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Más importante que el qué se piensa, es cómo se piensa...‏





De lagrimones y quebrantos

¿Es que los lagrimones no son válidos? No, ese no es el punto. Otra cosa es que sea una manera seria de discutir. ¿Alguien se imagina a Martin Luther King llorando para convencer?

por Alfredo Jocelyn-Holt -Diario La Tercera  08/09/2012 - 04:00

ESTA SEMANA se nos fueron de llanto Pilar Ruiz y Benito Baranda. La colombiana, porque no soporta más la mala onda en su contra en “Pareja Perfecta” (le sacan en cara su problema de reflujo), y el ex director del Hogar de Cristo, porque todos -los de la Alianza y gobierno, de la Concertación y oposición, también la gente de Cepal- son unos malos, unos pérfidos con los pobres.
Lo de Baranda es insólito aunque, este año, a López Obrador se le vio llorando ante estudiantes en la plaza de Tlatelolco (vean el video); y, en una de las más masivas demostraciones en Santiago del año pasado (30 de junio), alumnos de Arte, Teatro y Música de la UC, montaron una “performance”: una “lloratón” por la educación (hay fotos). Se conocen, además, casos anteriores de políticos al borde de un ataque de nervios (aunque, ¿qué tanto tongo?): candidatos derrotados y ministros renunciados, apenados; la ministra Mónica Jiménez cuando le rechazan una iniciativa en Congreso (marzo 2009); la candidata Bachelet ante una pregunta que yo le hiciera, pero que, atragantada, la evita, no contesta; y, más notable incluso, Aylwin quebrándose en su  discurso por televisión a propósito del Informe Rettig, y cada vez que ensayaba en el mismo pasaje cuando pide perdón en nombre de la nación toda. Un “delivery” perfecto si uno no supiera lo detrás de bambalinas.
¿Es que los lagrimones no son válidos? No, ese no es el punto. Nadie tiene por qué dudar de los sentimientos del señor Baranda, otra cosa es que sea una manera seria de discutir. ¿Alguien se imagina a Martin Luther King o a Gandhi llorando para convencer? “Mis palabras son mis lágrimas” dijo Samuel Beckett; es decir, Baranda se equivoca: tristeza y angustia se pueden hacer más patentes sin lloriquear.
Lo de Baranda es sintomático de algo grave. En Chile hay una manía por fijarse en el “qué” se piensa  desatendiéndose el infinitamente más decisivo aspecto: el “cómo” se piensa, si es que, de hecho, entre nosotros se piensa de veras bien (Baranda llora). Las ideas son escasas, el repertorio de posibilidades se conoce, a las ideas uno las “elige” más que lo que se las “piensa” (John Lukacs). En efecto, en ideas originales sustanciales (el “qué” se piensa), en Chile no nos hemos destacado mucho; en tanto que en el “cómo”, hemos hecho algunos pocos aportes (en poesía tenemos ventajas comparativas). Lo venimos sosteniendo, además, desde hace semanas: se habla hasta la saciedad sobre asamblea constituyente o pobreza, pero llama la atención la vaguedad, también la furia irracional, el sí o sí, el “no puede ser de otra forma” de las demandas. Y eso que la Historia opera irónicamente (Tocqueville, Marx); en la práctica se dan más las consecuencias no intencionadas que la concreción de un programa de ideas anticipado.
Ultimamente, me he visto, también, citando a un viejo profesor de historia clásica de la Universidad Católica -Francesco Borghesi- en clase. Cuentan que Borghesi, ante la flagrante ignorancia de sus alumnos, les decía (con acento italiano): “Mire señor, primero lea, luego piense, sólo entonces, pregunte”. Conste que, en ningún momento, daba la oportunidad para “opinar”. Sabio consejo. Si se le honrara, algunos de nosotros no tendríamos que llorar a mares (para callado).

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