó la novela cuando estaba en su fase final, y me dio valiosos consejos. Ha sido una influencia muy importante", reconoce.
-¿Cómo has compaginado la literatura con una carrera profesional tan absorbente?
-Siempre ha sido mi interés primordial. Todas las otras actividades de mi vida han servido como material y las he mirado a través del filtro de la literatura. Lo raro es que durante años tuve mucho tiempo para escribir, pero no salió nada importante de ahí. En el periodo de mi vida en que estuve más ocupado, con más dificultades, y escribía hasta la madrugada, surgió esta novela, que por lo menos alcanzó a publicarse.
-¿Por qué ahora, y no antes?
-Creo haber pasado, al menos espero que sea percibido así, de ser un muchacho que escribía llevado por el vendaval de sus emociones a un escritor más maduro. Mis primeros intentos estaban muy centrados en mi mundo interno, solitario, casi asfixiante, con esa ética un poco intransigente del artista. Quizás en esta novela hubo un intento mayor por salir al mundo exterior, por escuchar opiniones y hacer algo que pudiera ser leído por otros.
-El protagonista hace la misma carrera que tú. ¿Cómo manejaste la relación verdad-ficción?
-No hubo una preocupación por separar. Si había cosas que eran exactamente como yo recordaba, y me parecía que podían interesar, y tenían un valor literario, con sustancia dramática, las puse tal cual. Lo mismo en episodios que les pueden haber ocurrido a personas cercanas y que yo conocía en detalle. De hecho, creo que la verosimilitud de muchos capítulos puede ser una de las fortalezas de la novela.
-¿Fuiste un yuppie?
-Se puede decir que sí, pero siempre tuve un paso de distancia para darme cuenta de que había algo muy absurdo subyacente a todo ese mundo. En verdad yo siento que nunca me vendí al sistema, sino que fui capaz de observar lo ridículas que son las cosas que uno hace en el sistema financiero y, en general, lo absurdo que es todo el modelo económico, los mercados, incluso el emprendimiento.
-¿Te identificas con el personaje?
-Me identifico con lo que dice ser: un lagarto de venas frías que mira desde una piedra solitaria. Ése es el punto de vista fundamental de la novela, y en ese sentido el protagonista tiene que ver conmigo, y cómo yo me he desenvuelto en la vida durante mis años de formación. Nunca me tragué ninguno de los grandes paradigmas en que se mueve nuestra sociedad. Lo que significó una vida difícil, solitaria, con desilusiones, hasta que en definitiva surge el hombre adulto que se acepta como es y busca su camino propio.
-La novela deja abierta la puerta de una continuación.
-Ahora estoy casado, tengo un hijo, y ésa ha resultado ser la aventura más significativa que me ha ocurrido. Si tengo la oportunidad de hacer una segunda parte de esta novela, claramente la exploración va a tener que ver con eso.
"La línea entre poder y sexo es muy tenue"
-¿De dónde proviene el sentido del humor de tu narrativa?
-Tal vez de lo que más se ríe la novela es del mismo personaje y sus ilusiones de auge, y de su choque con la realidad. A la distancia es fácil encontrar la gracia. En el momento, no. Eso sí es un poco idiosincrático. Esa perspectiva no apareció de pronto, me la dio el tiempo.
-El lenguaje de los altos círculos financieros es hipersexual en la novela.
-Es el lenguaje de la dominación y la sumisión. Creo que la línea entre poder y sexo es muy tenue. Varios autores han escrito que el tema del dominante y el sumiso está muy vinculado al sexo. En muchas situaciones, la jerarquía y la estructura apoyan modelos donde hay depredadores y presas. En la medida en que existen esas disparidades, lo sexual está presente en todos los ámbitos, en un sentido casi psicoanalítico. No necesariamente se andan metiendo todos con todos, pero una mirada fría del tema descubre esa violencia expresada en la sexualidad.
-Electorat compara tu prosa con la de Saul Bellow y Philip Roth.
-Esa asociación me enorgulleció, y me gustó mucho, pero fue una sorpresa. Para mí, Roth es una lectura más. Es medio ridículo decirlo, pero siento que mi gran influencia son los clásicos: Homero, los dramaturgos griegos, Virgilio, Dante, Joyce, Proust... La literatura contemporánea la leo para saber qué está pasando, pero no como fuente. Es obvio que igual uno toma cosas, aunque no quisiera, pero no siento que sean lecturas que me hayan marcado.
-¿Ni siquiera de autores nacionales?
-De los escritores chilenos, no se puede dejar de sentir la influencia de Jenaro Prieto. Más allá de la humanidad de su estilo, de su forma conmovedora de unir humor y angustia, ha sido fascinante ver que la sociedad chilena actual es esencialmente la misma que él retrató, y que las oportunidades para la sátira y la ironía siguen intactas. Creo que también Fuguet, como observador de la realidad, es un antecedente importante e inevitable.
-¿Qué pasó con el mundo yuppie que describes en la novela?
-Pienso que sigue intacto. Ha perdido un poco la popularidad, claro. En los 90, el millonario exitoso era un héroe. Con los movimientos sociales ha pasado casi a ser villano, o por lo menos a nadie le gusta estar haciendo una ostentación tan abierta de lo bien que le está yendo. Siempre ha existido ese mundo, pero ha salido a la luz pública la discriminación, la fragmentación de nuestra sociedad, su injusticia brutal. La irracionalidad de los mercados también es algo que probablemente no termine nunca.

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