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LA MADUREZ DE ARTURO VIDAL



Diario El Mercurio, Revista Sábado, 15 de septiembre de 2012


Dice que de niño pasó hambre. Que a los 15 años le prometió a su madre
que iba a triunfar en el fútbol y que la sacaría de la pobreza. Que no
entiende cómo un padre puede abandonar a un hijo, como lo hizo el
suyo. Y que hoy se siente más responsable. Este es Arturo Vidal
versión 2012: "Tengo ambición, nunca me dejo, nunca me rindo".

ESTELA CABEZAS A. Es jueves 6 de septiembre, cinco días antes del
partido de Chile y Colombia. Arturo Vidal entra, camina, sonríe, sube
al segundo piso escoltado por dos acompañantes. Uno de ellos es su
representante Fernando Felicevich. Está en el evento donde se lanza un
libro con sus fotos para Nike. Nadie sabe de qué ánimo viene. Si anda
feliz, dará entrevistas, firmará libros, se sacará fotos y conversará
con la gente. Si no, se irá rápido y todo el esfuerzo habrá sido en
vano.

Así son las estrellas, dicen. Y Arturo Vidal está este 2012 en el
cielo: campeón y estandarte con la Juventus de Italia en su primera
temporada; y pieza angular de la ambivalente Roja de Claudio Borghi, a
pesar de sus faltas a la disciplina.

No es que haya alcanzado el estrellato de un día para otro. Tampoco la
madurez que, dirá más tarde, tiene ahora. Le ha costado 25 años, una
vida completa.

Suerte para todos los que están en la galería AMS Marlborough en Nueva
Costanera. El ex chico de San Joaquín, el ahora crack de la Juventus,
está de buenas y se pasea feliz entre un grupo de hipster ABC1 al que
nunca habría conocido, hablado, mirado, si no fuera por sus
prodigiosas piernas y pies y por su cabeza, el lugar donde se encierra
esa fortaleza mental que los entendidos le alaban.

Vestido con pantalón pitillo, zapatillas blancas, chaqueta negra,
mangas café, y con unos brillantes aros en las orejas y una aún más
brillante pulsera, se sienta a firmar el libro "Minuto 91", una
edición fotográfica de lujo protagonizada por él, en un estilo urbano,
callejero y que incluye leyendas que dicen: Fuerza, luchar, ganar,
sentir, orgullo, familia, sueño.

Todas palabras que representan su historia, la misma de la que aquí
habla en exclusiva.

Nike, la marca deportiva que auspicia a Arturo Vidal hace zapatillas a
medida del pie de sus jugadores estrella, como Cristiano Ronaldo y
Michael Jordan, entre otros. Les toman el largo, el ancho, el alto de
sus extremidades y hacen las plantillas; las cortan, las cosen. Se
transforman en una pieza única. A Vidal aún no le han hecho unas a
medida, pero las Mercurial Vapor que usa hoy son más que suficientes.
Sobre todo para él. Porque hubo una época en que Arturo Vidal no tenía
dinero para comprar los zapatos de fútbol que usaban los
profesionales. Jugaba con cualquier zapatilla y aún así se pasaba a
los más fieros contrincantes y metía los goles, partiendo por el
Rodelindo Román, el equipo de su infancia, el del barrio, el que a
pesar de haber jugado en Colo Colo, en el Bayer Leverkusen en
Alemania, y ahora en la Juventus en Italia, es el que más quiere. El
que siempre guardará en su corazón.

-Los primeros zapatos que usé cuando subí al primer equipo de Colo
Colo me los dio mi mamá. Los sacó por cuotas con una tarjeta que se
consiguió con alguna amiga. Ella no tenía esas cosas, pero me las
compró igual. Esas zapatillas me llevaron a la pretemporada -recuerda.

-Me sentí rápido, alegre, ganador. Tenía 17 años.

Arturo Vidal creció en la Villa Huasco en el paradero 14 de San
Joaquín, un lugar popular donde aún conviven familias de clase media
baja, con familias que están en la pobreza y en la extrema pobreza.
Ahí comenzó su historia futbolística: mientras jugaba en el Rodelindo
Román y también en el patio de su escuela, un profesor vio su talento
y lo llevó a una escuela de fútbol ubicada en calle Gabriela, cerca de
la cordillera.

Tenía ocho años.

Ya en esa época se levantaba a las siete de la mañana para correr
alrededor de la cancha de tierra de once por once metros, que estaba
en medio de esas casas humildes que aún pueblan su ex barrio. Después
vino el camino semiprofesional con el Melipilla, hasta que se probó en
Colo Colo. Iban con él algunos amigos del equipo del barrio.

-Había gente como yo de buena y gente mejor. A mí me fue bien por la
ambición, por las ganas que yo tenía de salir adelante. Porque aunque
haya gente superior a mí, yo nunca me dejo, nunca me rindo. Hay vallas
que uno no puede pasar, pero yo lucho con todo lo que puedo, porque sé
que en algún momento las voy a poder saltar -dice.

En los cadetes estaba lleno de jugadores buenos, él tenía, en sus
palabras, "un fútbol que tal vez no era tan sobresaliente porque había
muchas categorías".

José Sulantay, quien fue su entrenador en la Sub 20, cuenta que en esa
época era frecuente que no entrara a la cancha, pero que él le vio
algo.

-Andábamos buscando jugadores con Daniel Morón y yo le dije, "mira al
4, me gusta". Y lo convocamos.

Tenía 19 años.

-¿A esas alturas, Arturo, usted ya sabía que iba a llegar arriba?

-Yo tenía la confianza. No era de creído. Es que tengo de ejemplo a
una mujer como mi madre, que siempre se paró frente a cualquiera,
faltándole todo. De ahí saqué la fuerza. Porque en esos momentos,
donde hay muchos jugadores que luchan por ser profesionales, uno se
tiene que sentir bacán o tratar de ser más que ellos. Y yo nunca me
achiqué con nadie y no lo dije con palabras, lo demostré con hechos
-dice.

Sulantay lo recuerda así:

-Al principio creí que era rebelde, contestatario, porque siempre
decía que iba a ser el mejor del mundo. Pero luego entendí que había
que guiar esa fuerza. Porque tenía mucha más que otros jugadores. Creo
que eso es lo que lo ha llevado donde está, y también su fortaleza
mental.

El DT cuenta una anécdota.

-Arturo siempre quería todo y lo quería ya. Nos pasó con quién iba a
ser capitán del equipo. Ese liderazgo siempre lo elegía yo, pero él
insistió tanto que al final le dije, "OK, para no ser injustos, vamos
a dejar que tus compañeros elijan". Al final optaron por Carmona y a
él le dolió mucho, pero lo increíble es que eso nunca lo afectó en la
cancha. Tiene una cabeza ganadora y eso lo lleva al juego.

-Arturo ¿qué siente cuando entra a la cancha?

-Satisfacción, porque recuerdo todo lo que he pasado en mi vida, con
mi mamá, con mis hermanos. A jugar entro emocionado por todo lo que he
logrado, el que no entra emocionado a una cancha, no puede jugar al
fútbol.

Como tantas otras historias de niños que soñaban con ser futbolistas
en un ambiente adverso, la madre de Arturo Vidal fue fundamental en su
vida. Dice que ella y un tío, fueron una especie de coach para él.
Ellos lo dirigían, lo contenían.

Pero fue con su madre con quien tuvo la conversación que determinó su
futuro. Tenía 15 años.

-Hubo un minuto en que sentí que tenía que luchar con lo que fuera
para ser profesional. Fue un día en que mi mamá llegó del trabajo y
nos faltaba para comer. Afuera llovía y la casa estaba entera mojada.
Entonces llamé a mi mamá y lloramos, y le dije que iba a ser
profesional por ella y mi hermana y que les iba a regalar una casa. Y
se lo dije sin saber que en dos, tres años, me iban a vender a Europa
al primer equipo. Ese fue el desafío más fuerte que tuve en la vida.

Lo dice con naturalidad.

-Mi mamá nunca se quejó, pero uno como persona, como hijo, se da
cuenta cuando las cosas están mal, cuando te falta para comer, cuando
el frío te agarra en cualquier momento. Y no sabes qué va a pasar al
otro día. Ahí fue el momento en que me vino la fuerza de decir "lo voy
a hacer y no como cualquier cosa, sino como futbolista", porque nunca
me imaginé nada que no fuera jugar a la pelota.

Hace cuatro años, cuando lo transfirieron a Alemania, el jugador le
regaló una casa en Las Vizcachas a su mamá.

Cuando Arturo Vidal aterrizó en Chile para jugar junto a la selección
chilena contra Colombia, llegó diciendo que no quería ocupar el lugar
que le había destinado Claudio Borghi: de líbero. No es raro, Vidal es
uno de los mejores volantes del mundo, y acá, el director técnico
había decidido colocarlo atrás.

Algunos pensaron que había llegado rebelde, agrandado y que Borghi le
iba a bajar los humos; otros que venía más maduro, que luego de estar
un año en la Juventus, ganando 163 millones de pesos al mes, y
codeándose con leyendas del fútbol, había logrado conocerse más.

Su actuación en el partido estuvo lejos de ser brillante, pero no hubo
persona que lo culpara a él del 3-1.

Su madurez también se asocia con el episodio del Bautizazo, cuando en
noviembre del año pasado y tras estar en el bautizo de uno de los
hijos de Jorge Valdivia, llegó tarde a la concentración. Esa vez dio
algunos visos de que algo en él se podía estar gestando: No participó
en una conferencia de prensa donde todos los que fueron suspendidos
por esa situación despotricaron contra el técnico; se subió rápido a
un avión para volver a Italia y desde allá pidió disculpas. Fue el
primero en ser reintegrado a la selección.

-Hay algunas personas que dicen que esta vez usted llegó más grande,
más maduro. ¿Lo siente así?

-Uno no se da cuenta cómo pasa, porque uno trata de madurar en todo
momento, pero creo que la gente en Italia, el equipo en el que estoy,
me ha hecho madurar.

-¿Qué significa madurar para usted?

-Ser responsable, saber en qué momento uno puede disfrutar,
concentrarse o dedicarse a las cosas que uno quiere. Porque acá
importan los detalles, a este nivel de fútbol, los detalles son los
que hacen la diferencia.

-¿Y en qué detalles fallan los futbolistas?

-No descansan bien, comen mal, piensan en otras cosas que no son el fútbol.

En Italia, a diferencia de lo que antes pasaba acá, dice que hace una
vida casera.

-Soy una persona alegre, me gusta estar con mis amigos, mi familia, en
casa, no salir mucho. Si salgo, lo hago con mi hijo, voy a los juegos,
al centro a dar una vuelta, a conocer algo, pero nunca con tanta
libertad. En Italia los jugadores no son libres de estar en cualquier
lado, porque la gente es tan apasionada, que en todo momento te piden
fotos, autógrafos.

-¿Se siente más responsable allá que acá de su comportamiento? ¿Cree
que hay que responderle a la hinchada?

-A la hinchada, a la gente, pero en todos lados. En Alemania, por
ejemplo, todo era más cuadrado. Y aquí es otra cosa, aquí es uno el
que tiene que ir madurando, saber dónde uno está. Alemania fue un
proceso que me ayudó mucho, pero era chico. Ahora recién estoy más
grande. Voy a jugar una primera Champion. Estoy en un equipo
importante, un equipo que todo el mundo conoce y que tiene 16 millones
de seguidores. Aquí, todo lo que uno hace importa.

-¿No le gustaría que lo criticaran porque hizo algo mal fuera de la cancha?

-A mí me marca salir y que después te digan que no hiciste el partido
como tú quisiste. Hay veces que no juego bien, pero me sacrifico,
pongo el corazón y la ropa en la cancha. Porque eso es lo que ve la
gente, ellos no ven el sacrificio que hay detrás de todo eso. Hay
tantas cosas que uno debe dejar por ser futbolista.

El padre de Arturo Vidal dejó a su familia cuando el futbolista no
pasaba los cinco años. Tenía problemas con el alcohol. Pasó mucho
tiempo sin que padre e hijo se vieran. Fue su tío el que hizo ese
trabajo.

Hace tres años, el jugador fue padre por primera vez: su hijo se llama
Alonso. Es posible que sea un padre más cercano y aprensivo que lo
normal: mientras estuvo en el Bayer Leverkusen en Alemania, a Alonso
le detectaron una diabetes crónica. Tuvo que pasar mucho tiempo en la
clínica supervisando que lo vieran los mejores doctores. En los cuatro
años que estuvo en Alemania se tuvo que ausentar de varios
entrenamientos para poder acompañarlo. De hecho, el tratamiento aún no
termina y pronto tendrá nuevamente que preocuparse por su salud.

Hoy son inseparables. Dice que juegan, salen, que a Alonso le gusta
disfrazarse de superhéroe, que se acuesta con él y que regalonean
mucho. Que hace lo que su hijo quiere, que lo convence fácil.

-Estar con mi hijo me provoca muchas cosas. Por ejemplo, no me explico
cómo un papá puede alejarse de su hijo, abandonarlo. Lo más lindo de
tener un hijo es ver todas las cosas que aprende a cada hora, a cada
segundo.

-¿Ahora ha pensado más en el abandono de su padre? ¿Ha sido duro?

-No, no es duro, esto que me ha pasado con mi hijo es rico. Son cosas
que uno no tiene contempladas, que te hacen madurar en la vida, pero
que son maravillosas.

Tan fascinado está con su paternidad , que dice que está en camino de
tener más hijos con su esposa Marité Matus.

-Ojalá Dios quiera que luego tengamos otro. Me encantan los niños.

-Usted está acostumbrado a tener una familia grande. Son cuatro
hermanos y siempre anda con sus primos.

-Sí, y me gusta andar apatotado. Me gusta estar rodeado de mucha
gente, amigos, familia.

-¿No extraña a veces estar solo?

-No, no me gusta la soledad. Yo pasé mucha soledad cuando chico, mi
mamá no estaba... hubo tantos motivos por los que me tocó estar solo.
No me gustaría volver a vivir algo así de nuevo. Por eso, siempre
trato de estar con gente.

La galería AMS Marlborough está llena y el tiempo se ha terminado.
Arturo Vidal ya habló, firmó libros y se quiere ir. Pide un pisco
sour, la chica que atiende le dice que tiene órdenes de no traerle
alcohol. Pregunta quién le dijo eso. Nadie responde.

Los organizadores siguen atentos sus movimientos. Firma sus fotos
gigantes con una carita sonriente y el número 23, que es con el que
juega en la Juventus.

Finalmente sale y se sube al Audi cuatro por cuatro de su
representante. Pasan algunos minutos. El motor se enciende. Arturo
Vidal se aleja. Alguien dice "por fin se acabó".

http://diario.elmercurio.com/2012/09/15/el_sabado/reportajes/noticias/2ABCC159-69EF-4B62-8B5F-AE6BC31C694A.htm?id={2ABCC159-69EF-4B62-8B5F-AE6BC31C694A}

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